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Los 5 pasos de la transición venezolana Opinión por Enrique Ochoa Antich

Bancamiga

Por Enrique Ochoa Antich

A ver, soñemos un poco.

Luego de años sumergidos en el pantano de la parálisis política y de la devastación económica y social, los venezolanos comenzamos a emerger del lodazal y a andar por tierra firme. Todos en el mundo entero: imperios, vecinos, agencias de noticias, analistas y estudiosos, pueblos en fin, observan con admiración el recorrido de 5 pasos del autoritarismo a la democracia de esta transición a la venezolana.

1°. Henry Ramos Allup reasume la presidencia de la AN y los diputados votan por tercera vez en cuatro años la desincorporación de los cuatro representantes de Amazonas. De inmediato se supera el desacato de la AN. Sí, superar esta inconstitucional decisión del TSJ ha estado siempre en manos de la oposición. Sorpresa planetaria al constatarlo.

Como parte de los acuerdos, de inmediato el TSJ y el CNE convocan a elecciones parlamentarias anticipadas en Amazonas.

Ese mismo día, la cámara procede a elegir un nuevo presidente y HRA retorna a su curul.

2°. La AN designa al Comité de Postulaciones para un nuevo CNE y se activa el proceso de su integración por consenso. En pocos meses, tenemos un nuevo organismo electoral y retorna la confianza nacional en el voto.

3°. La AN aprueba por consenso dos enmiendas cuyo sometimiento a referendo podría hacerse antes o durante la elección parlamentaria 2020:

• Una, que reduzca el período presidencial a 4 años con una sola reelección. Esto haría que el revocatorio a Maduro pueda convocarse en enero de 2021 y no en 2022.

• Otra, que convierta al vicepresidente en primer ministro jefe de gobierno (un poco según el modelo francés) con atribuciones en política internacional, economía, educación, salud e infraestructura y servicios públicos, manteniendo al presidente como jefe de Estado con atribuciones como Comandante en Jefe de la Fuerza Armada y en el orden público y la seguridad interna (Ministerio de Interior) y programas sociales y vivienda.

La designación del primer ministro se realizará así: el presidente, luego de consultar a los partidos con representación parlamentaria y teniendo en cuenta la correlación de fuerzas al interior del parlamento, postulará un nombre ante la AN; la designación del primer ministro requerirá el voto afirmativo de las 3/5 partes de los diputados (como hoy se pide para la censura al vicepresidente).

4°. La AN debate, somete a consulta de todo el país, y aprueba como ley las líneas generales de un plan de emergencia nacional en materia económica y social y convoca a referendo aprobatorio para su sanción o no por el pueblo soberano.

Ese plan se focalizará en la reactivación de las fuerzas productivas a partir de nuevas bases, la mejora del salario de los trabajadores, un plan audaz de inversiones para fomentar las exportaciones no petroleras, la desestatización y reprivatización de todas las industrias agrícolas, la mejora del sistema de salud, y la recuperación de la infraestructura de servicios públicos y su adecuación a nuevas fuentes de energía no contaminantes, todo lo cual se hará a partir de los recursos que se obtengan de un audaz negocio internacional petrolero a gran escala que incluya el capital privado nacional y transnacional.

Como hemos dicho, el pueblo soberano tendrá la última palabra pues este plan de emergencia será sometido a debate nacional y a referendo (incluyendo la reforma constitucional que se pueda requerir para su eficaz ejecución). Sin protagonismo popular no hay nada.

5°. Se realizan las elecciones parlamentarias y, con base proporcional a sus resultados, y a partir de la segunda enmienda más arriba indicada, se conforma un gobierno de emergencia y de unidad nacional.

Sí, me dirán que entonces abro los ojos y despierto. Es verdad. Mientras cada uno de los dos extremos se niegue a ceder frente al otro, mientras en el gobierno estén poseídos por el espíritu de la obsesión perpetuacionista, mientras la oposición del radicalismo infecundo crea que no hay cambio posible sin la liquidación política de Maduro y sus adláteres, nada de lo que acabo de describir será posible. Y el país seguirá en este desbarrancadero de hambre y destrucción por el que nos precipitamos día a día.

Pero allí está, al alcance de la mano, tangible si lo queremos, un porvenir que sólo requiere de voluntad política. Éste u otro semejante, claro, pero que incluya acuerdo, reconciliación, unidad nacional, reforma institucional, reconstrucción, participación popular. Ojalá que quienes tienen en sus manos la posibilidad de construirlo (entre otros, quienes integran la Mesa Nacional de Diálogo), lo hagan. Y que el sueño se haga realidad tangible.

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