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#OPINION Glorificar cuanta perversión sea posible Por Antonio José Monagas

No es difícil dilucidar la razón de tanto odio de militares y policías. O de quienes actúan con las armas de la República hacia la sociedad civil organizada. Aunque en nombre de una revolución obtusa que, lejos de incitar cambios que redunden a favor de la calidad de vida del venezolano, procuran instituir métodos de sumisión. Todo, inducido por la obstinación de preservar el poder a costa de cualquier precio. Estas personas sufren una pesada carga de odio que sólo el poder equivocadamente entendido y peor ejercido, estimula. 

Este odio se traduce en represión, humillación y en un grosero revanchismo sustentado en la impunidad como ruta de escape ante cualquier objeción, reclamación o control posible.

La teoría política describe esto como fascismo. O sea, un modo político de ejercer la violencia. Una violencia no fortuita, pero sí entendida como recurso de poder político. Así, justifica sus acciones encubriéndose en consideraciones referidas como “principios democráticos”. 

A decir por lo que pauta la teoría política, el gobiernucho venezolano está demostrando un comportamiento fascista. Evidencia una afinidad estructural e instrumental con el fascismo. Particularmente, cuando actúa convencido de aniquilar la divergencia política en beneficio de un único partido. 

Asimismo, cuando plantea la utopía del país en concordancia con un ordenamiento jurídico circunstancial. También, cuando se vale de la hegemonía comunicacional, para torcer las realidades compatibles con intereses gubernamentales. O cuando con el cuento de una “guerra económica”, pretende abolir la diversidad de la economía para reducirla a lo que convenga y sea fácilmente manipulado por la demagogia oportunista. Cuando aduce la imposición como respuesta represiva. Cuando inculca miedo a la población excusándose en un presunto terrorismo de nuevo cuño. 

Igual sucede, cuando hace creer que labora en la edificación de nuevas categorías sociales que disfrutarán de gratificantes dádivas. Cuando valiéndose del militarismo, decide medidas para convencer que está actuando conforme a un supuesto cuadro democrático. Pero que sólo existe en el imaginario popular.

Exaltar la perversión, criterio político socialista 

Así justifica la violencia política y la guerra como medios para lograr la renovación del Estado. Estos gobernante fascistas, se arrogan facultades supraconstitucionales para ordenar todo lo que les venga en gana. Desde el desmantelamiento del Estado proponiendo normativas políticamente obtusas, hasta “honrar” a funcionarios que, por actuar con aberrante bestialidad, son condecorados con los máximos honores de “héroes fascistas”. 

Todo, para encarnar relatos de una historia escrita a instancia de sus intereses. O para decirlo con otras palabras, es por la retorcida causa que representa glorificar cuanta perversión sea posible.

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