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Beneficios que producen gratitud

Hay tantas bendiciones que el Altísimo Dios nos ha dado y por eso damos gracias a Dios más enfocados no en las cosas sino en lo que El es.

Salmo 103:1-5

La familiaridad con este salmo nos puede llevar a no ver su belleza y su profundidad, porque nos enfocamos más en lo que recibimos de Dios y perdemos el llamado de David en la primera parte de este poema. Lo primero que resalta este salmo es la palabra “bendecir” a Dios, tanto los seres humanos como toda su creación (20-22). En nuestro caso, de Dios recibimos sus bendiciones, pero ¿cómo puede el hombre pecador bendecir al que es tres veces santo? Así que necesitamos entender lo que David quiere decir al exclamar “bendice alma mía a Jehová”. Bendecir en este contexto quiere decir: reconocer, alabar y dar gracias.

Una traducción libre de este primer versículo sería: “Alaba alma mía a Jehová”,  “reconoce alma mía a Jehová”, o también “dad gracias alma mía a Jehová”. Dios nos bendice por la necesidad que tenemos como hijos, pero nosotros los bendecimos por su carácter santo, y por todos sus atributos. David fue un hombre que experimentó los estragos del pecado, de allí el  reconocimiento con profunda gratitud a Aquel que perdonó todas sus iniquidades.

David fue el hombre que experimentó como ningún otro la gracia divina en el asunto del perdón de sus pecados. Cometió las dos faltas para las que no había sacrificios, sin embargo, Natán el profeta, le dijo: “Jehová ha redimido tu pecado: no morirás”. De allí que este salmo se une al 51 y al 32. Spurgeon dijo de este salmo: “Hay tanto en el salmo que ni mil lapiceras alcanzarían para escribirlo todo, es uno de esos pasajes que todo abarca, que es en sí una Biblia, y él solo casi podría constituir el himnario de la iglesia”.

David tenía razones poderosas para que su alma bendijera a su Dios, las mismas que tenemos nosotros también. Y es que hay beneficios de parte de Dios que nos convocan a la gratitud. Estudiémoslo y reconozcámoslo; nos hará bien hacerlo en este tiempo de Acción de Gracias.

por sí mismo

“Bendice alma mía a Jehová…”.

El significado acá para  bendecir es “estimar mucho” o “alabar en gran manera”. El verbo hebreo se utiliza para expresar palabras solemnes que muestran aprecio, gratitud, respeto y una buena voluntad del hablante hacia la persona que bendice. Si se refiere a Dios, es una promoción de respecto por causa del ser que se alaba. Quien lo hace debe sentir que su corazón está conmovido.

La idea es que debe haber una conexión con mi corazón al momento de bendecir a Dios. Debo preparar mi corazón correctamente porque su tendencia es estar frío y vacío. ¿Por qué esto? Porque Dios revisa nuestras necesidades y responde a ellas, pero cuando bendecimos a Dios nos damos cuenta de sus atributos  y respondemos a ellos con un corazón totalmente entregado y agradecido.

Si alguien conocía lo que eran los beneficios divinos era el rey David, por lo tanto, la manera cómo lo celebrara  fue a través de la alabanza. Cuando dice “bendice alma mía a Jehová», sometía su alma en contra de la voluntad de su carne para alabar y bendecir a Dios.

“Y bendiga todo mi ser su santo nombre”.

Es cierto que el instrumento de nuestra alabanza es la boca, pero si nuestro corazón no se presta para eso, entonces se cumple la palabra que sentencia: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mi” (Isaías 29:13).

Vea que David comienza hablando de su alma, y luego habla de “todo mi ser”. Cuando el corazón se prepara para esa alabanza, no queda nada en nosotros que no sienta el deseo de alabar alegremente con entusiasmo, con fervor, con pasión y con todas las fuerzas. Ahora bien, no es cualquier cosa que estamos alabando. Se trata del “santo nombre” de Dios.

Es  mi propia convocatoria para exaltar el nombre de Dios que es santo, grande, digno, todopoderoso, admirable, nombre sin igual. A los ídolos les dan sus nombres, pero nuestro Dios tiene un nombre propio. Debo asegurarme que en el culto alabe su santo nombre. Mi adoración debe ser agradecida, porque no hay Dios como mi Dios. Su nombre es excelso, y debemos bendecirlo  antes de contar sus bendiciones, porque no siempre lo hacemos así.

Damos gracias a Dios por sus beneficios

“Bendice alma mía… no olvides ninguno de sus beneficios” 

Salmo 103:2. David aseguró que su adoración comenzara con Dios y por eso invitaba a todo su ser para que lo haga. Y al hacerlo le dice a su propia alma que no olvide ninguno de sus beneficios. Este es un recordatorio porque somos tan dados a olvidar. Nuestras oraciones casi nunca comienzan con la expresión de la gratitud. Por lo general comenzamos pidiendo. Por otro lado, nuestra mente es muy traicionera y nos hace recordar más la basura del pasado en lugar de recordarnos las bendiciones del presente.

También la memoria es tenaz con las ofensas. Hay creyentes que no olvidan las ofensas hechas en el pasado, pero son tan livianos en recordar los beneficios con los que son rodeados  por la gracia del cielo. Observamos que David apela a recordar todos los beneficios, que no se quede ninguno de ellos en el olvido.  Se ha dicho que    olvidar es el primer paso largo hacia el desastre espiritual. En Deuteronomio 8 Moisés repite su escrito para que Israel no se olvide de cómo Dios les trajo durante cuarenta años.

Damos gracias a Dios por su perdón sanador

“Él es quien perdona todas tus iniquidades…” 

Salmo 103:3a. He aquí el comienzo de las bendiciones recibidas. El perdón es el primer beneficio del que estamos agradecidos. La palabra que David usa acá para pecado es “iniquidad”. La iniquidad se define como “inclinación al pecado con terquedad». Maldad adquirida o heredada. Pecados ocultos, patrón de mala conducta. Pecado repetitivo. Perversión”. El pecado acá descrito es una falta de conformidad a través de la palabra o, de hecho, de acuerdo con un Dios santo. Y la palabra de liberación nos dice: “Él es quien perdona todas tus iniquidades…”; así es, no es otro hombre que lo hace, quien necesita del mismo perdón. Spurgeon dijo: “La fuente, el cauce, el poder y el estándar del perdón son todos divinos”. 

No hay agradecimiento más grande que el perdón de los pecados. No son algunas o muchas los pecados que han sido perdonados simplemente son todas. Cuando Dios anula los pecados de una persona, lo hace a través de lo que Cristo pagó en la cruz. De esta manera sabemos que Cristo no sólo llevó algunos pecados, los llevó todos y, por esta razón, Dios los perdona todos.

“El que sana todas nuestras dolencias”

Salmo 103:3b. Casi siempre asociamos esta declaración con las enfermedades físicas, y aunque es cierto que el Señor sana las enfermedades, la verdad es que no siempre es así. Si esto fuera así ¿por qué seguimos sufriendo de una cosa o de otra? Otra vez, y deseo que me entiendan, las dolencias acá son más que un dolor de muela, de cabeza, de cintura y de las piernas.

Hay “dolencias” que son más fuertes que las físicas. El decir que Él sana todas nuestras dolencias es como cuando el médico visita al paciente y va curando cada dolencia en la medida que aparecen. El profeta Isaías dijo de Jesús que él es quien llevó “nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (Isaías 53:4). Con esto se confirma que no hay enfermedad ni dolor más grande que la iniquidad del hombre. Considere los verbos “llevó” y “sufrió”. Esto significa que él tomó el lugar del sufrimiento eterno que causaría el pecado.

Si Cristo no hubiera muerto por nuestros pecados, el infierno se habría hecho para Satanás, los demonios y el hombre. De esta manera, los dos «todos» de este versículo son razones que respaldan lo que David dijo: “Bendice alma mía a Jehová…”.

Damos gracias a Dios por su redención misericordiosa

“El que rescata del hoyo tu vida…te corona de favores…”

Salmo 103:4. El verbo “redimir” es literalmente rescatar. El hoyo acá es una referencia al Seol o la tumba. Cuando ponemos junta esta oración el resultado es que Dios al momento de salvarnos (redimirnos), nos ha librado de la muerte. Juan 5:24 es uno de los textos que nos da una gran promesa en el Nuevo Testamento.

Mientras no se conozca Cristo como el salvador, la persona está muerta en sus delitos y pecados, y al hacerlo comenzamos a ser parte de los favores y misericordias. Nos llama la atención que, junto con el perdón, que trae sanidad al alma, el salmista introduce inmediatamente el asunto de los favores con los que Dios nos corona. ¿No es suficiente el haber sido perdonados? ¿No es suficiente haber sido sanados de la dolencia del alma? Pues, además de esto, Dios nos “corona de favores y misericordias”.

La Biblia nos dice que por las misericordias de Dios no hemos sido consumidos. Esto puede aplicarse al hecho que todos los días somos sorprendidos por la mano protectora de Dios. ¿Sabe usted de cuántas cosas Dios nos libra todos los días? ¡Qué extraordinario es este texto! Nuestros pecados nos privaron de los honores, pero el perdón nos corona nuevamente. Coronemos nosotros al Dios por medio de nuestra alabanza y gratitud. Traigamos a las coronas a sus pies.

Damos gracias a Dios por la satisfacción renvoada

“El que sacia de bien tu boca…”

Salmo 103:5b. No hay satisfacción en este mundo para el alma atribulada. Hay comidas que llenan, pero no satisfacen. Solo el creyente queda satisfecho, porque quien lo llena es el Espíritu Santo. Solo un hijo de Dios puede vivir satisfecho, porque el hombre antes de conocer a Cristo anda probando todo aquello que anhela su alma, pero comprueba que necesitará siempre de algo más fuerte y de mayor placer para sentirse bien, con el resultado que su alma seguirá siempre vacía. Sólo el Señor puede satisfacer el corazón anhelante y no le niega nada a los que andan en rectitud.

El creyente ha encontrado en Cristo el Pan de Vida que satisface su hambre de amor y de justicia. Ha encontrado en Cristo el Agua de Vida, pues ella salta en su interior como una corriente viva que calma su sed. Pero, sobre todo, ha encontrado en Cristo el Buen Pastor que le conduce a los prados verdes donde puede satisfacer su búsqueda y donde puede descansar.El mundo sacie nuestra boca con la “comida chatarra” que ciertamente te llena, pero no te sacia. Por cuanto Dios sacia de bien nuestra boca, nos levantamos en completa gratitud a Él por la total satisfacción que nos da.

“De modo que te rejuvenezcas como el águila” 

En el salmo anterior David se quejó del estado de su alma, y llegó a decir que era semejante al pelícano del desierto o al búho de las soledades (Salmos 102: 6). Pero ahora ha dejado su lamento para volar por las alturas como el águila. David sabía que su Dios podía renovar sus fuerzas para levantarse sobre sus propias circunstancias.

Así que el David del Salmo anterior, ahora lo vemos como el águila, símbolo de victoria. Mis amados, el Señor obra maravillosos cambios en nosotros para que aprendamos por medio de estas experiencias a bendecir su santo nombre. La figura del águila rejuveneciéndose ilustra la importancia de la restauración en la vida. El caso más curioso es que el águila se rejuvenece con el tiempo, haciendo una especie de retiro para cambiar de plumas, sus uñas y su pico. Una vez hecho eso se levanta con mayor fuerza para elevarse sobre las alturas, y así comenzar una nueva etapa de su vida.

Esto fue lo que David experimentó después que sintió el perdón de sus pecados. Mis amados, el tema de Isaías 40:31 sigue vigente. Agradezcamos al Señor porque él nos renueva constantemente.  

Dar gracias a Dios por las espinas

El conocido predicador ciego de Escocia George Matheson, ahora con el Señor, escribió un poema con estas palabras: «¡Dios mío, nunca te he dado las gracias por mi «espina»! Te he agradecido mil veces por mis rosas, pero ni una vez por mi «espina». He estado esperando un mundo en el que recibiré una compensación por mi cruz como una gloria presente en sí misma. Enséñame la gloria de mi cruz; enséñame el valor de mi «espina». Muéstrame que he llegado a Ti por el camino del dolor. Muéstrame que mis lágrimas han hecho mi arcoíris «. (Moody Monthly as Tan, PL (1996).Enciclopedia de 7700 ilustraciones: Signs of the Times. Garland, TX: Bible Communications, Inc).

Y nosotros, ¿le hemos dado gracias al Señor por las espinas de la vida? ¿Nos hemos olvidado de tantos beneficios con los que hemos sido coronados? Cuente sus beneficios, y dele gracias a su Señor. Unámonos al resto que bendicen siempre a Dios, el creador, sustentador y salvador amado (v. 20-22).

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