Temiendo que le roben y de perder su lugar en una fila de más de cuatro kilómetros para conseguir diésel, Daniel Trocel pasó la noche dentro de su camión a un lado de una autopista en las afueras de la Gran Caracas.
Cuando salió el sol, se preparó para pasar gran parte del nuevo día dentro de su camión.
“He estado aquí por más de 26 horas”, dijo Trocel, quien estaba ansioso por llegar a su destino, donde estaría recogiendo unos bloques. “Tengo uno de los primeros puestos, si la cola se mueve tengo que moverme antes de que se coleen”.
La atribulada economía de Venezuela está ahora al borde de una nueva prueba: quedarse sin diésel, el combustible que usan los camiones, autobuses y tractores para transportarlo todo, desde alimentos hasta pacientes hospitalarios.
Una drástica caída de la producción nacional aunada a la interrupción de las operaciones de intercambio de diésel por productos, conocidas como swaps, provocada por las sanciones de Estados Unidos están dejando al país sin el tan necesitado producto. Algunas proyecciones sugieren que las reservas del combustible podrían agotarse para finales de mes.
“Estamos a puertas de una verdadera crisis”, advirtió Leonardo Palacios, presidente de la Cámara de Comercio de Caracas. “Toda la producción industrial del país y la distribución de mercancía depende del diésel”.
Los conductores de camiones ya están sintiendo el golpe, viéndose obligados a esperar días enteros en filas frecuentemente conformadas por cientos de unidades serpenteando las carreteras. Algunas de las estaciones han comenzado a racionar el suministro, lo que significa que los camioneros no pueden llenar completamente sus tanques y deben repetir el proceso en varias ciudades diferentes antes de llegar a su destino.
“Pasamos más tiempo en las bombas que en nuestras casas”, dijo Julio Chacón, 31, lamentándose que no puede pasar tiempo con su hija de siete años, su esposa o su madre enferma. Agregó que la situación es peor en el interior del país. En algunas ciudades “la gente tiene que pasar días y hasta semanas en cola para conseguir diésel”.
Marien Vielma, directora de la Cámara de Comercio del Centro, organización gremial, dijo que los conductores fuera de Caracas se están viendo obligados a esperar hasta más de una semana y media en cola para conseguir gasoil para sus unidades y que la manera en que el combustible es distribuido no toma en cuenta los tipos de cargas, o sí esta es perecedera.
Vielma advierte que la situación pone en riesgo el acceso a la comida, las medicinas e incluso al agua potable de la población, particularmente dentro de los sectores de menos recursos.
“Estamos viendo una paralisis técnica de las unidades de carga pesada. Aproximadamente el 90 por ciento de las unidades de cargas pesadas, las gandolas, vehículos que se encargan de trasladar los alimentos y los insumos necesarios para la población venezolana están paradas en colas para poder recibir gasoil”, dijo Vielma.
“Tenemos la preocupación de que se pueda generar un desabastecimiento en el país que ocasione que la población más vulnerable no pueda tener acceso a alimentos, medicinas, vacunas y agua potable”, agregó.
CRISIS ENERGÉTICA PROLONGADA
A pesar de contar con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, Venezuela viene padeciendo de una aguda escasez de combustible desde hace ya tiempo, manifestándose principalmente en la falta de gasolina para los autos y de gas de cocina.
Si bien el consumo interno de diésel es mucho menor que el de gasolina, el que esté comenzando a escasear ahora puede propinar un nuevo golpe devastador a la tambaleante económica venezolana.
“Cerca de un 70 por ciento del transporte primario y secundario del país requiere de diésel”, dijo Palacios, de la Cámara de Comercio de Caracas. “Eso significa que esta situación puede tener un impacto severo en la capacidad de las compañías para producir y para el empleo”.
En una encuesta divulgada en enero por Fedecamaras, la mayor federación empresarial de Venezuela, un 78.8% de las compañías consultadas dijeron que sus operaciones se han visto afectadas para la escasez del diésel, situación que muchas de ellas admitieron no les ha permitido cumplir con sus obligaciones.
El país ya se encontraba inmerso en una abismal contracción económica de efectos mucho mayores que lo que sufrió Estados Unidos durante la Gran Depresión, incluso antes de que fuese impactado el coronavirus.
Entre el 2013, año en que Maduro tomó las riendas del poder, y el 2019, la economía del país se contrajo en más de 63%, según datos del Fondo Monetario Internacional. Años de mala administración y corrupción, aunado al colapso de los precios del petróleo, empujaron a Venezuela a una vertiginosa espiral de hiperinflación que ha dejado a los salarios sin valor.
La semana pasada, el régimen de Nicolás Maduro anunció la introducción de un billete con la denominación de un millón de bolívares, cuyo valor apenas supera los cincuenta centavos de dólar en el mercado de cambio.
Más de 5.5 millones de venezolanos se han visto obligados a salir del país en años recientes para escapar de lo que ha sido descrito como una de las mayores crisis humanitarias de la región, y luego de una breve pausa en el éxodo a lo largo del 2020, los emigrantes han comenzado a retomar el camino cruzando la porosa frontera con Colombia.
El colapso generalizado de la nación sudamericana también ha alcanzado su industria petrolera, por años había llevado a los venezolanos a disfrutar de los estándares de vida más altos de la región. El sector fue destruido en la medida que sus mejores expertos y profesionales fueron destituidos o se vieron obligados a salir, para ser remplazados por un personal inexperto pero leal a los líderes del régimen de Caracas.
La mala administración y corrupción producto de esos cambios llevó la producción del país a descender desde los más de 3.0 millones de barriles diarios que registraba antes de que el ex presidente Hugo Chávez llegara al poder en 1999 para lanzar su revolución socialista a los menos de 500,000 barriles diarios que se producen hoy en día. El deterioro también alcanzó las refinerías del país, que hoy solo producen una minúscula porción de una capacidad instalada para procesar hasta 1.3 millones de barriles por día.
“De ser antes un poder dentro de la industria petrolera mundial, Venezuela pasó a jugar un papel de total irrelevancia”, dijo Juan Fernández, ex director ejecutivo de Planificación de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
‘PESADILLA’ PARA CAMIONEROS BUSCANDO DIÉSEL
Venezuela solía consumir cerca de unos 140,000 barriles por día de diésel antes de que la economía del país fuese impactada por la pandemia, siendo el combustible utilizado principalmente por las unidades de transporte pesado y como fuente secundaria de energía por las plantas termoeléctricas del país.
Pero la producción de diésel del país ha caído dramáticamente en los últimos dos años, pasando desde un estimado de 80,000 barriles por día en diciembre del 2018 a solo 28,000 en diciembre del 2019, según cifras de PDVSA.
Para cubrir la brecha, Venezuela comenzó a importar combustibles de compañías como la india Reliance Industry y la española Repsol, Fernández dijo.
“Lo que el país está produciendo actualmente en diésel es alrededor de unos 40,000 barriles por día, y si pudieras importar lo que estabas importando antes, cerca de 40,000 barriles, entonces probablemente estarías en un punto de equilibrio entre la oferta y la demanda”, señaló el ex ejecutivo de PDVSA. “Pero en vista de que ellos no pueden importar la brecha, entonces era inevitable que ellos comenzaran a consumir los inventarios que ahora deben estar en niveles muy bajos”.
Pese a haber sido sancionada por Estados Unidos a inicios del 2019, PDVSA había logrado importar el combustible que requería de Reliance y Repsol a través de los swaps, operación bajo los que Venezuela obtenía diésel como pago de envíos previos de crudo.
Pero la administración Trump puso fin a ese tipo de intercambio cuando detectó que no todo el combustible importado estaba siendo usado para operar los camiones de carga del país, dijo Russ Dallen, socio gerente del banco de inversión Caracas Capital, cuya firma hace seguimiento de las operaciones petroleras del país sudamericano.
“Pese a todas sus necesidades internas, ellos estaban enviando combustible a La Habana”, dijo Dallen. “Incluso cuando ellos estaban diciendo que no había gasolina en Caracas, Maduro estaba enviando el diésel”.
Varios proveedores de diesel, incluyendo Reliance, así como un número de grupos de interés, recientemente han instado a la nueva administración que elimine la prohibición a las operaciones swaps, citando la urgente situación del país.
Pero la administración Biden hasta el momento no ha dado señales de que piensa cambiar la política de línea dura adoptada por Estados Unidos contra Maduro, a quien acusa de encabezar un régimen dictatorial.
“El Presidente Biden no tiene ningún apuro por remover las sanciones contra Venezuela pero consideraría suavizarlas si el Presidente Nicolás Maduro toma medidas que fomenten la confianza y que demuestren que está preparado para negociar seriamente con la oposición” un camino hacia una verdadera transición democrática, dijo un portavoz del Consejo Nacional de Seguridad a McClatchy la semana pasada.
El riesgo para el suministro de alimentos del país podía sentirse a lo largo de la carretera Valle-Coche en las afueras de Caracas, donde la cola de camiones se extendía por 4.3 millas (7 kilómetros). Un chofer dijo que había conducido desde Ciudad Guayana, localidad portuaria a ocho horas de distancia, sin poder encontrar una sola estación de servicio con diésel a lo largo de la ruta.
Otros dijeron que el trabajo casi no vale la pena, ya que menos combustible significa menos viajes y menos dinero. Las condiciones en la cola son, en el mejor de los casos, incómodas, ya que los camioneros no tiene acceso fácil a la comida, o a bañarse, mientras esperan durante la noche para llenar el tanque.
Javier Boza describió su trabajo como una “pesadilla”. Había estado conduciendo durante cinco días en busca de diésel.
“Estamos aquí pasando hambre, no podemos ducharnos, tenemos las manos sucias”, dijo mostrando sus manos sucias de aceite tras haber trabajado en el vehículo.
Galardonado periodista con más de 30 años de experiencia, especializado en la cobertura de temas sobre Venezuela. Amante de la historia y la literatura
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