“En un estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres”. Suetonio, historiador romano.
En Venezuela, con una herida profunda a causa de numerosos hombres y mujeres encarcelados por razones políticas, el pronunciamiento de Edmundo González Urrutia, candidato presidencial de la oposición, de liberar a los presos políticos el mismo día que asuma el gobierno, tiene un significado y alcance importante en el contexto actual del país. Antes que nada, es un reconocimiento de la existencia de presos políticos en el país, algo que unos desconocen, otros ignoran y pocos afrontan. Insisto, al hacer este pronunciamiento, Edmundo reconoce abiertamente la existencia de presos políticos en Venezuela, algo que ha sido negado o minimizado por el gobierno actual. Esto es un paso importante para visibilizar un problema que ha sido silenciado y sobre el cual no me he cansado de llamar la atención.
A escuchar el pronunciamiento, pensé en los policías metropolitanos y en unos grandes amigos, los hermanos Guevara, quienes llevan años encarcelados sabiéndose que son inocentes, y así, muchísimos más. Estos casos referidos son emblemáticos y han sido denunciados por organizaciones de derechos humanos como ejemplos de violación de garantías judiciales. A todas luces, la liberación de presos políticos vendría a constituir un acto de reparación y un compromiso con el respeto a las libertades fundamentales. Visto así, en un contexto de profunda polarización política, la liberación de presos políticos vendría a ser una señal de cambio y un gesto de reconciliación en un país con un tejido social resquebrajado. Envía el mensaje de que un nuevo gobierno estaría dispuesto a dar vuelta la página y reconstruir la convivencia, eso sí, ocupándose de hacer justicia.
Suena bien, pero la implementación de esta medida no está exenta de desafíos y riesgos. Habría que ver cómo se definiría quiénes son considerados presos políticos y bajo qué criterios se tomarían las decisiones. También está el riesgo de que se generen conflictos institucionales por falta de unificación de criterios o por la resistencia a impulsar este desagravio, que vendría a ser apenas el primer paso para una reparación integral a quienes se han visto privados de libertad en condiciones paradójicas. No se puede negar, es un gesto político de alto impacto que entraña un compromiso con los derechos humanos y la justicia. Pero su alcance real dependerá de cómo se concrete en un eventual gobierno y de la correlación de fuerzas políticas en el país después del 28J.
La apertura de los calabozos a los presos políticos, en boca de quien viene mostrando mesura, inteligencia, buen tino y altura al hablar, trascendería cualquier recurso comunicacional de campaña. Esta iniciativa se inscribiría en el eje de la justicia, donde la equidad y la imparcialidad deberían prevalecer. Sin embargo, es crucial recordar que la justicia no puede ser selectiva ni estar sujeta a conveniencias políticas. Abrir los calabozos a los presos políticos debe ser un acto basado en principios fundamentales, no en oportunismos electorales. La verdadera justicia no solo libera a los individuos encarcelados, sino que también garantiza que los derechos humanos sean respetados y que la sociedad avance hacia una transformación positiva.
En términos prácticos, al liberar a aquellos que han sido detenidos por razones políticas, se podría enviar un mensaje claro de que el Estado venezolano está dispuesto a trabajar hacia una solución pacífica y respetuosa con los derechos humanos. Esto podría ayudar a reducir la tensión política y a fomentar un clima de diálogo y cooperación. También tendría implicaciones en la reinserción social y económica de los liberados. Muchos de ellos han pasado años en prisión, lo que habría afectado significativamente su capacidad para reintegrarse en la sociedad. La liberación permitiría que estos individuos vuelvan a contribuir a la economía y a la sociedad, porque muchos de los encarcelados ostentan formación académica, capacidad profesional y calidad humana.
Por otra parte, la liberación de los presos políticos también podría incidir favorablemente en la percepción internacional sobre Venezuela. Actualmente, el país enfrenta una serie de sanciones y críticas internacionales por su manejo de la crisis política y humanitaria. Abrir los calabozos a los presos políticos podría ser visto como un paso hacia la restauración de la democracia y los derechos humanos, lo que ayudaría a mejorar la imagen de Venezuela en el mundo, como se espera que suceda en un escenario postelectoral, en el entendido que todo apunta a un triunfo de la oposición, bajo esa óptica constituiría un factor coadyuvante de la estabilidad política del país, algo que no puede ser subestimado
La liberación de los presos políticos en Venezuela es un tema que nos hace reflexionar sobre la naturaleza humana y la importancia de la justicia y la libertad. Es un tema que nos recuerda que, en última instancia, todos somos seres humanos que merecemos ser tratados con dignidad y respeto. En consecuencia, la liberación de los presos políticos es un reconocimiento de que la humanidad es más importante que las diferencias políticas y sociales. En otras palabras, que las diferencias políticas y sociales no pueden ser un obstáculo para la justicia y la libertad.
Lo anterior nos hace reflexionar sobre la complejidad de la situación política y social en Venezuela, ya que la crisis política y humanitaria que enfrenta el país es un tema que nos hace sentir impotencia y frustración, por las contradicciones que entraña y lo paradójico que resulta dentro de esta, la inhuma condena de hecho impuesta a un número significativo de ciudadanos venezolanos, con quienes la justicia venezolana se muestra indolente, por no decir sanguinaria, abriendo una cicatriz en la sociedad venezolana, de difícil tratamiento y restablecimiento, siendo por eso la antelación de mejores tiempos en esta tierra de gracia el anuncio hecho por Edmundo González Urrutia de abrir las rejas que aprisionan no solo a quienes permanecen en tras ellas sino también a quienes esas rejas causan dolor, angustias y un sinfín de pesares extra muros, la familia toda que atisba en las palabras de Edmundo una esperanza que en todos estos años se veía en lontananza y ahora luce más cercana.
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