Es inminente el cambio en Venezuela y, entre emoción, dolor y esperanza, debemos recordar las palabras de Simón Bolívar cuando dijo que un pueblo es dueño de su propio destino y, si es instruido, será siempre instrumento de su propia libertad. Estas palabras todavía resuenan con una vigencia que estremece, dado que, con el regreso de la diáspora, serán muchos los venezolanos instruidos aplicando sus conocimientos para volver a ver a Venezuela renacer, aun cuando los eventos horrorosos de un régimen despiadado, que solo trajo oscuridad y sometimiento, jamás se borrarán de nuestros corazones. El destino de nuestra nación, Venezuela, hija predilecta de los Libertadores de América, ha sido forjado con coraje y entrega y, desde nuestra segunda independencia, frente a la posibilidad de un nuevo amanecer, esperamos que nos guíen líderes cuyo mayor valor sea la honestidad.
Normalmente, se cree que la responsabilidad política es solo de los dirigentes de turno, y la verdad es que no es así. La democracia nos obliga, como ciudadanos, a auditar y mejorar todos los poderes e instituciones, y este debe ser el mandato moral de cada venezolano: denunciar a los corruptos o narcos que pretendan reinsertarse en nuestra Tierra de Gracia, tierra que debe renacer con una mentalidad colectiva guiada por valores y ética, y no por la desenfrenada ambición de poder y dinero de quienes son esclavos de su codicia. Y, al haber visto mil estatuas de tiranos caer —no solo en Venezuela, sino en cada país donde se ha impuesto el mal—, espero que los nuevos líderes de Venezuela estén más pendientes de ser útiles y no de convertirse en neo narcisistas buscando la misma “gloria” que ostentaron, infructuosamente, los demonios que nos desangraron. Los venezolanos no queremos ver estatuas nuevas; queremos ver un país seguro para las nuevas generaciones, un país tan moderno y próspero como Israel, Estados Unidos o Taiwán, donde el impulso de cada ciudadano sea forjar una nación de avanzada, con una democracia perfectible, muy lejos de emular a los países cuyos caudillitos bananeros solo han estado pendientes de imponer inmoralidades basadas en antivalores como la legalización de las drogas o las aberrantes ideologías “woke”. El regreso de los venezolanos de la diáspora, quienes tuvieron que buscar en otras fronteras las oportunidades que les fueron robadas por los narcocorruptos, hará que una economía que se contrajo en más de un 75%, pulverizando el esfuerzo de nuestros padres y abuelos, vuelva a ser brújula regional forjada en nuestros inmensos recursos. Cabe acotar que cada estadística que refleja la miseria socialista tiene detrás una historia de resiliencia: quizás la de médicos que se fueron para poder ejercer con dignidad su carrera, o la de jóvenes profesionales y artistas que quisieron instruirse y crecer en sus distintas labores, destacando casi siempre en los países que les abrieron las puertas. Muchos de ellos ya están preparados para regresar a edificar una nueva Venezuela, felices, expectantes y llenos del entusiasmo y amor necesarios para construir un país moderno que vuelva a ser parte de la escena mundial, en donde ya democracias de avanzada como la Argentina de Milei, la Chile que próximamente liderará Kast y Colombia con los líderes del centro democrático que nunca han bajado los brazos en la lucha contra los narcopolíticos, impulsan un nuevo espíritu para la región.
Las Huellas del Dolor en la Sociedad Venezolana
Para sanar, primero debemos reconocer la profundidad de la herida. La crisis venezolana ha dejado marcas que no se borrarán de la noche a la mañana. Al cierre del 2024, ver que más de 7,89 millones de venezolanos están fuera de nuestras fronteras es desgarrador; hablamos del segundo mayor desplazamiento humano del planeta, superado únicamente por la tragedia de Siria. Nuestros vecinos han sido testigos de este éxodo. Colombia acoge a casi tres millones, Perú a más de un millón y medio; Brasil, Chile y Ecuador han recibido a cientos de miles. Esta fractura social y emocional será difícil de procesar, especialmente para un pueblo que, en su momento, recibió a miles de europeos y latinoamericanos con los brazos abiertos, inmigrantes que huían de condiciones adversas ocasionadas por sus propias guerras o crisis económicas. Fuimos tierra de acogida para luego convertirnos en tierra de despedidas y, gracias al liderazgo de Donald J. Trump, seremos tierra de reencuentro y redención.
Los pilares de la reconstrucción nacional
¿Cómo se levanta un país después de tal devastación moral y económica? Lamentablemente, no existen fórmulas mágicas, pero sí pilares fundamentales. El primero es, inevitablemente, la economía, que nos devolverá la dignidad como pueblo. El reto es monumental, pero Venezuela cuenta con ventajas que pocos países poseen: las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, gas en abundancia, minerales estratégicos como oro, litio y coltán, y tierras fértiles capaces de ser la despensa de la región. Sin embargo, no podemos volver a cometer los errores del pasado. La nueva economía no puede ser rentista: debe diversificarse. Necesitamos atraer inversión extranjera masiva. Venezuela debe abrir nuevos mercados e impulsar la producción nacional en agricultura, industria, tecnología y turismo, incluyendo la industria del entretenimiento y las producciones cinematográficas, tal como Corea del Sur convirtió al K-pop en un motor clave de su PIB.
El segundo pilar es institucional: democracia sólida y justicia real. La reconstrucción exigirá un sistema judicial independiente, donde la ley sea realmente igual para todos. Se deberán rendir cuentas y se deberá garantizar la propiedad privada y las libertades individuales, creando un marco legal que dé seguridad a quien quiera apostar por el país.
El tercer pilar, y quizás el más importante, es la sociedad civil. El verdadero corazón de la reconstrucción late en la gente. La unidad nacional será esencial. Debemos defender con el alma nuestras libertades y entender que la participación ciudadana es el único antídoto contra el regreso de una tiranía socialista-comunista.
No podemos reconstruir nuestro gran pais con recetas viejas. Venezuela no necesita populismo disfrazado de ayuda rápida o pañitos tibios. Necesita liderazgo firme, apertura al mundo y confianza en que tenemos todo lo necesario —recursos, ubicación y gente— para ser grandes de nuevo.
El renacer venezolano
Hablar de esperanza en Venezuela ya no es un acto de ingenuidad; es un acto de rebeldía y, sobre todo, de convicción. La esperanza hoy es una fuerza viva. Se ve en los jóvenes que, contra todo pronóstico, innovan y emprenden en nuestro maltratado país; se ve en las familias que, aún golpeadas por la adversidad, se quedaron arraigadas a su tierra y a su identidad. El espíritu venezolano no se ha doblegado y, como dijo el general José Antonio Páez, precursor y arquitecto de la patria grande, en un grito apasionado, “¡Vuelvan caras!”, para así mirar y moldear juntos nuestro futuro con ambición y con la valentía indomable que nos caracteriza. Porque, como también decía el Centauro de los Llanos, la victoria pertenece a los más perseverantes.
Finalmente, tras tantas lágrimas y sufrimiento, los venezolanos hemos templado la resistencia indispensable para enfrentar este nuevo capítulo de nuestra historia y ahora, con la esperanza como guía, construiremos el futuro que nos fue negado por 26 años. Hemos atravesado una de las noches más oscuras de nuestra historia, marcada por el eco desgarrador de la partida. Quiero apostar a que cada herida se convertirá en una lección y cada caída en un impulso.
Hoy nuestra gran nación se alza en el inicio de un tiempo distinto y luminoso, y nuestro renacimiento como país es ya inevitable. No podemos dejar que los fantasmas del pasado secuestren nuestra democracia de nuevo, y debemos entender que, desde ahora en adelante, nuestra libertad debe ser defendida y trabajada honestamente día a día. El dolor quedará en los libros de historia, y la expectativa de un mañana mejor será nuestro impulso cotidiano. Venezuela volverá a ser grande, y nosotros, sus hijos, volveremos a vivir con la dignidad que nunca debimos perder.
Dayana Cristina Duzoglou Ledo para Caiga Quien Caiga
X: @dduzoglou
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