Hoy, en Venezuela la gente pasa media vida a oscuras, una imagen que es la mejor muestra de la crisis energética que vive el país. Del otro lado, hay una industria, la eléctrica, que ha puesto un pie en el siglo XIX y que supone, además, el principal lastre para la reactivación económica. Gobierne quien gobierne.
Es el efecto más visible, sin duda. Ciudadanos a oscuras que deben abandonar el subte en medio de un apagón o esperar pacientes a la luz de las velas, pero hay también toda una industria que ya no puede trabajar, que no tiene energía que la ponga en marcha y que, por si fuera poco, cuenta como eje vertebral con uno de los sectores que más electricidad necesita para funcionar, el petrolero.
Por eso, los políticos venezolanos de uno y otro signo se empeñan en augurar una recuperación casi mágica, imposible para los expertos para los que son promesas vacías.
Un país atrasado 130 años
Es impactante pero no hay manera de describir lo que está ocurriendo».
La «agonía actual» del sector hay que observar que se estima que la capacidad termoeléctrica activa está entre 1.500 y 2.000 megavatios, cuando la instalada es de 15.000 megavatios, es decir, apenas un 10 %.
El problema, «es circular», porque si la industria petrolera no extrae crudo y este no se refina, no se puede obtener diesel termoeléctrico.
«Es circular el problema, no hay termoelectricidad porque no hay combustible termoeléctrico y no hay combustibles termoeléctricos que generen termoelectricidad»,
Coromoto Díaz Simoza
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