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Opinión

¿Dosis de socialismo del siglo XXI? Por Antonio José Monagas

La demagogia ha sido siempre permanente razón de engaño de la cual se vale todo dirigente político para encauzar voluntades. Particularmente, cuando son endebles de carácter, formación y educación. Tan rastrera praxis política, se logra con el auxilio de una deliberada manipulación mediante la cual se hace sencillo oscurecer el pensamiento y por tanto la capacidad personal de discernimiento. De esa forma, se mediatizan actitudes y se confunden expectativas.

De su perversa incidencia no hay duda. Sobre todo, cuando quien gobierna tiene trazado enquistarse en el poder toda vez que se ha creído irreemplazable y necesario. Craso error por cuanto al final del tiempo del ejercicio de gobierno, apelan a recursos maliciosos, pero que tienden a garantizar el estancamiento de la política en curso.

Es ahí cuando invocan a la demagogia, como conducto para seducir. Aunque alevosamente disfrazada de la idea de brindar amparo, a sabiendas que debajo de tan umbrosa intención se esconden planes de destrucción de todo cuanto evidencia lo contrario.

Es el momento en que la población comienza a concienciar el efecto de tan siniestras medidas y procede a rechazar las mañosas argucias de esos gobernantes variando las formas de protestas públicas utilizadas.

El meollo del problema

Cuando un gobierno armado de ideologías retrógradas, apuesta a lograr una gestión que reivindique valores trascendentales que dignifiquen libertades y derechos humanos, su propósito se convierte en un “tiro al piso”. O sea, en meras promesas  que en el tiempo se descomponen y disuelven sin que las realidades tengan la posibilidad de corresponderse con la oferta declarada.

Es la situación en que la palabra se distancia de la realidad provocando no sólo un grave divorcio entre el deber, el poder y el hacer. También, induce el caos con la fuerza suficiente para ahogar y hacer que sucumban esperanza, sueños y necesidades clamadas.

Es exactamente el problema que padece Venezuela luego de observar y comprobar la miseria que ha venido adueñándose de los terrenos donde habría podido cultivarse un país en consonancia con un desarrollo alineado con las capacidades y potencialidades de una sociedad consciente del significado de vivir en democracia.

Sin embargo, todo se complicó por cuanto los compromisos gubernamentales se quedaron en sólo: “canturreo de chicharras”. Todo se ha visto como una recargada dosis de ficción que sirvió a las apetencias de gobernantes demagogos, Tanto como de activistas incautos al comportarse como operadores furibundos de doctrinas que desconocen en toda su amplitud.

O es que tan apesadumbrada situación vivida por causa del ejercicio del maltrecho socialismo del siglo XXI, es una burda expresión de una grosera y repugnante ¿dosis de socialismo del siglo XXI?

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