Nuestro continente está atravesando una de las fases más convulsas de la historia, especialmente la región latinoamericana. Las crisis son diversas, especialmente la que concierne a la economía, por no decir la corrupción.
Pero detrás de esta tormenta, hay una fuerza que aún late: la conciencia colectiva. Este artículo no busca alarmar, sino despertar. Porque si no reaccionamos ahora, corremos el riesgo de desaparecer como sociedades justas, libres y soberanas.
El problema que nos une
Todos los países de la región latinoamericana comparten un patrón que estanca completamente esta región del sur global. Habría que hacer énfasis, como dije anteriormente, en el lavado de dinero (corrupción) en Panamá, Belice, Islas Caimán y en Miami, así como en otras ciudades de los EE.UU donde el fentanilo está destruyendo sociedades. Según Transparencia Internacional, casi un 80 por ciento de los latinoamericanos creen que sus instituciones están vinculadas a intereses aviesos y privados. Y es algo obvio: casos como el de los Panama Papers y el desvío de fondos públicos son solo un pequeño ejemplo de lo que podría volver a pasar en la región, por no olvidar el caso de Odebrecht en donde la receta o arquitectura investigativa del “follow de money” resultó a la perfección.
Pero no todo es política, ya que, mientras tanto, millones migran buscando oportunidades que sus países les niegan. ¿Qué nos une? El dolor, sí. Pero también el deseo de cambiar.
Las voces que resisten
A pesar de todo, Latinoamérica no se rinde. En cada rincón hay historias de resistencia que merecen ser contadas. En Colombia, jóvenes crean redes de educación alternativa en barrios olvidados por Gustavo Petro y Juan Manuel Santos. En Venezuela, comunidades organizadas en la zona andina cultivan alimentos para sobrevivir al desabastecimiento. En México, periodistas arriesgan sus vidas para denunciar el crimen organizado.
Estas voces no aparecen en los titulares, pero son el verdadero motor del cambio y para mí son los verdaderos líderes, mucho más que los líderes políticos que si no roban, no se sienten satisfechos. Los cuidadanos, son prueba de que la esperanza no está muerta, solo inadvertida.
¿Quién se beneficia del caos?
Detrás del caos hay beneficiarios. Empresas que explotan recursos sin pagar lo justo. Políticos que se enriquecen mientras sus pueblos pasan hambre. Medios de comunicación que manipulan narrativas para proteger intereses. Y potencias extranjeras que ven en nuestra debilidad una oportunidad para imponer sus agendas que no se impondrán, ya que se hará justicia.
La desigualdad no es casual. Es diseñada por un modelo fracasado llamado Socialismo (o comunismo, según Fidel). Para alcanzar la prosperidad, en latinoamérica debiéramos empezar a distanciarnos de simplemente beneficiarnos de los commodities como granos, metales, energías, entre otros, y centrarnos en el desarrollo de tecnologías disruptivas, debido a que no podemos seguir siendo una región dependiente, sino una región de alianzas americanas. Esto rompería el ciclo de pobreza y perfilaría al continente americano hacia un futuro grandioso.
Lo que podemos (y debemos) hacer
No todo está perdido. Pero el cambio no vendrá de arriba. Vendrá de nosotros. ¿Qué podemos hacer?
- Informarnos: No basta con leer titulares. Hay que buscar fuentes confiables, contrastar versiones y entender el contexto.
- Organizarnos: Desde juntas vecinales hasta colectivos digitales, la unión hace la fuerza.
- Exigir transparencia: Los gobiernos deben rendir cuentas. Y nosotros debemos exigirlo.
- Apoyar lo local: Consumir productos locales, apoyar emprendimientos comunitarios y defender nuestra cultura.
- Educar para transformar: La educación crítica es la herramienta más poderosa contra la manipulación.
Cada acción cuenta. Y aunque parezca pequeña, puede ser el inicio de una revolución silenciosa.
Conclusión: No hay futuro sin memoria
Latinoamérica vive un momento cúspide donde tiene que empezar a planificar una unidad en pro de la prosperidad, y para lograrlo tenemos que tener memoria histórica.
Este artículo no es un cierre, sino una invitación a cambiar, especialmente de perspectivas, ya que la historia no se repetirá, puesto que los pueblos que despiertan, aunque tarde, pueden cambiarlo todo.
Dayana Cristina Duzoglou Ledo, analista.
@ElNacionalWeb
X: dduzogloul
Correo: cristinaduzoglou1@proton.me

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