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Política

Opinión Del Discurso Político: Hombre de Estado carencia de una Nación por Dr. José “Chino” Viloria

Bancamiga

Por lo general el deterioro administrativo de una Nación, es el resultante del mal manejo de la cosa pública; de allí la necesidad en transparentar en integridad los recursos con que cuenta una Nación, para el desarrollo y progreso de sus conciudadanos.
En 1927, José Ortega y Gasset escribió en Mirabeau o el político, una clasificación de los gobernantes en estadistas, escrupulosos y pusilánimes, destacando sus trazos que el Hombre de Estado debe tener virtudes magnánimas y carecer de las pusilánimes. Aduciendo en que hay dos clases de hombres los preocupados y los ocupados; los políticos y los intelectuales.
El Hombre de Estado es aquel, que es capaz de entender los asuntos de gobierno desde una perspectiva elevada, considerando siempre como punto de partida el bien común y sus condiciones permanentes de realización; mas allá del deber político a su Partido, está el deber de velar por el bienestar ciudadano, como consumado estadista su enfoque se orienta a la realización de las futuras generaciones, que a las próximas elecciones de su parcialidad partidista, en suma es su deber moral organizar el Estado.
Es quien debe pensar en ocuparse antes de ocuparse, es la preocupación por las cosas del Estado y su ciudadanía; es interponer las ideas entre el desear y el ejecutar, de marera equilibrada, puesto que la preocupación extrema lo puede conducir a la praxis, por cierto una enfermedad incurable para el político, que generalmente padecen los intelectuales.
El hombre de estado en su pensamiento político, es solo una dimensión de la política, puesto que su otra esfera es la actuación en su accionar; mediante ese formidable instrumento de la vida pública como lo es la oratoria, pragmática o romántica; donde afloran las musas vociferantes, que soplan como el espíritu divino sobre las aguas acaudaladas de los mares, sobre el alma ferviente de las muchedumbres, generando tormentas e imponiendo calma en los coloquios.
Comprende entonces al discurso el preludio, para encaminar con fuerza y dignidad los actos reflexivos sobre el Estado; pero también encara la delicia labiodental, que comprende la elocuencia, que es el encanto de los hombres reunidos en sociedad de una nación. Por cierto como acto reflexivo de Mirabeau, ha llegado el momento inexorablemente de construir la Nación por medio de la nación misma; vale decir la Nación debe reconstruirse a sí misma, Válgase mi Dios.
Para el filósofo y diplomático francés Jacquez Maritian (1882-1973), al explicar la noción de Estado, como cimiento de Hombre-Estado; no es una zarandada, por el contrario es un cuerpo político cuyo peculiar objeto es mantener la ley, promover la prosperidad común, mantener el orden público y administrar los asuntos sobre la cosa pública, es un instrumento al servicio del hombre, poner al hombre al servicio de este instrumento es una perversión política, el hombre no en modo alguno para el Estado, el Estado es para el hombre.
En tanto que, al abordar la idea de Nación afirma, que esta es una comunidad de hombres que toman conciencia de sí mismos tal como la historia los ha hecho, que están vinculados al tesoro de su pasado y que se quieren tal como se saben o se imaginan que son, con una inevitable introversión, y que el despertar progresivo de la conciencia nacional es una característica histórica; y aunque normal bueno en sí mismo, ha terminado por implosionar el azote de los nacionalismos exasperados del mundo; de allí que no debemos en adentrarnos en la confusión de estos dos conceptos, que su estrecha relación en si mismo aglomeran identidades muy bien definidas, el Estado como marco legal y regulatorio conducido por el hombre Estado y la Nación como el compendio de hombres y mujeres que inspiran la interacción de relaciones dentro del Estado; vale decir en contraste con la Nación, el cuerpo político y el Estado aluden ambos al orden de la sociedad en sus formas más elevadas o perfectas, entendiendo que sociedad Política es el todo; siendo el Estado la parte dominante de ese todo que es la sociedad envuelta en la nación; la sociedad Política por naturaleza envuelta en la razón, es la más perfecta de las sociedades, es una realidad concreta y enteramente humana, que en definitiva tiende al bien común del hombre en sociedad, el bien público y el orden general de la ley, son partes esenciales del bien común del cuerpo política; así como la Justicia es la primera condición de la existencia del cuerpo político como marco regulatorio.
Eme aquí la importancia de quienes se desempeñan en el manejo de la cosa pública, como servidor de la ciudadanía, han de tener conocimiento del marco de teoría política, pero más allá de ello, deben tener conciencia de que el Estado como parte de la sociedad política, es una institución creada para servir a la sociedad.
La integridad política del hombre de Estado debe estar a flor de piel, el cual comprende lo educado, honesto, con control emocional, que siente respeto por sí mismo y por los demás, responsable, disciplinado, directo, puntual, leal, pulcro, con firmeza en sus convicciones y acciones, atento, correcto e intachable; y como valor moral, atiende a la rectitud en su conducta, que derrocha honradez en el comportamiento, es alguien en quien la sociedad puede confiar, el cual encierra una amplia gama de aptitudes y capacidades, que lo catapulta con la cualidad y la autoridad moral para tomar decisiones sobre su comportamiento y la del entorno en sociedad.
A decir por el inventor del pararrayos, uno de los padres de la nación más importante del mundo, Benjamín Franklin, solo el hombre integro es capaz de confesar sus faltas y de reconocer sus errores. Corresponde entonces a una categoría de hombres, la cualidad de integridad política, en la que debe estar curtido, forrado en su andamiaje, quien pretenda dirigir los destinos del Estado; de manera que sus acciones generen confianza en la sociedad, en tiempo indefinido, libre de compromisos entre amigos y miembros partidistas, el cual permita cuidar, procurar y ejecutar políticas públicas que estén envueltas en el bien común de la Nación y sus ciudadanos.
En el ranking entre naciones, en el manejo pulcro y transparente de las finanzas sobre la cosa pública, Nueva Zelanda, ocupa el primer lugar en transparencia administrativa; mientras que Somalía ocupa el último lugar, siendo este el país con mayor corrupción del planeta; Venezuela por allí entre los últimos países en transparencia administrativa, hemos arrastrado a lo largo de muchos años la corrupción sobre los lomos de la esperanza de un pueblo, y el resultado siempre sigue siendo el mismo, corrupción administrativa, despilfarro sobre el erario público y desfalco en las instituciones del país. De allí la necesidad de entender y comprender el significado del Hombre de Estado y la necesidad política de su reencuentro, en una sociedad que oscurece en sus pretensiones personales, olvidando que vive en sociedad, que se debe a un conglomerado, que el bien común es una necesidad cotidiana entre ciudadanos, que nuestra querida Venezuela esta herida a lo adentro de su corazón y que requiere de la integridad de sus Conciudadanos para resurgir desde sus cenizas.

 

Dr. José “Chino” Viloria

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