CaigaQuienCaiga.net

#NoticiaOpiniónPolítica

Del deseo y el miedo Por el Soc. Ender Arenas Barrios

Así está hecha la política venezolana de deseo y miedo. Son sentimientos generalizados, vividos tanto en el sector opositor, como en el propio régimen.

En el caso de la oposición es muy particular lo que se vive. Hay quienes (especialmente dentro de la diáspora) que desean febrilmente que los norteamericanos nos hagan el trabajo: desalojar a Maduro del poder, pero les da vergüenza admitirlo (no son pocos y señala, según las encuestas, que Trump en términos de legitimidad y aceptación está por encima de los líderes de la oposición).

De allí que todos sus análisis comienzan palabras más, palabras menos con: “Una flota de barcos de guerra norteamericanos ya se encuentran en las costas venezolanas, además de aviones, helicópteros, submarinos y unos 6 mil marines. Algo tiene que pasar pronto”.

Y sí, a lo mejor pasa y también puede no pasar. Pero, como dice   Elías Pino Iturrieta con quien comparto su parecer en su nota “No a la solución marina”, el mayor esfuerzo por el cambio debe partir de nuestras energías nacionales y no esperar la muleta norteamericana “porque no encontramos la manera de caminar sin ortopedia importada”.

 De allí que yo me cuento entre quienes, saben que una intervención militar no será suficiente sin la movilización generalizada de la ciudadanía que aspira el cambio. Con respecto a esto último, presumo que una gran parte del fracaso de las convocatorias para una movilización masiva de los ciudadanos, que pueda convertirse en una “sublevación multitudinaria” es que el miedo se ha instalado en las vísceras del ciudadano.

Un miedo que los paraliza y que lo ha matado muchas veces, aun cuando de pronto, se llene de valor y entonces “vuelva a cantar como la cigarra”. Pero, en general, lo he dicho ad nauseam: el miedo ha sido el enemigo de una voluntad colectiva por el cambio y ello hace más dramática la lucha por la recuperación de la democracia.

La transición que el 80% de los venezolanos sueñan no será un camino fácil.

En entregas pasadas, la he caracterizado como un proceso que será conflictivo y para nada ordenado y la preocupación del liderazgo será por hacerlo sostenible y para ello se requiere una enorme vocación de desprendimiento, que en ciertos sectores de la oposición no se observa mucho.

Las dificultades de la transición pasan por que el chavismo no desaparecerá por arte de magia, una vez que la oposición llegue al poder.

Su autoritarismo no solo se impuso de arriba a abajo, también se instaló, mediante, enclaves autoritarios de poder en el seno de la sociedad, impuso un lenguaje de guerra, una jerga militarizada y una confrontación permanente.

Esto, desde los tiempos de Chávez, en la que “el ser de un sujeto dependía de que el “otro” no sea”.

De esta manera, la forma de hacer política por el chavismo consagró a un “otro” no como adversario sino como enemigo y ¿quién es ese enemigo? El que es diferente.

Hoy esto se ha agravado, pues con Chávez la reducción del otro como un enemigo lo convirtió, al mismo tiempo, en el supuesto de su propia existencia, con Maduro, su reducción del otro como enemigo remite a su eliminación, inclusive, su aniquilación física.

Esa es una diferencia fundamental hoy. Esa situación, como ya la he mencionado, no se esfumará, con la desaparición del poder de Maduro y la claque que lo acompaña.

 Por otra parte, como, la oposición, no es un sector homogéneo, hay un detalle que debe resolver de llegar a ser gobierno: Su idea de orden y de democracia.

Más allá de las libertades de naturaleza formal, lo cual es una condición sine qua non para la existencia de la democracia, pues no hay democracia si esta no contiene procedimientos de naturaleza formal. La idea de democracia de los diferentes sectores de la oposición democrática está en construcción en las diferentes agendas opositoras.

Para un sector, el largo período chavista es un paréntesis que se abrió en 1998 y se cerrará en el momento que las fuerzas democráticas retomen el poder y, entonces, se recuperará la democracia tal como la conocimos: Para dicho sector la construcción del orden democrático se hará desde una “trayectoria tradicionalista” orientada sobre respuestas que ya se ensayaron en el pasado, donde “el Estado sigue siendo el instrumento por excelencia de la política”.

Obviamente, no será un orden unilateralmente construido, pues la presencia de los partidos políticos será importante, pero en términos del modelo que se presenta por este sector, el Estado será el lugar institucional donde se construye el orden político.

Un ejemplo, de ello, es la concepción que mantiene este sector sobre el manejo de los recursos energéticos (fundamentalmente el manejo del negocio petrolero) cuyo monopolio debe ser mantenido por el Estado.

El otro sector de la oposición, con una orientación estrictamente liberal hace descansar la transición sobre la sociedad civil y el mercado, este último, como el nuevo código del orden social.

No es que la estructura estatal no sea considerada importante junto con los partidos, solo que su importancia ha sido desplazada por la sociedad civil y al mercado oponiéndose, como modelo de orden político y social al modelo “holístico de sociedad” que subyace en la propuesta anterior.

Aquí el problema más agudo sería la constitución del sujeto político, pero esa es una discusión que no voy a meter aquí.

Ambas propuestas, sí coinciden en el diagnóstico que señala la acumulación de necesidades y carencias que el venezolano tiene y que se han profundizado desde 2017.

Los grupos sociales más afectados, por la acumulación de carencias- dice Ángel Flisfish, un autor chileno que trabajó los problemas enfrentados por la transición chilena- son un recurso sociopolítico para una movilización de gran envergadura.

La cuestión sería cómo serán movilizados y quién los movilizará. Cómo serán interpelados, ¿cómo pueblo?.

Entonces serían los partidos como mediadores los encargados de su movilización o cómo movimiento social con cierta autonomía e independencia, entonces serían interpelados como ciudadanos.

Presumo que, en la Venezuela de hoy, después de las primarias y especialmente, después del 28 de julio, se ha producido, definitivamente, “la activación y rebelión del coro”, con esto quiero señalar, que después de 20 y tantos años de dictadura, los actores antes consagrados como el centro de toda movilización política, no son más el centro, de allí, que el sujeto político constituido no será solo el de los “militantes” partidarios, que asumen que la política es un asunto exclusivo de los partidos.

 Ahora, allí estarían los obreros, sectores medios y profesionales, empresarios del sector industrial (inclusive, Alberto Volmer después de decir: “yo no fui a Washington a interceder por Maduro, son inventos de los bebedores de whiski que no les gusta el ron”), del sector agrícola, servicios y financiero, igualmente, las llamadas categorías sociales: mujeres, jóvenes, jubilados y pensionados.

Estos son los nuevos rostros de un nuevo pacto de sociedad y de un movimiento social que, reitero, desde el 28 de julio de 2024 se apropió exitosamente del concepto de ciudadano.

Creo que para la transición y consolidación de la democracia es bastante gente, como para decidir que los venezolanos si podemos y no tenemos que seguir esperando el tutelaje de Donald Trump.

Comment here