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Opinión

¿Cómo ganar un proceso electoral? Por Antonio José Monagas

En el alba de todo proceso electoral anunciado, las emociones pugnan por aventajar las razones que son fundamento político de comicios por venir. En cualquier instancia. 

En vista de las implicaciones que comprometen las dificultades propias de un proceso comicial, dada las complicaciones a que se someten las posturas esgrimidas a causas de la rivalidad entre bandos que luchan por el poder político-económico en juego, intentan formularse algunas consideraciones que apunten a resolver la duda de ¿cómo ganar un proceso electoral?.

Esta disertación, no tratará de opacar la importancia que tiene la elección para la alternancia, tanto como para la consolidación de la democracia como sistema político de elaboración y toma de decisiones en el marco del pluralismo político.

En principio es oportuno recordar que un proceso electoral representa un acto político donde la manifestación de preferencias personales, busca escoger un “vencedor” entre alternativas políticas. Ello se logra mediante el voto. Por su significado político, constituye el paroxismo del sistema democrático toda vez que exige el ejercicio de un derecho político soportado en la libertad de pensamiento, de conciencia, de asociación, de opinión y de expresión.

Con base en el ejercicio de estas libertades, el concepto de “soberanía popular” o “autodeterminación o libre determinación de los pueblos”, las sociedades que debaten sus vidas en el terreno de la democracia, otean el horizonte en función de ideales de crecimiento, progreso y desarrollo. Que históricamente han cultivado.

En las cimientos de tales anhelos que luego se transforman en necesidades y demandas, la historia política de las naciones prescribe los “comicios” como el acto de sufragio a través del cual establece formas de gobierno bajo las cuales las naciones (libres) construyen sus realidades.

La contaminación política

El problema se suscita cuando los aludidos procesos electorales, se vician de contradicciones que desmerecen los compromisos trazados a instancias de discursos que ofertan propuestas -muchas veces- quiméricas. De la demagogia, surgen diatribas que terminan por arruinar y descomponer los programas expuestos como realidades a ser, en teoría, alcanzadas.

Escribía Carlos Matus Romo, para la Revista de la CEPAL: “Cada vez es más común en la voz de la calle, que los partidos políticos son capaces de ganar elecciones. Pero incapaces de gobernar  con eficacia”.

Sin duda, tan enfermiza reiteración de eventos, ha provocado una crecida desconfianza en la capacidad de los partidos, tanto como en la arenga de dirigentes políticos empeñados en lograr la victoria electoral ansiada. Muchas veces, sin el debido cálculo de implicaciones.

Esas situaciones son tribunas desde donde se advierte que los programas electorales presentados, no constituyen una palabra capaz de ser cumplida. Asimismo, son espacios que sirven para reconocer que las praxis de gobierno no honran los compromisos pautados.

Ahí se halla uno de los errores que llevan a perder elecciones donde repiten candidatos representativos de causa ideológicas que avalan el cuestionado gobierno reticente.

Pautas que indican el camino del triunfo electoral

Sin embargo, valen algunas indicaciones de plausible validez a los efectos de garantizar el triunfo electoral de proyectos políticos que bien expongan y debatan personas que demuestren actuar según las siguientes cualidades: 1- Robustez política. 2- Respeto al elector. 3- Coherencia discursiva. Aunque el teólogo inglés, William Mitchell Ramsay, había dicho que las realidades apuntan a demostrar que se “vota al hombre que promete menos, pues será el que menos decepcione”

  1. Expresarse acorde con una ideología política que, en teoría, pueda entenderse vinculada o ganada a demostrar fundamentos propios desmarcados de todo proyecto político expuesto por algún adversario que se halle plegado a causas antipolíticas. Que estén históricamente superadas o inspiradas en medidas obstinadas, imposibles de conciliar con las nuevas realidades que configuran el mundo actual.
  2. Asumir la defensa de una tesis política que reivindique propuestas relacionadas con las realidades que dominan los tiempos presentes. A decir del profesor de la Universidad de California, Peter Drucker, esas realidades “(…) son distintas de las cuestiones sobre las cuales siguen escribiendo libros y haciendo discursos los políticos, los economistas, los eruditos hombres de negocios y los dirigentes sindicales”.
  3. Conciliar tendencias político-partidistas con rivales que siguen apostando, de manera infructuosa, al logro de objetivos cuyas intenciones lucen comunes a los propósitos pretendidos por el movimiento político que desarrolla el discurso. Es el caso de facciones situadas del otro lado del terreno con propuestas semejantes. Pero igualmente, empeñadas en arribar al poder.
  4. Identificar el punto de inflexión (política) en el cual se hace posible dar los giros políticos necesarios para así formalizar decisiones que identifiquen posturas coincidentes que, por igual, tiendan a resistir los embates a que somete la incertidumbre a la actividad política. Por ello, se hace necesario lograr un equilibrio de mayor arraigo que motive la perseverancia necesaria para aglutinar disposiciones que atiendan y entiendan requerimientos políticos, sociales y económicos indispensables para el desarrollo humano. Como: El desarrollo integral de la persona. El respeto a la dignidad individual. El bienestar humano como ejercicio político de todo lo que cabe bajo las libertades y los derechos fundamentales del ser humano.
  5. Configurar una oferta electoral plenamente indicativa de los caminos que habrán de recorrer los objetivos y estrategias formuladas. De esa forma, se construye la confianza necesaria que luego se convierte en “motivación al logro”. Asimismo, con ello se despeja cualquier duda que impida satisfacer las interrogantes que surgen a medida que el proceso electoral transcurre. Allanar este respecto, propende a resolver el “cómo”. Pregunta fundamental de todo proceso electoral.
  6. Actuar sin tapujos que encubran traiciones, resentimientos o enmascaramientos. Esto obliga a presentar una candidatura, ajustada a ofertas posibles. A compromisos honestos. Incluso, a un programa modesto.  

De seguirse estas pautas, apoyadas en un eslogan que condense un mensaje político de buen impacto comunicacional, (por ejemplo: “el desarrollo nacional necesita de tus ideas”) podría cultivarse la confianza necesaria para alcanzar resultados favorables. Así se intentaría responder la pregunta que intitula esta disertación: ¿Cómo ganar un proceso electoral?

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