Cuando le tocó el turno de hablar a Nicolás Maduro, máximo líder del repudiado y corrompido régimen que destruyó hasta la miseria y la esclavitud a todo un país petrolero en menos de un cuarto de siglo, comenzó a desvariar y demostrar más que nunca sus evidentes lugares comunes y lagunas mentales.
Como pésimo narrador que es intentaba darle matices de épica a una barbarie salvaje de necios piratas de tierra. Era una celebración escueta pero de pomposidad chavista en la que se confunde el 4 de febrero con el 5 de marzo.
Luego de un par de chistes malos sorprendió a todos, incluso a sí mismo con una desencajada pero certera epifanía de la sinceridad.
“Ganaremos por las buenas o por las malas”, un mensaje de estirpe mafiosa fuera de toda índole de democracia y civilidad.
Al estilo de capos sanguinarios y corruptos de la talla de Josef Stalin, Pol Pot, Milosevic, Idi Amin, Robert Mugabe, Fidel Castro o Putin, Maduro se atrevió a anunciar sin verguenza ni desparpajo, confiando en el sistema de terror y persecución que simboliza, que ante la imposibilidad de ganar en buena lid por medio de unas elecciones libres y observadas por el mundo libre, ante un candidato escogido por sus contrarios, no queda otra que exigir a su maquinaria estatal de terror, la organización de unas elecciones a su medida, sin contrincantes que le hagan sombra, lo que solo es posible a través de un fraude y este ya fue anunciado.
Claro, advertido de que no ganará por las buenas, sabe que la única manera de preservar el poder es repitiendo su estrategia de “por las malas”, fraude electoral convertido en lema de campaña con la que ha logrado gobernar por dos períodos sin legitimidad absoluta y con posibilidad de repetir hasta el 2030.
Dentro de su narrativa Maduro expropia toda esperanza democrática, mientras cercena los derechos políticos y constitucionales de los venezolanos en el exilio a quienes despoja del voto, impide inscripciones de nuevos votantes, implementa tácticas para evitar que la gente salga a votar e implementa una matriz de opinión de que bajo su mandato no solo no habrán elecciones libres y limpias, sino que seguirá siendo “normal” boicotearlas a través de sus grupos de choque, manada de motorizados armados, asesinos con cargos, violencia y persecución y un fiscal pret a porter dispuesto a sembrar de delitos a todo aquel que le perturbe el sueño a su amo.
Impone una inhabilitación a María Corina Machado por asistir como “embajador alterno” de Panamá a una reunión de la OEA donde denunció “supuestas” violaciones a los derechos humanos durante las protestas del 2014 que dejaron 40 muertos en la contabilidad del dictador.
La sanción fue cumplida y le costó su curul como diputada, pero fue extendida por 15 años más poco antes de arrasar en las primarias.
Maduro sabe que solo puede retener el poder con trampa electoral y su dosis de violencia diaria. En 11 años convirtió a Venezuela en una inmensa guarida estratégica, al norte del sur, para sus propósitos y el de sus secuaces que cuecen odio contra los valores humanos.
Ni en su peor pesadilla se visualiza abandonando el poder donde es dueño absoluto de riquezas y de vidas.
Dentro de su laberinto mental es su única estrategia, la que le ha dado resultados y que intensifica.
El militar Ronald Ojeda, la activista Rocío San Miguel, los dirigentes de Vente Venezuela, plataforma política de la líder opositora María Corina Machado, son prueba de ello.
Ve improbable y lejano la aplicación de las leyes por parte de la Corte Penal Internacional. Burla los acuerdos con la Plataforma Unitaria y el gobierno de los EEUU y se mofa de los errores de cálculo y el exceso de confianza de la administración Biden al entregarle a su testaferro Álex Saab en bandeja de plata sin ningún tipo de garantías, convirtiendo a los ciudadanos americanos que transitan por nuestro territorio como monedas de canje.
Es dueño absoluto además de la identidad y los pasaportes, quienes comen, quienes trabajan, es “laboratorista” del experimento criminal que invadió naciones enteras con las bandas delictivas construidas desde la revolución. Lo hace además con desparpajo, seguro de su protección con Rusia e Irán y de los anillos de seguridad del castrismo y las contratistas de mercenarios que paga con la miseria que nos legó por símbolo patrio.
Sin embargo Maduro no las tiene todas consigo, sus delitos y violaciones ya no pueden ocultarse.
Marta Valiñas, la presidenta de la Misión de investigación de la ONU que documentó los cientos de casos de víctimas que fueron “sometidas a tortura, violencia sexual y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes” perpetrados por las fuerzas de la dcitadura chavista desde 2014 hasta la actualidad, dijo que la violencia del dictador Maduro ha sido cruel y sistemática.
“No se trata de excesos de las fuerzas de seguridad, no se tratan de hechos aislados, en Venezuela hay un plan orquestado al más alto nivel político, liderado por el propio Nicolás Maduro”.
Omar al Bashir, expresidente de Sudán, Hosni Mubarak, caído en desgracia luego de la primavera árabe, Muamar el Gadafi, Jean Kambanda y Slobodan Milosevic, son algunos de los poderosos dictadores en ejercicio juzgados en el tribunal de la Haya. Allí la trampa y el estado que usan de juguete no hicieron la magia.
Igualmente el país enfrenta una crisis social y económica agotadora y sin precedentes.
Desesperado por legitimidad comete un sinfín de errores que lo exponen ante el mundo, pero principalmente ante los ojos de los venezolanos, dentro y fuera, que lo ven desnudo como lo que es:
Un vulgar dictador, que da vueltas sobre sí mismo como hiena enjaulada, temiendo a cada instante la traición del más cercano que lo llevará hasta su hora menguada.
Dicen que la vida humana es un teatro y de seguro no hay poder en el mundo que te absuelva del tercer acto.
@damasojimenez
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