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Dembelé balón de oro: Los premios al marketing Por Santiago Hueck Y.

Santi Hueck

Ousmane Dembélé ganó el Balón de Oro. Ya todos lo sabemos, no es noticia, pero aquí vamos a analizar las reflexiones que nos dejaron estos premios. El francés es el experimento más bizarro en la historia del fútbol: Lo programaron sin saber si era diestro o zurdo y con unos huesos de cristal que lo hacían ver a un nuevo entrenador cada vez que se recuperaba. El Barça lo fichó por 105 millones de euros como una de las mayores promesas del fútbol, pero su potencial quedó tan guardado como sus relaciones sentimentales. Se casó y nadie de la plantilla siquiera sabía que tenía novia. Fue tratado de fraude, estafador y traidor por el club que le abrió las puertas, por quienes confiaron en él y lo aguantaron tantos años y por aquel único hombre que vio potencial en sus malas decisiones, tanto como para ponerlo como el emblema del equipo. No quiso seguir en ese círculo mediático tóxico y volvió a casa, a Francia, pero con una mentalidad mucho más firme; puso su cabeza en su lugar y el resto se acomodó por su cuenta. Le marcó un gol al Barça y se rió en su cara. Fue odiado y criticado, pero después, en la ceremonia del Balón de Oro, le dedicó unas palabras al club de su vida, a Iniesta y a Messi; y una pronta recuperación a Gavi en sus historias de Instagram. Un jugador peculiar, sin lugar a dudas, que siembra un sentimiento de culpa-odio en el barcelonismo, porque él también lo pasó mal en esa época; pero el destino, como su programación, ya estaba escrito. Después de todo, le tocaba celebrar bañado en oro, de la mano del único loco al que se le hubiese ocurrido ponerlo de delantero: Luis Enrique.

Todos los genios al principio fueron llamados locos y Luis Enrique no fue la excepción; está revolucionando el fútbol desde su estructura. Es el programador que busca cambiar los códigos del juego. Intenta controlar lo máximo posible. Cada victoria del París no es del club, sino de él, porque se anticipa en el planteamiento y en las formas. Luis Enrique está terminando su metamorfosis como el sucesor de la filosofía guardiolista, no por el juego, sino por imponer el futuro del fútbol con sus ideales; su transformación en calvo está casi completa. El español innovó al poner al mejor volante del mundo de central en el Mundial (no todos los cambios son buenos), revolucionar los saques del centro al tirar el balón al lateral para presionar desde el minuto uno, ver los partidos desde las gradas para tener el panorama completo y poner a Dembélé, un extremo desequilibrante, de delantero. No fue su creación, pero vio los materiales con los que estaba hecho y lo renovó para ser el mejor. Hay que cerrar el estadio, porque fueron genios incomprendidos por separado que, al unirse, no dejaron rastro de duda de su ingenio. Luis Enrique controló la perfección y encima usa tanga.

¿Cómo funciona el marketing?

Este es un premio que, citando a Cristiano, «ha perdido credibilidad» en los últimos años por culpa del marketing. Ya sé que ya pasó un año del Balón de Oro, pero pasaron cosas… Dembélé fue justo ganador, no voy a entrar en ese debate, pero sí en el podio. Según la CECCI (Cabeza Esquizofrénica para la Creación de Conceptos Inservibles) hay tres tipos de marketing. Casualmente, también es una pizzería a la que le regalo publicidad de calidad.

El primer tipo de marketing es el orgánico. Es el que se produce de manera natural. Seguramente han escuchado la frase «Este jugador solo es conocido porque juega en ese equipo», y esa es una verdad a medias. No es conocido por jugar en ese equipo perse, sino porque tú eres de ese equipo. Este es el marketing que premia el fútbol porque la gente consume sus partidos, pero solo aplica, en la mayoría de los casos, a equipos grandes que obviamente arrastran a millones de personas y hace que se valoren de manera distinta. Vamos a casos reales: ¿Pedri es mejor que Vitinha? Para mí, y cualquiera que entienda de este deporte, sí, pero eso tiene un porqué. Si ves treinta partidos del Barça y Pedri juega bien en los treinta, tiene mucho más peso que si ves cinco veces al París, aunque Vitinha haya sido la figura en esos cinco partidos. Todo deriva en el consumismo que producen los mismos equipos.

Paul Scholes es la vívida representación de lo que esto significa. Después del partido del Barça contra el Newcastle, dijo que Pedri era su nuevo jugador favorito. No marcó, ni asistió, ni siquiera fue el partido más lúcido de los azulgranas, pero cautivó con su juego individual. Después del partido, a la leyenda del United le llovieron críticas por descubrir a un jugador como Pedri un año tarde, pero en una entrevista días después dijo que no consumía el fútbol español, solo la Premier. Este es el mismo escenario que viven los periodistas que votan en el Balón de Oro: no les exigen una cuota mínima de partidos y desconocen el impacto individual de cada uno de los jugadores, por lo que no pueden formar una opinión subjetiva de los jugadores basada en talento o aporte colectivo y solo se basan en estadísticas.

Por otro lado, tienes el marketing impuesto: es necesario, pero es lo que la prensa te hace creer, lo que vende. Es imposible seguir todo el fútbol, pero la prensa te hace llegar cierta información que atenta contra la esencia de este deporte, porque los premios buscan (con sus criterios) igualar el grado subjetivo del talento con lo tangible, algo que es imposible. ¿Cómo se hace eso? Priorizando los números. Los medios no valoran quién tuvo un buen partido, solo goles, asistencias y títulos, y eso es lo que llega a la audiencia. Por eso, hoy más que nunca, en un fútbol donde cada vez es más complicado abarcarlo todo por la gran cantidad de partidos, el Balón de Oro, al entrar en comparaciones, se decidió por las contribuciones de gol y los premios. Lamine Yamal fue una excepción a lo numérico, donde el peso estuvo en lo subjetivo como producto del marketing orgánico. El ejemplo más claro es Viktor Gyökeres. Ese es el jugador cuyo nombre más has escuchado, sin ni siquiera ver un solo partido de él. La liga portuguesa no tiene marketing, no tiene interés, pero él se estaba cansando de marcar goles y eso es lo que llegaba a nosotros. Ambos tipos de marketing conviven en polos opuestos, pero se complementan. El orgánico pesa más porque es tu criterio, no necesitas que nadie te diga lo que viste, pero si eso no ocurre, la estadística adopta un rol principal.

Para resumir los dos tipos de marketing voy a poner un ejemplo reciente: Atlético de Madrid vs. Rayo Vallecano en la liga española. Si no te acuerdas del partido es normal, pero si te digo que Julián Álvarez marcó su primer hat-trick como colchonero, ahí la cosa cambia. El Atleti ganó ese partido 3-2 y absolutamente todas las cuentas de fútbol, desde los tiktokers hasta la prensa, hablaban de Julián como el mejor del partido. Eso es normal por la figura que representa y la forma en la que lo hizo. Todos se enteraron, así no hayas visto el partido. Ese es el marketing impuesto, el que te lo pone como figura. Pero ningún medio habló del partidazo de Marcos Llorente que es, junto a Julián, el que lleva al Atleti a flote. Ninguna cuenta lo destacó, y se lanzó un partidazo con asistencia incluida, pero solo el que vio el partido se enteró. Es el mismo partido, circunstancias muy específicas porque Julián hizo triplete, pero diferentes maneras de ver el fútbol: una superficial y otra más profunda de lo que revela el propio juego. Esto aplica al Balón de Oro también. Muchos, en su momento, ponían a Fabián Ruiz más arriba en el ranking, algo con lo que estoy de acuerdo, pero para ello le bajaron el precio a Mctominay, el mejor jugador de la Serie A y pieza vital para el título del Napoli. Yo no vi toda la temporada del club, pero tuvo un impacto inmenso y las personas le bajaron el valor porque no lo habían visto jugar. El marketing orgánico tiene mucho más impacto que el impuesto porque es tu versión de los hechos, pero sin el marketing impuesto, que fue otorgado por sus 16 goles y 6 asistencias, el título del Napoli y ser elegido como mejor jugador de la liga, el escoses no hubiese llegado a los nominados, aunque lo mereciese.

Por último, el marketing superficial, que es el que más daño hace y más se aplica. Es el de lo último, el de los momentos importantes. No me refiero a que el jugador aparezca en los momentos importantes, aunque precisamente tiene más peso por esto, me refiero a que los periodistas se quedan con lo último que ven. No ven las ligas, pero sí una semifinal de Champions y creen que ese es el resumen de la temporada. Este año, por ejemplo, en el Mundial de Clubes se vio esto. El que vio la Premier sabe que Palmer tuvo una temporada bastante irregular y no fue ni la sombra de la temporada pasada, pero de la noche a la mañana el Chelsea gana el torneo y Palmer se luce en la final con un doblete contra el mejor equipo del mundo , que lo posiciona como un fuerte candidato. El marketing orgánico se hace presente porque lo vieron jugar, pero obvian toda la temporada para sacar conclusiones de lo poco que ven. Esto aplica también para selecciones y el que gane el Mundial el próximo año (España) tendrá fuertes papeletas para llevarse el Balón de Oro.

Mi podio:

  1. Harry Kane

9- Nuno Mendes

8- Kylian Mbappé

7- Vitinha

6- Kvaratskhelia

5- Pedri

4- Mohamed Salah

3- Raphinha

2- Lamine Yamal

1- Ousmane Dembélé

No voy a justificar mis decisiones porque ya el Balón de Oro pasó hace tiempo y realmente a nadie le interesa, pero sí se pueden analizar ciertos factores que van mucho más allá. En el podio hay dos laterales, que reflejan las necesidades actuales del fútbol. Siempre se ha priorizado lo ofensivo, no es sorpresa, pero nadie antes lo había hecho así. Dani Alves y Marcelo redimensionaron la posición con sus facultades ofensivas que, poco tiempo atrás, eran un valor agregado. Antes la instrucción era defender y, si se podía, sumarse al ataque pasando por detrás del extremo para mandar el centro; eso era lo que se podía esperar. Pero ahora no es un valor agregado, es una obligación. En el fútbol táctico de ahora los equipos atacan con cinco: los tres de arriba, un mediocampista y el lateral, para generar superioridad numérica y luchar contra los bloques bajos. Pero ahora no rompen por afuera, sino por adentro, para encontrar los espacios y crear grietas en esa solidez defensiva. Los mejores equipos no son los que tienen mejores laterales a nivel individual , son los que entienden el funcionamiento para saber por dónde y cuándo romper entre líneas. El científico  tiene ambos factores en las 2 bandas y son muy pocos los jugadores que cumplen con esas condiciones; quizás el otro que mejor lo entiende es Laimer con el Bayern y les da una movilidad indescifrable. No solo se ve en los resultados, sino en las formas.

El fútbol actual está regido por lo táctico y la estadística. Se pierde lo subjetivo y el talento natural. Cuando sale un ‘distinto’ ya lo vemos en la cima mediatica porque es fuera de lo común, pero el fútbol es cíclico y estoy convencido de que volverán estos jugadores, si es que no han vuelto ya, porque el fútbol actual con bloque bajo te lo exige. Pero lo que sí puede cambiar es el valor que le demos a ese talento. Destacas más, pero eres menos valorado porque no se considera lo que aportas , sino lo que produce y se pueda contabilizars; esa es la tendencia actual. Hoy el Balón de Oro, sea Rodri o Dembélé, si los comparas con los del pasado, no son ni su sombra. Antes cada nombre, merecido o no, era una leyenda; hoy son jugadores de una sola temporada. Oficialmente hemos vuelto de una realidad que estuvo nublada dos décadas por los más grandes del deporte porque supieron hacer lo que nadie había hecho antes: ser futbolistas, pero ante todo ser deportistas de élite. Salimos de un lugar del que nunca nos quisimos ir, salimos de nuestras fantasías y volvimos a lo ordinario ,lo convencional.

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