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#OPINION Por el Soc. Ender Arenas Barrios: De Javier Milei a María Corina Machado

Aunque me molesta ahora, escribir una nota con pretensiones teóricas socializantes o “politológicas”, encaro esta nota, casi obligado, por la cantidad de mensajes que me han llegado señalando que MCM no es otra cosa, que una especie de “caricatura” suave de Javier Milei, el presidente argentino, calificado de ultraderechista o anarcocapitalistas, por la mayoría de analistas políticos.

Los analistas, la mayoría, asumen que hay planteamientos presentes en la narrativa discursiva de Milei que igualmente están presentes en la propuesta de María Corina Machado, por ejemplo, el tema de la reducción del Estado y el predominio del mercado como el nuevo código del orden social.

Empecemos por lo que, personalmente, creo que es el principio:

El concepto de política que prevalece en ambos planteamientos. Parto de la premisa que hay en ambos una resignificación del concepto de política, pero, esta nueva resignificación de la política, aun cuando plantea una restructuración de la relación Estado-economía y sociedad, no van en la misma dirección. 

En el planteamiento de Javier Milei, la política asume un carácter instrumental (los sujetos, los actores o como lo designemos pasan a ser objetos de mero cálculo, “naturaleza inerte” sometidos a una regularidad, la del mercado, en la que no pueden intervenir.

La prevalencia de “la mano invisible”) en su propuesta, puede leerse, no una cancelación de la misma, como muchos analistas de la izquierda argentina sostiene. Lo que sí se plantea en el modelo del presidente argentino es la cancelación de la clase política que él llama “casta” a quien caracteriza como corrupta e ignorante que ha ejercido la administración de la política instituida por el peronismo desde casi siempre (Milei se asume como el hombre de la motosierra que ejecutará la tarea de liquidar “la casta”)

Una nota aparte, para señalar que nadie aprende por cabeza ajena.

En la Venezuela del segundo gobierno de Pérez, se lanzó un programa de reformas, calificado como neoliberal. No lo era, si consideramos que el neoliberalismo no es solo una propuesta de intervención en la economía, precisamente para sacar el Estado de la misma, sino un proyecto totalizante que incluía todas las dimensiones de la sociedad, tal como ocurrió con el Chile de Pinochet.

Lo que, se proponía el proyecto de Pérez, era, ciertamente, una redimensión de un Estado en su relación con la economía, que se había hecho demasiado grande e interventor y que ya había entrado en crisis. Era un proyecto racional, solo que Pérez y su equipo se olvidó que el punto más cercano entre el gobernante y los gobernados es la política.

 El proyecto que fue llamado peyorativamente el “paquetico de Miguel Rodríguez”, porque este era su vocero más calificado, se olvidó de ser explicado a la gente y el resto ya es historia. Una historia realmente lamentable.

Lo mismo ocurre con Milei, se ha olvidado de la política para explicar los alcances de una propuesta que significa un cambio paradigmático como no ha conocido la Argentina y que es una verdadera revolución conservadora.

Bueno, una razón de esto es que Milei, concibe la política como un orden prestablecido donde la base de esa definición es concebir la sociedad como un “orden espontaneo”, es decir, el “orden social”, es un hecho prosocial, ajeno a la intervención de sus leyes por los hombres y en la que, precisamente, la intervención de estos, travestidos de “políticos”, que para Milei encarnan “una casta política, que, además, por ser corrupta e ignorante y tener intereses enquistados”, ha producido una desgracia y un caos en la sociedad argentina, especialmente en el ámbito de la economía.

En la propuesta de MCM, hay una distancia importante con respecto a la planteada por el hoy presidente argentino.

MCM define la política como interacción entre actores e individuos y su propuesta, en primer lugar, no es otra que la recuperación de la democracia y de sus procedimientos formales (elecciones libres, independencia de los poderes, deliberaciones parlamentarias, respeto por los derechos humanos).

Procedimientos formales sin los cuales no hay democracia. Después de todo, los apellidos que desde la izquierda se le ha dado a la democracia: democracia popular, democracia protagónica y participativa, democracia real han encubierto proyectos autoritarios y definitivamente dictatoriales.

Esta diferencia es fundamental. La de Milei, se articula en torno a una denostación de la democracia, que para Milei, pudiéramos calificar utilizando la expresión de Antonio Muñoz Molina como “la era de la vileza”, de allí que su propuesta es bien paradójica:

Propone libertad con un Estado mínimo pero autoritario o por lo menos con pretensiones autoritarias, es decir “libertad sin derechos” (Carla Yumatle: El País del 01-01.2024) y esto es así, según, Milei, porque la democracia no puede superar los errores y los malos resultados que ha producido.

Por su lado, la propuesta de MCM, si bien es cierto se inscribe en el paradigma liberal (caracterizada porque diseña una nueva relación Estado- sociedad-economía, caracterizado por el achicamiento de la dimensión estatal y un fortalecimiento de la sociedad civil y el mercado como uno de los ejes de su proyecto democrático), no disuelve ni subsume el concepto de ciudadano dentro del concepto de consumidor (como es el caso de Javier Milei).

 El calificativo que hace MCM de su proyecto como liberal es una verdadera rareza en un país que con diferentes matices se ha inscrito en paradigmas de naturaleza populista, su propuesta, conserva la idea primaria de la democracia liberal que, se sostiene, como señala Carla Yumetle:

“Sobre la idea de que los derechos sociales nos protegen y nos hacen libres” y que son esos derechos los que efectivizan la libertad de la gente.

No son las únicas diferencias que existen entre ambas propuestas. Pero, creo que es la más importante, pues, mientras la de Milei se traza sobre una pretensión autoritaria en la que la sociedad se fragmenta en la figura del consumidor, en la propuesta de MCM, el sujeto sigue siendo el ciudadano, que es la base fundamental de la democracia.

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