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Opinión

Elecciones como opción Por Rafael Díaz Blanco

Los promotores incondicionales del voto argumentan que participar en las elecciones del 21 de noviembre es la única opción. Nos preguntamos ¿es realmente una opción para salir del régimen o por lo menos para adelantar su caída? Más allá del ventajismo (control del Consejo Nacional Electoral, inhabilitación de candidatos, uso de los recursos del Estado, persecución, violencia, etc.) y la alteración de los resultados ¿hay alguna garantía o por lo menos una posibilidad de que esta vez sea diferente? Las dos veces que el régimen ha reconocido un resultado desfavorable en una elección nacional, no ha aceptado sus consecuencias constitucionales. En 2007, cuando la mayoría expresada en referéndum rechazó la reforma constitucional, incluyendo la no reelección, continuaron realizando los cambios propuestos mediante leyes inconstitucionales y más tarde, aprobarían la reelección indefinida en una inconstitucional enmienda. En 2015, cuando la mayoría democrática alcanzó en las elecciones parlamentarias las dos terceras partes de la Asamblea Nacional, se cercenó la mayoría calificada y el ejercicio de las atribuciones del parlamento. Apenas conocido el resultado electoral adverso se nombró apresuradamente y en flagrante violación de la Constitución un nuevo Tribunal Supremo de Justicia que así lo decidiría. Una tras otra, fueron declaradas inconstitucionales las leyes sancionadas. Se impidió hasta la interpelación de los ministros. Finalmente, la Asamblea Nacional sería declarada en desacato y sustituida por una Asamblea Nacional Constituyente convocada inconstitucionalmente y mediante fraudulentas elecciones. Ni siquiera una nueva constitución aprobarían.

Por supuesto, las elecciones venezolanas han servido repetidamente para hacer evidente su carácter fraudulento, la carencia de respaldo popular al régimen, así como su carácter dictatorial. Dicha situación llevó al desconocimiento internacional de la reelección de Maduro y al reconocimiento de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional y más adelante presidente del gobierno interino. No obstante, Maduro se mantiene en el poder y la presidencia interina no ha podido asumirlo efectivamente. Se ha ido debilitando como era previsible al no contar con la fuerza necesaria para hacer cumplir sus decisiones. Asimismo, ha mermado el apoyo popular a Guaidó y la actual campaña electoral, así como el diálogo de México, parecen estar orientados a dar por concluido el gobierno interino.

Ciertamente, hoy la realidad es distinta a la de años anteriores. La represión es generalizada. El número de presos políticos incluyendo militares rebeldes aumenta. Las víctimas de violación de derechos humanos son superiores. Los venezolanos que abandonan el país se incrementan diariamente. El empobrecimiento ha alcanzado cifras increíbles. La situación económica y social del país es catastrófica. El aislamiento internacional de Venezuela es evidente, sin embargo, hay una creciente dependencia del exterior tanto del gobierno como de la oposición. La ayuda y cooperación internacional es indispensable para salir del régimen dictatorial y reconstruir el país.

¿Son las elecciones la vía constitucional y democrática para elegir nuestros representantes y gobierno? Ciertamente. ¿Quiere la gente salir de régimen mediante elecciones? Indudablemente. ¿Cuáles son las razones? Durante más de 40 años los venezolanos resolvimos nuestras diferencias mediante elecciones libres. Nos acostumbramos a hacerlo por la vía electoral. No obstante, una de las críticas de mayor entidad a nuestra democracia de fines del siglo XX fue haberla ido reduciendo paulatinamente hasta degenerar en una partidocracia electoral. Durante el siglo XXI se ha mantenido en buena parte de nuestra dirigencia esa visión restrictiva de la política que la reduce a lo electoral. Las elecciones terminan siendo una festiva carrera con aires premodernos para repartir el poder y participar en el botín mediante cargos o contratos para lo cual lo importante es ganar sobre cualquier otra consideración. Lamentablemente, muchos de nuestros dirigentes opositores no están en capacidad de concebir la política de una manera diferente. Por otra parte, las elecciones generan un circuito económico que en estos tiempos de empobrecimiento general es muy importante para muchos. Las campañas electorales pueden significar por un tiempo la diferencia entre comer y pasar hambre, sobrevivir o morir. Para otros, una oportunidad de enriquecerse rápidamente. Para el régimen las elecciones son un intento por alcanzar una apariencia democrática, de comprometer a la oposición, de obtener el reconocimiento como gobierno legítimo sobre todo de cara al exterior. Para todo ello es necesario la participación electoral opositora.

¿Se puede salir del régimen mediante las elecciones regionales? Por supuesto que no. No está en juego el poder, ni siquiera la presidencia de la república, mucho menos la jefatura de la fuerza armada. ¿Se puede avanzar en una estrategia electoral para en unas elecciones presidenciales salir de Maduro? En una democracia indudablemente. En la Venezuela dictatorial por ahora no existen condiciones.

Se dice que el pueblo quiere una salida electoral. Así es. Los demócratas siempre queremos una salida electoral. Pero ¿es posible realizar unas elecciones libres?, ¿están dadas las condiciones necesarias?, o ¿se trata simplemente de un reacomodo que lleva a la cohabitación indigna con la dictadura? o, más bien, ¿expresión de una dirigencia incapaz de ver en la política algo más que elecciones?

Es cierto que la campaña electoral sirve para movilizar la población, para crear un ambiente de sueños e ilusiones que no se corresponden con la realidad objetiva y se convertirán en una nueva frustración, para muchos en engaño, que alimenta la anti política y desesperanza que tanto ha favorecido a la dictadura.

@rafidiaz

alzandolavoz.wixsite.com/rafidiaz

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