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La soledad de Maduro

Hace una semana Trump declaró cerrado el espacio aéreo venezolano lo que da pie a pensar que está considerando seriamente atacar Venezuela. Esto lo había revelado poco antes y de forma que no daba lugar a equívocos. Dijo textualmente, “la tierra es más fácil, esto va a empezar muy pronto”. Lo comentó de pasada durante la celebración del día de acción de gracias en su residencia de Mar-a-Lago. Sorprendió porque se trataba de una ocasión festiva, pero es muy típico de Trump soltar este tipo de bombas en mitad de una fiesta. El hecho es que el gobierno de Estados Unidos no puede cerrar el espacio aéreo de otro país, pero la FAA puede prohibir a las aerolíneas estadounidenses volar a ciertos países o en su espacio aéreo. Las aerolíneas estadounidenses (como Delta, United y American Airlines) no operan vuelos directos a Venezuela desde marzo de 2019. Esta suspensión se debe a la imposición de sanciones por parte del Departamento del Tesoro de EEUU, que prohíben transacciones financieras con el gobierno venezolano, y eso incluye pagos por billetes de avión. El gobierno de Venezuela condenó la decisión de Trump para cerrar el espacio aéreo y la calificó de amenaza colonialista. El cierre tiene, eso sí, una consecuencia directa sobre los vuelos de repatriación de inmigrantes venezolanos. Durante casi todo el año Venezuela ha aceptado unos dos vuelos semanales con inmigrantes venezolanos deportados de Estados Unidos. Pero eso ya da un poco igual porque si realmente está decidido a atracar cualquier acuerdo con el Gobierno anterior será papel mojado. Con el próximo podrá enviar tantos deportados como desee.

Moscas a cañonazos

El ejército de Estados Unidos lleva varias semanas realizando bombardeos simulados contra Venezuela. Esto lo sabemos por datos abiertos de seguimiento de vuelos. También ha ido incrementando su presencia en el Caribe para permitir mayor apoyo a las operaciones aéreas si Trump decide seguir adelante. La semana pasada el presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, autorizó el reabastecimiento de aeronaves estadounidenses en su territorio. El ejército de Estados Unidos está también instalando un sistema de radar en la isla de Tobago, a muy corta distancia de la costa venezolana. Hasta la fecha han utilizado bases en Puerto Rico y el portaaviones Gerald Ford, que lleva ya un par de semanas en la zona. La presencia de este portaaviones es indicativa del poder de fuego que el ejército estadounidense ha concentrado en el Caribe. Aparte de él, hay varios destructores, cazas F-35 y drones Reaper. Oficialmente todo eso está ahí para luchar contra el narcotráfico. Hasta la fecha han realizado unos 20 ataques contra barcos que presuntamente transportaban droga. Parece demasiada potencia de fuego para atacar pequeños barcos de narcotraficantes. Si solo lo quieren para eso están matando moscas a cañonazos. De modo que algo tiene que suceder, pero no sabemos el qué. A estas alturas echarse atrás es demasiado arriesgado. Uno de los dos presidentes va a perder, y será Trump el que pierda si Maduro consigue mantenerse en el poder.

El hecho es que Trump nunca ha dicho de forma explícita que el cambio de régimen en Venezuela sea su objetivo, pero es evidente que lo que busca es precisamente eso. Ha recordado a Maduro que sus días están contados y poco a poco ha ido incrementando la presión política, diplomática y militar sobre el dictador. Uno de los mensajes que ha enviado es que Maduro debería exiliarse por su propio bien. Para ello ha reunido una fuerza naval de grandes dimensiones, la mayor que se recuerda en mucho tiempo. Oficialmente, como decía antes, es para la lucha contra los carteles del narcotráfico que operan en el Caribe. Pero no se envía al 25% de los buques de guerra de la Armada que se encuentran en este momento desplegados, cazas de última generación y miles de marines para hundir pequeños transportes de droga. En Washington todo son rumores. Los hay que apuntan a una invasión inminente, otros aseguran que Trump no lo tiene del todo claro. Lo de cerrar el espacio aéreo de Venezuela es quizá una indirecta para que Maduro se exilie en Cuba o en cualquier otro país amigo como Nicaragua o Irán. Pero ¿qué pasaría si decide hacer oídos sordos y no se va? Por sus comparecencias públicas es fácil adivinar que está visiblemente nervioso. No hace más que suplicar la paz, incluso cantando y bailando, y al mismo tiempo realiza llamadas muy desafiantes a la resistencia contra el invasor imperialista. También ha movilizado a su ejército para un posible conflicto.

Cuba pide que se quede

Puede que Maduro no sea completamente dueño de su propio destino. El servicio de inteligencia de Cuba le apoya sin fisuras y le ha pedido que se quede. La inteligencia cubana está muy infiltrada en Venezuela y esa infiltración alcanza directamente al palacio de Miraflores. Están tan preocupados con una invasión estadounidense como con un golpe de Estado interno. Para el régimen castrista mantener Venezuela es fundamental. Es cierto que ya no reciben la cantidad de petróleo que recibían en otras épocas, pero sigue siendo muy importante tener a Venezuela de su lado. Si cambia el gobierno por otro que sea pro estadounidense Trump podría volver su atención hacia ellos. Saben que uno de sus peores enemigos está en el gabinete: Marco Rubio, enemigo declarado de los Castro y del régimen cubano. Venezuela, también es importante para Rusia. Se sabe, por ejemplo, que hace no mucho Putin envió a un general a Caracas para asesorar al ejército venezolano. Al Kremlin le encanta molestar a Estados Unidos en su patio trasero y desestabilizar así a los gobiernos estadounidenses. Pero, aparte de eso, en el caso de que se produjese un cambio de gobierno en Venezuela, la producción de crudo venezolano aumentaría de forma sensible. Eso dañaría las finanzas del Kremlin ya que supondría una bajada en el precio del petróleo.

Esto significa que el duelo entre Trump y Maduro tiene implicaciones regionales, pero también mundiales. Si Trump retira su flota del Caribe con Maduro aún en el poder, quien habrá ganado será Maduro. El mundo verá que pudo resistir al poderío de Estados Unidos y eso lo convertirá en una especie de héroe. Ahora bien, si desafía el farol naval que le ha echado Trump, Estados Unidos podría haberse obligado a emprender una acción militar directa para derrocarle. Una acción militar directa se cobraría bajas estadounidenses, lo que supone un riesgo político para Trump, un riesgo mucho mayor que simples ataques con misiles de crucero o bombardeos aéreos. Más aún cuando buena parte del movimiento MAGA es ferozmente aislacionista. El propio Trump ha prometido en muchas ocasiones que él está aquí para acabar con las guerras, no para empezarlas. Es poco probable, además, que cuente con el apoyo de los demócratas en el congreso.

Miseria e inestabilidad

La cuestión es que derrocar a Maduro sería una gran noticia para Venezuela, para toda América y para el resto del mundo. El régimen bolivariano no ha traído más que miseria a los venezolanos e inestabilidad a Hispanoamérica, ha financiado movimientos tanto en Europa como en América, dirigidos a desmontar desde dentro democracias consolidadas (y aquí es imposible no pensar en lo que supuso Podemos hace diez años en España), y se ha convertido en un narcoestado gobernado por una banda de criminales. Que todo eso acabe es una muy buena noticia. Lo que no está claro es como respondería el ejército venezolano a una intervención estadounidense directa. Esperemos que la CIA esté manejando bien este asunto y que los venezolanos se movilicen a favor de la democracia. De cualquier modo, Trump debería prepararse para ayudar al nuevo gobierno a defenderse. Si Nicolás Maduro huye y la oposición venezolana consigue hacerse con el poder sería un paso de gigante para Venezuela, y no solo para Venezuela, ya que pondría contra las cuerdas al régimen castrista y al de Daniel Ortega en Nicaragua.

Pero si Maduro se niega irse y Trump se acobarda en el último momento, el propio Trump será el perdedor y con él la credibilidad de Estados Unidos. Fue Trump quien decidió plantarse a finales de agosto y tirar el guante al régimen. Le costará caro, tanto a él como a toda América que el chavismo salga triunfante de este envite. Otro elemento que apenas se está considerando es el de la reacción de los amigos que Maduro tiene por el mundo. Y no hablo de Juan Carlos Monedero o de los partidillos de extrema izquierda que proliferan por Europa y América. No, hablo de potencias como Rusia, China e Irán, que han apoyado a ese régimen desde sus inicios. Por ahora estas potencias están ofreciendo a Maduro poco más que palabras de ánimo. Pero más allá de esto no han ido, al menos que sepamos. Los aliados cercanos como Cuba o Nicaragua son impotentes contra Estados Unidos, demasiado pequeños y además muy debilitados. Algo similar le sucede a Irán.

Los problemas del amigo ruso

Los dos socios más poderosos de la Venezuela chavista son China y Rusia. Hasta el momento le han estado proporcionando equipo militar y entrenamiento junto a cierta asistencia económica. Por lo que sabemos los rusos están ayudando con el mantenimiento de aviones y sistemas de misiles tierra-aire. Eso y asesoría de defensa. Pero Rusia no está precisamente en su mejor momento para meterse en más líos en el extranjero, menos aún en un lugar tan lejano como Venezuela. De Moscú a Caracas hay la friolera de 10.000 kilómetros. Si tienen problemas con el frente ucraniano, que está a una hora de vuelo del Kremlin, ya podemos imaginarnos lo que pueden encontrarse si se abren un conflicto en la otra parte del mundo. Tanto Rusia como China tienen sus propios problemas que dejan en nada los que pueda tener Maduro. A Putin se le va toda la energía en Ucrania y Xi Jinping está demasiado lejos de Venezuela como para preocuparse de su suerte. A fin de cuentas, lo único que les interesa de Venezuela es el petróleo. Ninguno de los dos parece demasiado interesado en desperdiciar capital político con alguien tan desacreditado como Nicolás Maduro. Algo similar hicieron con Irán este mismo año. En plena guerra con Israel a la hora de la verdad se mantuvieron al margen para no buscarse problemas donde no los tenían.

En la época de Hugo Chávez el gobierno chavista utilizaba con largueza sus recursos petrolíferos para construir buena relaciones comerciales y políticas con los enemigos de Occidente. Los bancos chinos prestaron miles de millones de dólares a Venezuela que iban a ser devueltos con petróleo. Ese dinero serviría en principio para levantar infraestructuras y viviendas. Los cubanos intercambiaron petróleo por misiones médicas y asesoramiento de inteligencia. Con Irán Chávez llegó a tener una relación muy cercana, tanto que llegaron a constituir empresas conjuntas para fabricar automóviles y tractores. Pero esos tiempos felices quedaron ya muy atrás. La llegada al poder de Maduro coincidió con una depresión económica de la que no han conseguido salir. La producción de petróleo no ha hecho más que descender y eso hizo a muchos de sus socios preguntarse si no estaban tirando todo ese dinero a la basura. En la última gran crisis que sufrió el chavismo allá por 2019 los aliados acudieron en su ayuda pero de forma muy discreta. Cuando Estados Unidos sancionó a la industria petrolera venezolana Irán envió pequeños cargamentos de combustible para aliviar las escasez. Los rusos, por su parte, se encargaron de dar salida al crudo venezolano sancionado en el mercado negro. Pero no quisieron involucrarse más.

La luna de miel con los chinos tampoco duro demasiado. Los préstamos chinos a Venezuela pronto se interrumpieron. Los chinos han abandonado varios proyectos de infraestructura y ahora lo único que demandan al gobierno venezolano es petróleo para saldar las deudas pendientes. Eso es ya lo único que les interesa, recuperar el dinero que les entregaron hace años. Y ese dinero lo recuperarán con cualquier gobierno que suceda al de Maduro. De manera que Trump no debería temer una intromisión ni de rusos, ni de chinos, ni de iraníes. Tampoco de cubanos. Maduro está solo y lo sabe bien, de ahí su nerviosismo.

vozpopuli

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