Un artículo de PanamPost lo revela todo
Desde que Hugo Chávez hizo sus primeros acercamientos con la industria cinematográfica de Estados Unidos, pensamos que nada bueno podría salir de allí. Actores como Danny Glover, Sean Penn y Kevin Spacey se dieron un paseo por Venezuela para conversar con el difunto mandatario, pero entre largas conversaciones de socialismo, cine y cultura contemporánea efectivamente nada salió de allí, ni siquiera un cortometraje barato sobre Florentino y el Diablo, aunque Glover se llevó 28 millones de dólares.
Sin embargo, años después que Miraflores fuese el lobby de estas estrellas de cine, se podría decir que el chavismo si pudo infiltrarse en Hollywood después de todo; y no, no para hacer películas de Maduro con Brad Pitt de protagonismo, sino que el dinero del estado venezolano ha sido el que ha tomado protagonismo en algunas producciones cinematográficas de alto calibre.
¿Y cómo sucedió esto?
Según un artículo escrito por la periodista Sabrina Martin, publicado por PanamPost, un ex diplomático venezolano llamado Maximilien Sánchez Arvelaiz y el hijo de Alex Saab, han podido cumplir el rol de productor y actor, respectivamente, dentro de esta franquicia cinematográfica donde es difícil incursionar.
Con información de Panam Post
Sánchez Arvelaiz, quien era encargado de negocios de Maduro en Washington se vio obligado a abandonar su cargo diplomático tras la ruptura de relaciones entre Estados Unidos y Venezuela. En lugar de abandonar suelo norteamericano en 2016, decidió convertirse en productor de grandes películas de cine como Snowden.
Arvelaiz fue asesor comunicacional de Hugo Chávez y dos veces embajador de Venezuela en Brasil y Estados Unidos. Aparece como productor ejecutivo de Snowden, dirigida por Oliver Stone y costó unos 40 millones de dólares.
«Arvelaiz fue una figura oficial del régimen, debe estar formado en materia de inteligencia. Fue el último encargado de negocios», dijo a PanAm Post Joseph Humire, especialista en seguridad internacional y director ejecutivo del Centro para una Sociedad Libre y Segura.
El exdiplomático venezolano se mantiene en suelo norteamericano produciendo películas de «alto calibre». De acuerdo con IMDb, ha producido cuatro largometrajes: Snowden (2016), Van Gogh a las puertas de la eternidad (2018), Tombstone-Rashomon (2017) y The Jesus Rolls (2019).
«Siendo un país ‘enemigo’ como lo son Venezuela y Estados Unidos, no creo que Maduro haya designado a cualquiera para ese cargo. Max Arvelaiz debe ser especialista en materia de inteligencia. ¿Qué haría entonces un hombre cómo él en el mundo de Hollywood?», cuestionó Humire.
En 2015, Shadi Nain Saab, hijo de Alex Saab, testaferro de Maduro, actualmente preso en Cabo Verde, también incursionó en Hollywood como actor. De acuerdo con el portal cinematográfico IMDb, participó en películas de acción como All-Star Weekend, dirigido y producido por Jamie Foxx y el cortometraje King of LA.
Nació en 1996, y en 2015, a sus 19 años, participó en su primer largometraje. Dos años después ya viajaba con su padre a México a reuniones confidenciales para lograr el entramado de lavado de dinero de «oro por comida».
Pese a que se desconoce una relación entre ambos agentes del chavismo, su presencia en Hollywood indicaría el interés del régimen por mantener su presencia en el mundo del cine en suelo estadounidense.
Cine estratégico
De acuerdo con Humire, Gobiernos como Rusia e Irán aplican el «cine estratégico», que tiene doble propósito, la función propagandística y la de espionaje. «La parte propagandística es obvia, donde intentan meterse en diferentes esquemas para dar una narrativa a favor de la revolución, como la reciente película La Red Avispa del actor venezolano Edgar Ramírez que es propaganda cubana», señaló.
«Es propaganda a nivel cultural y lo hacen a muy alto nivel, y para eso hay que desarrollarse en el mundo de la producción cinematográfica. El otro propósito es el espionaje; en muchos casos usan a actores o productores famosos como una cobertura para hacer sus movimientos. Eso lo hacen Irán y Rusia», informó. «La industria del cine persa, por ejemplo, es un punto para mirar porque han servido como entrada a la inteligencia iraní», recordó Humire.
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