La masacre de Hamás que dinamitó la Franja cumple dos años y deja una guerra con miles de muertos y la única salida del ‘plan Trump’
Más de 1.200 israelíes fueron asesinados en una masacre indiscriminada llevado a cabo por milicianos de las Brigadas de Al-Qassam (brazo armado de Hamás) y organizaciones afines como Yihad Islámica. El conflicto posterior se ha extendido dos años, con miles de muertos palestinos… y aún 50 israelíes secuestrados dentro de la Franja.

Hamás dinamitó hace dos años el frágil statu quo que regía en Oriente Medio al perpetrar la mayor matanza de civiles de la historia en Israel.
Más de 1.200 ciudadanos israelíes fueron asesinados el 7 de octubre de 2023 en una masacre indiscriminada llevado a cabo por milicianos de las Brigadas de Al-Qassam (brazo armado de Hamás) y de otras organizaciones afines como Yihad Islámica.
«El 7-O es la fecha en la que más judíos fueron asesinados y masacrados en un solo día desde el Holocausto», declararía posteriormente el presidente de Israel, Isaac Herzog, una frase que refleja a la perfección el durísimo golpe encajado aquella oscura jornada por la sociedad israelí.
El ataque empezó a primera hora de la mañana con el lanzamiento de más de 3.000 cohetes desde la Franja de Gaza contra Israel, un enjambre de proyectiles que colapsó la Cúpula de Hierro, el avanzado sistema de defensa antimisiles del ejército hebreo.
Fue solo una maniobra de distracción porque mientras las sirenas antiaéreas sonaban por todo el país, milicianos armados hasta los dientes penetraban en territorio israelí tras quebrar con explosivos y bulldozers la valla fronteriza que rodea el perímetro de Gaza.

También se infiltraron a través de túneles subterráneos e, incluso, por aire, sirviéndose de parapentes.
En pocos minutos, más de un millar de milicianos habían cruzado la frontera por 80 puntos distintos y se encontraban en suelo israelí bien armados y listos para matar.
La razzia había comenzado. Los kibutzs más cercanos a la Franja, como Be’eri, Kfar Aza o Nir Oz, fueron los lugares más castigados, también la ciudad fronteriza de Sderot. Familias enteras fueron masacradas, mujeres violadas y niños secuestrados.
Uno de los epicentros del terror fue el festival de música Nova, donde más de 360 jóvenes murieron tiroteados, un lugar que se ha convertido ya en un símbolo contra el fanatismo.

Los terroristas ni siquiera ocultaron su intención de matar al mayor número de víctimas posible porque grabaron su ataque en tiempo real con cámaras GoPro adosadas a sus cuerpos. Querían dejar constancia de la matanza para que Israel contemplara su macabra orgía de sangre y lo consiguieron.
Aquel 7 de octubre, Israel entró en estado de shock. Sus avanzados sistemas de defensa y de inteligencia habían fallado. El país se sintió vulnerable frente a la amenaza de Hamás.
Gaza celebra el ataque e Israel se prepara para la guerra
Mientras tanto, al otro lado de la frontera gazatí, la masacre se celebró con entusiasmo en casi todos los rincones de la Franja, con vítores en las calles, disparos al aire e, incluso, fuegos artificiales.
Muchedumbres eufóricas aclamaron a los milicianos encapuchados cuando regresaron triunfantes al enclave palestino, exhibiendo como trofeos de guerra a más de 250 rehenes secuestrados, entre ellos una treintena de niños y también mujeres que habían sido agredidas sexualmente.
Las imágenes de aquella oda al terror, captadas por los propios gazatíes con sus teléfonos móviles, se difundieron rápidamente por las redes sociales, ahondando en el dolor y en la indignación de sus vecinos.
Hamás había asestado una herida muy profunda a Israel, pero había abierto las puertas del infierno en Gaza.
Israel respondió. Nadie lo dudaba, tampoco los líderes de Hamás cuando idearon la masacre. Benjamin Netanyahu declaró que su país estaba en «guerra» y aquella misma tarde puso en marcha una intensa campaña de bombardeos aéreos contra la Franja de Gaza como represalia.
Fue solo el principio de lo que estaba por venir. La ofensiva aérea preparó el terreno para una invasión terrestre y los blindados israelíes no tardaron en entrar al enclave palestino.
Conforme avanzaba la ofensiva militar, la población gazatí fue obligada a desplazarse masivamente y cientos de miles buscaron refugio en el sur de la Franja, en el entorno de Khan Younis o Rafah, pero apenas hallaron lugares seguros donde guarecerse de las bombas.
El ejército israelí atacó desde todos los ángulos en su lucha sin cuartel contra un enemigo que se mimetiza a la perfección entre los civiles. Las consecuencias de esa guerra indiscriminada en un área superpoblada de apenas 45 km² han sido devastadoras.
Los campos de refugiados hace tiempo que sobrepasaron los límites de la saturación, pero Israel solo ha permitido la entrada de ayuda humanitaria con cuentagotas, desatando hambrunas y epidemias entre los desplazados.
Dos años después del inicio de la guerra, más de 60.000 gazatíes han muerto, muchos de ellos niños, y en torno a 150.000 han resultado heridos, según datos de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA).
Apenas quedan edificios o estructuras en pie, la Franja de Gaza ha sido arrasada por completo y se ha convertido en un erial en el que solo se divisan escombros y desolación en el horizonte.
La presión internacional crece contra Israel
La ofensiva israelí ha sido despiadada y la presión internacional contra el gobierno de Netanyahu ha ido creciendo conforme el drama humanitario se agudizaba en la Franja. Las principales agencias de la ONU y las ONG que trabajaban en la zona (expulsadas del terreno por Israel) han denunciado reiteradas veces las violaciones de derechos humanos y los excesos cometidos por las tropas israelíes, que en su afán por destruir a Hamás y liberar a los rehenes no han distinguido entre objetivos militares y civiles.
Las acusaciones se materializaron el pasado 21 de noviembre de 2024 en una orden de arresto internacional contra Netanyahu, dictada por la Corte Penal Internacional (CPI), que pretende juzgar al primer ministro israelí por presuntos crímenes de guerra y de lesa humanidad.
A su vez, la palabra ‘genocidio’ se ha ido escuchando cada vez más en la calle, en la prensa y en los foros internacionales y el pasado 16 de septiembre, una comisión de investigación independiente de la ONU concluyó que Israel ha cometido cuatro de los cinco actos genocidas definidos en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, de 1948.
El Gobierno español ha sido uno de los más beligerantes con Israel. Fue de los primeros en reconocer el estado Palestino, en mayo de 2024, y ha decretado un embargo de armas contra el país hebreo.
El discurso del Ejecutivo también se ha ido endureciendo hasta el punto de que el presidente, Pedro Sánchez, es uno de los pocos líderes occidentales que ha utilizado abiertamente la palabra genocidio. Las relaciones diplomáticas entre ambos países están prácticamente rotas.
El plan de Trump, la última esperanza para la paz
El ejército hebreo ha conseguido descabezar a Hamás, matando incluso a su líder Yahya Sinwar, considerado el cerebro de los ataques del 7-O, pero no ha logrado todavía su principal objetivo: la liberación de los rehenes.
Aunque a lo largo de estos dos años de guerra ha habido varios intercambios de rehenes por prisioneros palestinos, 48 secuestrados permanecen todavía cautivos en la Franja y se estima que más de la mitad de ellos podrían estar muertos.

La liberación de esos rehenes es una condición sine qua non de Israel para detener su ofensiva, pero Hamás se resiste a entregarlos y el conflicto parece enquistado, a pesar de la creciente presión internacional y de las propuestas de alto el fuego puestas sobre la mesa, la última presentada la semana pasada por Donald Trump.
El plan del presidente norteamericano y aceptado por Netanyahu ha sido recibido con optimismo en la mayoría de cancillerías e, incluso, ha obtenido el visto bueno de importantes países árabes, pero su implantación no está exenta de escollos, empezando por la propia Hamás, que entiende algunos puntos como una rendición incondicional.
La milicia islamista es consciente de que ha logrado situar el problema palestino en primera línea mundial y de que ha despertado una gran ola de indignación contra Israel. Las duras imágenes de la destrucción de Gaza y las penurias de la población gazatí han hecho que Israel haya pasado de víctima a verdugo a ojos de muchos observadores:
La masacre del 7-O ha quedado en un segundo plano frente a destrucción de Gaza para buena parte de la opinión pública internacional. Aunque el precio pagado por los palestinos es ingente, Hamás lo interpreta como una victoria porque cree haber ganado la batalla del relato y está dispuesta a seguir resistiendo si es necesario.
Aun así, Hamás se ha abierto a negociar el plan presentado por Trump y ha enviado a Egipto a una delegación para discutir los mecanismos para un alto el fuego, bajo mediación egipcia, catarí y de EEUU. En esas conversaciones que se desarrollan en la península del Sinaí también participa de forma indirecta una representación del gobierno de Israel.
Aunque repleto de obstáculos, el plan Trump parece a día de hoy la mayor y quizás la única esperanza para la paz en dos años de guerra.
Fuente: 20minutos.Es
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