Las adversidades que definen las crisis económica y social que sacuden a buena parte de los países, se convirtió en un interesante escenario para el estudio y revisión de la teoría política.
Particularmente, al momento de elaborar análisis políticos que conjuguen realidades y recursos cognitivos mediados por la ecuanimidad.
Tan especial situación, pareciera convertir la calle en un aula de clase. Aunque no en el exacto sentido de la didáctica y pedagogía propia de la ciencia política. Pero sí, en el sentido metodológico. Más, cuando lo que capta es la atención de quienes viven los conflictos vigentes, dado el papel protagónico que desempeña, los hacen fieles testigos de las agudas contradicciones ante las cuales la teoría política luce rígida y por ratos obsoleta.
La interioridad yace inexplorada
El grado de perturbación que muestran calles, plazas, y avenidas de los países, castigados por tan insidiosas rémoras, tanto como espacios públicos que en tiempos de convivencia regional o local habrían invitado al ejercicio de ciudadanía, tiende a constreñir el ámbito de abstracción donde los intereses y las necesidades configuran la trama bajo la cual deberían conciliarse procesos sociales y procesos económicos de cara a las realidades que los suscriben.
Pero no por ello, los mismos no dejan de coexistir, cohabitar y convivir para que de su confluencia se potencien algunas fuerzas capaces de motivar el desarrollo de los pueblos. Aún cuando la potencia generada por tan sorprendentes procesos, es tan baja en calidad y creación que escasamente alcanza la energía necesaria para propiciar la respuesta esperada.
El extraño ímpetu de la política
Es así, como la política posee la ventura suficiente para lograr salir de las fauces de tal embrollo. Supuestamente, asistida por la extraña copulación entre tantas variables toda vez que actúan como agentes de movilización tanto que al final de todo, aportan la consistencia conveniente a las realidades que suscriben las aludidas crisis.
El problema grave surge cuando algunas de estas variables económicas o sociales, éticas o morales, se atoran en su intención de amalgamarse en función de dar una respuesta no tanto sólida como sí efectiva.
Eso es lo más interesante que ofrece todo análisis político que reconozca la calle como un salón de clase cuya incidencia es tan oportuna como ocurrente a los fines de aprender desde la inferencia social y económica la elocuencia con la cual se expresa la política cuando es aprehendida. Particularmente, desde las contingencias que configuran los conflictos que traducen el pulso de la vida.
Finalmente…
No obstante, las desproporciones que inocula la represión cuando se emplea como criterio de coerción, arrojan las mermas que terminan dislocando vidas humanas.
De tan sensible condición, que se resienten ante la sagaz determinación de la que se vale el concepto de política para tener injerencia en todo lo posible.
Pero aunque todo esto parezca contradictorio, de ese modo la dinámica política perfila las cruentas realidades.
Tanto son los efectos de la movilización que agita la situación en cuestión, que lleva a situar la política no sólo en la ofensiva de los procesos que comprometen al hombre como paladín de su desarrollo político, económico y social. También, y repetidas veces, hay que colocar o anteponer la política a la defensiva.
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