Sí, así como lo leen. Creo en la fuerza de la identidad, en la herencia que nos une y en el futuro que construimos como una sola nación. Por eso, me opongo a cualquier intento de injerencia o invasión de potencias extranjeras.
La soberanía venezolana no es negociable; es el pilar de nuestra existencia como pueblo libre. Pero mi nacionalismo, lo tengo claro, es la antítesis del adoctrinamiento.
Defender la Patria y defender un modelo político son dos cosas muy distintas. El nacionalismo es un sentimiento que nace del arraigo, de la cultura y la historia que compartimos. Es un amor por la tierra, por la gente, por todo lo que nos hace únicos.
Cuando se defiende la Patria, se defiende la herencia de nuestros antepasados y el futuro de nuestros hijos. Se defiende la bandera, que nos representa a todos, sin importar nuestras diferencias.
Un ejemplo reciente de nacionalismo es la lucha que mantiene Ucrania ante Rusia y si nos vamos más atrás, la que que mantuvo Vietnam ante la ocupación francesa y la agresión de Estados Unidos.
Pero he visto con preocupación que nos están llamando a defender a Venezuela pero que nos hablan que tenemos que ser «adoctrinados para sentir verdaderamente lo que es defender a Venezuela».
Pero qué señala la Real Academia de la Lengua sobre el significado de adoctrinar? «Inculcar a alguien determinadas ideas o creencias». Entonces estamos hablando es de la defensa de un modelo ideológico donde el patriotismo es militancia activa.
No debemos confundir el fervor patriótico con la obediencia ciega. La verdadera defensa de la nación no viene de un manual, sino del corazón. Nace de un pueblo libre que decide levantarse para proteger lo que es suyo.
Ojalá que aquellos que sueñan con una invasión no se conviertan en testigo de una guerra fraticida donde le toque asesinar a un conocido por defender una ideología.
Parafraseando a José Martí, les digo que la verdadera guerra comienza con la libertad de pensamiento.
Sandy Ulacio
Periodista
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