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Increíble: De las tres espadas “malditas” de Bolívar, solo una se puede probar que fue suya (y no es la de Petro)

La de Lima es la única de verificado ‘pedigrí’ y valor, pues rebosa oro y brillantes. Le acompañó hasta su triste final, cuando preparaba su exilio después de que le quisieran matar. Chávez y ahora Maduro se la han ‘prestado’ a Putin, Gadafi… Las otras se asocian a nombres de violencia y caos: M-19, Pablo Escobar y las Farc

Bolívar sabía cuál era el valor de su gran espada. Y fue la que legó a los suyos. No era la que lució Petro, que ni siquiera puede asegurarse que fuera suya. Era otra, la de Lima, elaborada por el gran orfebre andino Chungapoma, de oro y diamantes. Digna de un emperador.

Era la gran espada. Porque no hubo una sola espada de Bolívar. Existieron más de una decena importantes, por su carga simbólica, sean ellas auténticas o fake.

Durante su vida, habría ido regalando una tras otra. Y muy pocas se han conservado. O se ha probado que fueran originales. Aún así, hay tres que han tenido un malditismo por lo que sucedió con ellas. Hugo Chávez tuvo la osadía de sacar la espada de Lima y exponerla como símbolo de su poder. La puso en manos de Gadafi, de Mugabe, de Erdogan… y de Putin también.

De esta santísima trinidad de las espadas de Bolívar, la única auténtica 100% es la engarzada con brillantes y digna del mismísimo Carlomagno. Se dice que fue la que acompañó a Bolívar hasta su triste final. Otras dos tienen una sorprendente carga maligna. Puras sombras. Le sigue en relevancia la que secuestraron los guerrilleros del M-19, los otrora compañeros de Petro, y que pasó hasta por un prostíbulo. Y la televisiva, la que se asegura tuvo en su poder Pablo Escobar -aunque algunos digan que estas dos últimas eran la misma, casi seguro que no- , de valor real ínfimo o inexistente.

La leyenda y la mentira acompañaron a las tres. Y la tragedia. Estas son sus historias, entrecruzadas, con las que se podría escribir una novela. O novelas.

1. LA DE LIMA Y SUS 1.367 BRILLANTES

Es la gran espada del libertador. Fue creada por el artesano andino Chungapoma. Su valor es incalculable pero solo en oro y piedras preciosas supera los 1,4 millones de euros. Los chavistas se han gastado 800.000 euros en copias

Simón Bolívar, con sangre castellana, vasca y canaria, es uno de los grandes personajes de siempre y, como tal, consiguió tener una espada a la altura de su mito. Una leyenda que comenzó de niño, con la pérdida de su padre, de su madre, de su abuelo cuando aún no había cumplido 15 años. Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios era miembro de la alta aristocracia de Caracas.

Como correspondía a su estirpe y su fortuna, se casó con una marquesa. La madrileña María Teresa Josefa Antonia Joaquina Rodríguez del Toro Alayza fue el gran amor de su vida, y su única esposa. Ella tenía 21, él 19.

La muerte de ella lo cambió todo. Menos de un año después de su matrimonio, en 1803, la marquesa de Toro falleció y él prometió no volver a contraer nupcias. Dedicaría su vida a su lucha: la independencia de América de la Corona española.

En 1824, tras la gloriosas batallas de Junín y Ayacucho, Bolívar ascendió a los altares de la Historia. Una historia que después sería revisitada, pero esa gesta no podía borrarse. Tras la victoria, se fabricó en su honor la espada de Lima. La elaboró el artesano Chungapoma, empleando oro macizo y 1.367 brillantes. Entonces, sólo las joyas costaron 50.000 soles peruanos, lo que hoy serían más de 1,4 millones de euros. Aunque su valor real es incalculable. Una espada más propia de un monarca que de un soldado.

Y de esa pompa bien sabía Simon Bolívar. Karl Marx ha rememorado en sus escritos sobre Bolívar que éste «estuvo presente en la coronación de Napoleón como emperador, en 1804». Justamente el padre del comunismo fue extremadamente duro con Bolivar: «Ver al cobarde, más miserable y más mezquino de los canallas descrito como Napoleón I fue demasiado. Bolívar es un verdadero Soulouque». Era un desprecio feroz de Marx. Soulouque era un ex esclavo que devino en emperador de Haití.

Era un doble juego el de Marx. Apelaba a su origen aristócrata y acaudalado por el que, según distintos historiadores, fue poseedor de entre 300 a 2.000 esclavos (así de exactos son con Bolívar). Cierto es, pero a la vez incompleto. Bolívar fue amigo de los esclavos -se dice incluso que fue amamantado por una- en una época donde todo esto se consideraba absolutamente impropio… Bolívar, el amoroso hombre que se casó con una noble, eso sí, fue también monárquico. Lo demuestra su correspondencia.

Una carta de su secretario de gobierno y amigo José Manuel Restrepo, de 1829 y dirigida al general Bolívar, lo corrobora: «Varias veces he oído decir a usted que Colombia no tenía otro remedio que llamar a un príncipe extranjero, y que, si la nación lo llamara a usted, lo apoyaría con todo su influjo…».

Los últimos días del libertador fueron penosos, entre conspiraciones y esquivando intentos de asesinato. Se preparaba para el exilio europeo cuando murió -oficialmente- de tuberculosis. Con la espada de Lima siempre cerca. La que heredó su sobrina Benigna Palacios. La que empuñó Hugo Chávez y de la que presumía con Gadafi, Lukashenko, Ahmaniyehad, Mugabe y Putin. Y se gastó, como recuerda Ibsen Martínez, 800.000 dólares en regalarles copias de la grandilocuente espada.

2. LA QUE ‘SECUESTRÓ’ LA GUERRILLA A LA QUE PERTENECIÓ PETRO

Su robo fue la mejor estrategia de marketing para el M-19. Llegó a estar escondida en un prostíbulo tras ser robada por el grupo guerrillero al que el político perteneció. Ahora el presidente colombiano la quiere convertir en ‘bandera’ de su mandato. Ni los principales museos ni expertos de Colombia han podido dar fe de que le perteneciera a Bolívar.

Gustavo Petro quiso, en su toma de posesión como presidente de Colombia, hacer un Chávez. Y mostrar otra espada de Bolívar supuestamente cargada de simbolismo. Pero no por lo que han reconocido los especialistas, sino más bien por lo que sucedió en 1974, cuando los guerrilleros del M-19 robaron una espada que estaba en la Quinta de Bolívar. Una operación de marketing -apenas había seguridad-. ¿Por qué? Quizás porque nunca pudo atribuírsele pertenencia a Simón Bolívar.

La importancia vino después del secuestro de la espada. Los M-19 la fotografiaron con sus símbolos y difundieron su latrocinio por todos los medios. Enfurecieron al Gobierno. Desde entonces mantenerla escondida fue una de sus prioridades, mientras secuestraban y mataban. Y se aliaban con grupos terroristas como el MRTA peruano. El periplo de la espada pasó por un prostíbulo, por la casa de un poeta, fue escondida en un bloque de cemento, en un sofá… en valija diplomática terminó en Cuba. Tras los acuerdos de paz, fue devuelta en 1991.

Ese mismo año, El Tiempo, el principal periódico de Colombia, hizo hincapié en la imposibilidad de conocer el origen de esta arma: «La espada siempre ha estado rodeada de un halo de misterio: ni en la Academia Colombiana de Historia ni en la Quinta de Bolívar, por ejemplo, saben exactamente su origen ni cómo llegó a manos de El Libertador».

Ya en 1924, como bien recuerda, El Espectador se rotulaba así de dudoso: «una espada con empuñadura dorada y vaina de cobre que se cree perteneció al Libertador». A pesar de la notable interrogante, se inventarió como si realmente hubiera sido empuñada por Bolívar.

La revista Semana corrobora el entuerto: «Algunos expertos vinculados a la Academia Colombiana de Historia sostienen que la espada no había sido de propiedad del Libertador, y no figuraba en los catálogos del museo de la Quinta de Bolívar. Lo que sí estaba certificado como de uso personal de Bolívar eran un par de estribos y dos charreteras que se encontraban con la espada… Estos últimos objetos, sin embargo, no fueron devueltos…». Gustavo Petro, que se unió a la guerrilla cinco años después del robo de la espada, en 1979, con 18 años, siempre supo el valor simbólico de ella. Él pasó 18 meses en la cárcel por posesión de armas. Su alias entonces era Aureliano. Tras la renuncia del M-19 a seguir matando y su transición a la vida política, Petro comenzó una fructífera carrera política.

//NO UTILIZAR SIN PERMISO DE FOTOGRAFÍA// Fotógrafo: Carlos Garcia Pozo 21/02/2020 – Madrid – Comunidad de Madrid – Reportaje entrevista con Andrés Roca-Rey torero peruano

Una que culminó con la victoria en las últimas elecciones presidenciales. El homenaje de Petro a la dudosa espada de Bolívar, por lo expuesto, tiene más que ver con un homenaje a la tropelía fundacional del M-19 y a emular a Hugo Chávez, que a lisonjear al libertador.

3. LA DE PABLO ESCOBAR

El narco se la regalaría al hijo y se pierde en las brumas de la leyenda negra del capo. Aunque se ha dicho que sería la que robó el M-19, se parece más a otra que las FARC exhibieron como trofeo. Únicas pruebas: la palabra del primogénito de Escobar y su sicario. El asesino ‘Popeye’ ha dicho que se la entregaron al narco en la mano. El hijo de Escobar recrea incluso la conversación antes de que se la dieran. ¿Pura palabrería?

Hay otra espada que cabalga entre la ficción y la mentira (o la misma que robaron los del M-19, según quien relate el cuento). Es más que un rumor que una espada de Bolívar terminó en manos de Pablo Escobar. Es otra de las múltiples paradojas real-espantosas de la biografía del capo. Su hijo lo ha afirmado en sus libros (publicados en España por Península).

-Venga le muestro una cosa. Camine, venga hijo -dice Pablo Escobar.

-A ver, papi, ¿qué es lo que tienes ahí?

-La espada de nuestro libertador Simón Bolívar.

-¿Y qué vas a hacer?, ¿la vas a colgar en la Taberna con el resto de espadas? -pregunté sin darle la menor importancia.

-Se la voy a regalar, para que la ponga en su pieza. Cuídela, que esa espada tiene mucha historia. Vaya pues, pero manéjela con cuidado. No se ponga a jugar por ahí con ella.

¿Qué pasaría con la supuesta espada del libertador que estaba en manos de los Escobar? Manejaban tanto dinero y excentricidades, que no le dieron importancia. «Con la espada de Bolívar ocurrió lo único que podía pasar con un adolescente que recibe un regalo como ese: que la espada terminó refundida por ahí, en alguna finca o apartamento. Le perdí el rastro porque no me importaba», rubrica en papel Juan Pablo Escobar.

Hasta que después tuvo que devolverla. «Antes de entregarla pedí que me tomaran algunas fotografías, que resultaron bastante improvisadas. Ofrezco disculpas por la actitud que asumí en ese momento y la falta de respeto hacia un símbolo tan importante de nuestra historia. Mucho tiempo después había de entender la importancia de ese momento y por qué mi padre llamó en tono tan perentorio a pedir la devolución de la espada de Bolívar»…

En la serie Narcos, la espada ocupa un capítulo especial. En él, Iván el Terrible, fundador del M-19, rendido y humillado, se encuentra con el narcotraficante colombiano más temido. El guerrillero genuflexo le entrega el sable de Bolívar, como despedida, ya que Escobar había puesto precio a su cabeza y a la de su familia por el secuestro de la hija de un miembro del Cartel de Medellín. Escobar, en el guion, le perdona la vida por el gesto.

«Liberar Colombia», suelta Escobar en la producción de Netflix. Esta entrega, dentro de los círculos de la izquierda ligados al M-19, siempre se negó. Incluso un importante guerrillero se lo reiteró directamente después al hijo de Escobar. Pero, aún así, caló en el imaginario popular. Especialistas como Daniel Mejía, director del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas de la Universidad de Los Andes, asegura que «muchos en Colombia dan la historia como cierta», ha rememorado la BBC.

Durante el debate por la presencia de la espada de Bolívar una senadora publicó una foto de Juan Pablo Escobar con la espada. Le llovieron insultos y rectificaciones. Porque efectivamente, a simple vista, el arma nada tiene que ver con la que estaba en la ceremonia presidencial de Petro. Sería otra, de ser verdadero el cuento de los Escobar (y de su sicario de cabecera, el fallecido Popeye, quien señaló: «El M-19 le entregó a Pablo Escobar la espada en la mano»). La espada de la imagen es mucho más parecida a la que las FARC exhibieron hace unos años, en 2010, proclamando que era la de Bolívar. Sin pruebas. Solo palabrería y propaganda, una vez más.

EPÍLOGO

Hay una real espada que está desaparecida. Quizá la única que puede rivalizar -incluso superar- en significado y simbolismo con la de Lima. Es la que usó durante las gestas de Junín y Ayacucho, o la consagración de la independencia de América. Un sable aserrado era su seña de identidad. Desapareció de un museo peruano en 1968. Auténtica y con paradero desconocido aún. Otra espada maldita.

Fuente Elmundo.es

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