Esta no es una expresión comúnmente usada en español, se utiliza cuando las cosas tienen una evolución que ha llegado al final y que ya no puede ser revertida. Esta es la sensación que hoy parece percibirse: remite a la situación del país que no tiene vuelta atrás y que pase lo que pase, estamos cerrando un ciclo: por un lado, la dictadura vive su crisis terminal, primero porque su narrativa refundacional terminó siendo el mayor fraude de nuestra historia y nadie comparte ya sus razones, es decir, el régimen no es reconocido, por la mayor parte de la comunidad internacional, pero fundamentalmente, por el 90% de los ciudadanos venezolanos. Esto es la mayor crisis de legitimidad por origen vivido por los chavistas desde que tomaron el poder en 1998.
Y otro lado, la presión descomunal que ejerce la presencia frente a sus costas la mayor movilización de fuerzas militares estadounidenses registrada en la región en décadas con el objetivo expreso de desmantelar el llamado Cartel de los soles y el objetivo latente de desplazar del poder a la dictadura. Visto así, todo parece indicar que estamos comiendo lo masticado.
Me dedico a Leer y escuchar casi todo lo que tiene que ver con la situación generada por la política de Trump frente a Venezuela. Les confieso mi desasosiego, no solo por la tensión y la incertidumbre producida, primero, por “la inminencia” de un enfrentamiento que de ser armado sería devastador para todos. Si solo lo fuera para las fuerzas de Maduro y su dictadura, creo que la mayoría al final respiraría con alivio, independientemente de las formas de cómo se materialice la salida del poder de la dictadura pues el resultado es que el país saldría de un régimen criminal que ha destruido al país y ha originado una verdadera catástrofe humanitaria, pero temo que también el país inauguraría un futuro faccioso y no será de ningún modo una transición tranquila, ordenada y pacífica (para ello los venezolanos y quien asuma la dirección democrática de la transición debe estar preparado).
El chavismo va a jugar duro y no desaparecerá. Lo cementa veinte y tantos años en el poder, con todo lo que ello significa, especialmente, los negocios hechos al amparo bastardo del Estado, que ha hecho ricos, inmensamente ricos, a lo que se atribuyen la representación de los pobres. Ya no habla, como lo hablaba Hugo Chávez de que en caso de ser desplazado del poder el país viviría una “guerra civil”, Maduro y sus secuaces hablan de “lucha armada”, siempre ávidos de una épica que nunca lograron construir, ahora la invocan enarbolando una “resistencia melancólica”
En segundo lugar, la otra cuestión que me produce desasosiego y de la cual, los seguidores venezolanos de Trump se hacen de la vista gorda y la mencionan solo da pasada como si les incomodara, es la situación vivida por miles de venezolanos que viven en EE. UU maltratados y torturados por la política migratoria de Trump que ha convertido a los venezolanos en objetivos siniestros de una política abiertamente fascista.
Les confieso que me gustaría que después del análisis pormenorizado y de satisfacción mal disimulada que hace, por ejemplo, la periodista Carla Angola del despliegue militar de Trump en el caribe (no sé si serán vainas mías, pero me da la impresión que Carla Angola, aparece últimamente pareciéndose a Kristi Noem; gorrita color vino, chaqueta cerrada y hasta habla como secretaria de Seguridad Nacional de los EE. UU. Pero, bueno, no le den importancia a esto, pues, es una observación insustancial) y de los sesudos análisis hechos por otros donde se subraya el momento militar, le dedicasen una línea, o un comentario, a esa dolorosa expresión de una activista de los derechos de los inmigrantes venezolanos que le pregunta a Donald Trump: “Que le hicimos los venezolanos, presidente Trump, para que nos trate de esa manera”.
Entre uno y otro problema se suscita una enorme contradicción: Por un lado, la administración Trump ha movilizado fuerzas militares (ya saben, porque es descrito una y otra vez en todas las redes sociales y por todos los Noticieros televisivos y radiales del mundo) y como ya es costumbre en las operaciones militares emprendida por EE.UU en el mundo, de bautizarlas con nombres de película, como por ejemplo, Escudo del Desierto, Tormenta del Desierto, Sable del Desierto, etc. el que emprenderá en Venezuela, lo ha llamado, “Lanza del Sur”, que con seguridad en un año la veremos en Netflix.
La narrativa construida por Trump y su gobierno es que se está enfrentando a un enemigo que ha matado a 500 mil norteamericanos envenenándolos con drogas, la terrible cocaína y el mortal Fentanilo, que, además, ha vaciado sus cárceles y manicomios y los ha introducido en los EE. UU. Emulando a Fidel Castro que, en octubre de 1980, vació las cárceles de Cuba y embarcó en el puerto de Mariel a más de 100 mil cubanos que desembarcaron en la Florida.
La narrativa trumpista hace hincapié que su objetivo es la lucha contra el narcotráfico que encabeza fundamentalmente el Cartel de los soles y Maduro. La pregunta legítima es, ¿sí es necesaria semejante fuerza para enfrentar el narcotráfico? Hasta, lo que se ha visto, hasta ahora, es que semejante movilización de fuerzas se ha enfocado en volar por los aires (en rigor hay que decir por el mar) una veintena de lanchas supuestamente cargada de drogas y darle muerte de manera extrajudicial a sus ocupantes. Y uno se pregunta, si de verdad, ¿es necesaria la presencia del portaviones más grande y sofisticado del mundo para destruir unas lanchas? Como obviamente, eso parece un contrasentido, obliga a pensar que la llegada del portaaviones Gerald Ford y el despliegue militar realizado apuntan, a desplazar a Maduro y a la dictadura del poder ( algunos comentaristas ya hablan de dividir la historia en dos, antes de la llegada del portaaviones Gerald Ford y después de su llegada). Cuestión que, de producirse, vendrá acompañada de gritos de júbilo y de agradecimientos eternos, aunque, sea un poco vergonzoso que “nuestro libertador” sea semejante personaje.
Pero, bueno, lo que quiero, enfatizar, es que esa enorme presencia militar y los argumentos que la mueven es contradictoria con la política migratoria sostenida por la administración Trump que, por voz de su secretaria de Seguridad Nacional, Krsiten Noem, justifica la deportación, masiva de venezolanos, aduciendo que la situación venezolana ha mejorado, tanto política como económica y que, por tanto, los venezolanos deberían regresar a su país.
Hay que advertir, que la Sra. Noem probablemente hace meses tenía dificultades para señalar en el mapa la ubicación exacta de Venezuela, pero ahora con todos los ovarios de su aparato reproductor promueve la deportación de los venezolanos, incluyendo a los perseguidos políticos. A ella y, con ella, a la administración Trump en su conjunto les molesta el color de la piel, el habla, y el color del cabello de los inmigrantes.
Ignora que en Venezuela sigue en el poder un régimen oprobioso que persigue, encarcela, maltrata, tortura, desaparece y asesina a miles de venezolanos. Y que, además, está involucrado en el tráfico de drogas y otras actividades ilícitas como el contrabando de oro, petróleo, tierras negras, etc.
Si la situación lejos de mejorar se ha agravado y, la administración Trump emprende, contra el régimen de Maduro, la más costosa movilización de fuerzas militares, como carajo, entonces, se pretende deportar a los venezolanos y devolverlos a la situación que los obligó huir del país.
He dicho que la espera de un desenlace es incierta, que la gente no sabe si será hoy, mañana, en una semana o en un mes y, tampoco si será mediada por una intervención armada, por presión extrema para obligar Maduro y a su régimen a renunciar, si será por una salida pactada o, finalmente, algo que parece improbable, pero, posible, porque, Trump que es imprevisible (todos lo saben) decida, un día de estos, sin explicación alguna, dar la vuelta e “irse con el sol cuando caiga la tarde”.
El caso es que esta espera ha incrementado la ansiedad, la incertidumbre y el miedo en la gente. Pero, hay que decirlo, los venezolanos son (somos) una raza de seres optimistas despreocupados. En lo que para otros serían posibles catástrofes, pienso, por ejemplo, en el tomo dos de “Los Caminos de la Libertad” (El Aplazamiento) de Sartre en l que describe la angustia de los franceses por la amenaza nazi. Aquí, se viven las cosas de otro modo. Así que, veo en videos, en la que se muestran a miles de venezolanos colmando alegres las playas de Margarita; bailando y cantando “La voy a tocar a pie”, llenando las avenidas de “El Milagro” y “Bella vista” en las fiestas de la feria de la Chiquinquirá, el espectáculo “Mamma mía” en Caracas con la gente feliz. Por supuesto, también puede verse a la gente ir y venir al trabajo, ir y venir al automercado, allí sí angustiados porque no saben con qué precios se van a encontrar y con que moneda se va a pagar. Entonces me digo, para mis adentro, entre desconcertado y no sé: En verdad, somos únicos, a pesar de los estropicios y el desmantelamiento que el régimen ha producido, la gente sigue en lo suyo…. Y eso es también comer lo masticado.

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