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Opinión: Maduro se va, escribalo Por Samuel Ruh

Bancamiga

No me queda la menor duda, se va, las señales corporales expresadas en su rostro, extrañamente violáceo y el contenido de su copiosa verborrea en las que hace desesperados llamados, lo único que se observa y se oye es su inmensa soledad y cada vez mayor debilidad, llamados desesperados a los pocos que hoy le quedan a su alrededor, como los del pálido, demacrado y enmudecido Tareck el Aissami, quien después de ser declarado delincuente internacional ha perdido todo protagonismo y poder, el del ineficiente e incapaz presidente de Pdvsa, quien solo exhibe como logro el podrido cadáver de la quebrada empresa otrora orgullo de todos los venezolanos y del mundo. Hay tal desespero que hoy recurre a nuevos personajes emergidos de ultratumba, verbigracia el del pirata Didalco Bolivar, hombre sin letras, oficio ni profesión, sin ni siquiera facultades para manejar nada, basta solicitarle currículum y quedará al desnudo, una especie de nuevo chófer de metrobus. Está el satrapa solo, acabada su capacidad de maniobra, nada que decir ni hacer, acabado su discurso y espacio, su pequeño mundo es ya un pedacito del tamaño de una estampilla de correo y sus contendores internos, los que temerariamente aún creen en la posibilidad de sustituirlo, así lo han entendido y actúan sigilosamente preparándose siniestramente para lanzarle el demoledor zarpazo que le corté la cabeza. El miedo recorre fríamente su espinazo de arriba a abajo y viceversa. Es la etapa más temida de los dictadores, la etapa del brutal empujón, del quítate tú para ponerme yo. La crisis se lo come de abajo para arriba, roído Maduro la estructura se sostendrå unos días mientras Diosdado desesperado intentará negociar su salida y salvoconductos desde su dictadura interina, y Padrino, el brutåzo de Padrino, contemplará como los agujeros de sus túneles de fuga se les inundan.
La anaconda sigue apretando, sigilosa, ejerciendo y aplicando su fuerza a través de sus contrictores y letales anillos, apretando con paciencia a su presa que indefensa da muestras inequįvocas de desfallecimiento y entrega. Pronto será un cadáver devorado.
Guaido, todo lo contrario a este escenario de osarios y responsos, fresco y en medio de un segundo aire, convence y transmite tanto a sus aliados como al interior del país. Su figura parece haber logrado lo que le faltaba, despegar con su liderazgo de lo interno, de la política parroquiana y menuda, que parecía mantenerlo anclado a afectos militantes, a otros liderazgos que le impedían desprenderse de los mismos y que le hacían sombra, ahora solo le queda trabajar codo a codo con ellos y convencerles, y estos entender, que ya no son líderes de una oposición desarticulada y deben hacerle espacio, darle el paso para que sea el yo nadie más el que nos diga para donde vamos.

Adelante presidente.

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