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Opinión: Ronda Dominical, Por José Ángel Borrego


La Carta

El objetivo de La Carta de Luis Vicente León pudo no ser deleznable. El entresijo lo es. Y mucho. Luis Vicente León (LVL) gozaba de buena reputación y crédito.

El gobierno lo sabía y barajó dos opciones. Dgcim y la usual siembra de “pruebas” que Jorge Rodríguez saturaría con su exquisito verbo. O como dice Morel: “al amigo hay que tenerlo cerca, pero al enemigo más cerca”.

Maduro optó por lo último y adquirió una mercancía (LVL) que está a la venta, legal y legítimamente: LVL abultó artificiosamente su currículo inflándolo con “experiencia en lavar rostros y entablar vínculos”. Más sofisticadamente se les denomina “Proyección de Imagen” y “Estrategia Comunicacional” sobre lo cual León y Gil Yépez no exceden lo mediocre y lo evidencia la chapucería de La Carta.

Son excelentes diseñando e interpretando encuestas, pero pésimos terapistas. Ambos instrumentos (Imagen y Comunicación), son herramientas competentes y al alcance de quien pueda pagarlas. El costo varía según el paciente. Una persona pulcra resulta de módico costo.

Pero para quien ostenta 90% de rechazo del país, la empresa es ciclópea. Luis Vicente León y su socio José Antonio Gil Yépez, no solo reiteraban con el trabajo de campo de Datanalisis, la tragedia que todos los venezolanos conocemos, sino que en programas de radio y TV se encargaban de ponerle la guinda al cóctel amargando el carato al gobierno y a los gobernantes.

Nunca nadie los vio en el quirófano de imagenología concertando antifaces. La gente creía (léase bien por favor, creía) en Datanalisis, en León y en Gil Yépez. Citar a alguno, era, al menos para quienes trabajamos el medio, garantía de que decíamos la verdad y solamente la verdad. Que además no era más que reiterar con cifras lo que vemos y vivimos en el día a día y lo que el venezolano resiente porque se ha empobrecido brutalmente.

Pero desde hace unos seis meses la pulcritud de Luis Vicente, el más resaltante del trío, varió de forma sostenida. Comenzó por dar un salto numérico de 9 a 20 puntos favorables a Maduro, que en 30 días varió hasta más del 50% y recientemente ubicó en 76%. (Algo jamás visto). Sintomatología de un sarampión inocultable que llenó de ronchas la piel de Luis Vicente&Cía y la tornó purulenta.

Es lamentable que haya arrastrado a gente seria en esa epístola, esperando nosotros que aceptaron suscribir La Carta, motu proprio, y no tras mampuestos.

De alguno, como José Guerra, presumimos que se adhirió al combo de Datanalisis, pero a la Dra. Tamara Herrera y Rafael Quiróz no los creemos parte de esa parranda.

La Carta solicita a Joe Biden levantar las sanciones a Venezuela porque éstas no lograron su cometido (imagino que se refiere a tumbar al gobierno) y perjudican al ciudadano de a pie. No se le explica a Biden cómo nos beneficia el revocarla. Se trata de penalidades contra Maduro y algunos altos cargos del gobierno, a título personal. No contra el país.

Luis Vicente (sin decirlo) pide que se remueva el letrero de “Buscado” y la recompensa millonaria que pesa sobre los indiciados. (Eso no debe suceder). Maduro y su combo quiere moverse por el mundo y disfrutar allá afuera de fortunas mal habidas contra el Tesoro Público. Eso no debe permitirlo la OFAC. Está bien que se restablezca el trading petrolero y muy poco más, pero no remover las etiquetas que los tasan para el mercado de caza-recompensas. Y mucho menos que ese alivio sancionatorio de alguna manera, influya en la decisión de Karim Kahn (CPI). ¡No señor!

La Carta, obviamente, causó ruido. No mucho, pero sí de personas que por equilibradas, debe uno imaginar que pegaron un salto en sus butacas, porque La Carta indica que “Maduro tiene buenas intenciones” sin explicar (¡tampoco!) cuáles son tales. Dice La Carta que una vez eliminado el proceso punitivo regresarán las empresas petroleras, pero no explanan los firmantes, por qué lo harían ni a qué vendrían. Nadie arriesgará capitales.

En Venezuela hay petróleo, ciertamente, y mucho, pero la gran masa es de extra-pesado, muy complicado de extraer y peor aún, excesivamente costoso procesarlo. Las petroleras que se acerquen no lo harán con los bolsillos llenos de dólares para tirarlos en La Faja, porque esa enorme reserva de petróleo que posee Venezuela no es similar al API de Arabia. En consecuencia ese no es el objetivo de LVL.

Luis Vicente León cobra por refrescar la imagen de Nicolás Maduro con la mirada sobre Karim Kahn y la Corte Penal Internacional. No sabemos si todos los suscriptores están conscientes de ello, pero * Biden sí.*

León afirmó en muy reciente fecha que Maduro ostenta 75% de aprobación a su gobierno. Nunca explicó LVL cómo obtuvo esa cifra, que desde luego, no fue por vía demoscópica. Una encuesta sin mucha profundidad, aun realizada en una sede del Psuv, desmontaría la entelequia de Datanalisis.

Caminar y mascar chicle
Los firmantes de La Carta no explican cómo es que levantar sanciones resuelve problemas al país. Véase bien, por favor, no pedimos “los problemas”, sino “problemas.* Es decir, alguno que otro de esos que asfixian y asolan a la gente. No existe en las dos páginas de La Carta ni una mínima idea para impulsar la productividad, aun a sabiendas de que es imprescindible para generar desarrollo, que a su vez es insustituible para lograr progreso. (Ni una sola letra sobre ello).

No se dice, por ejemplo, pese a que Cusanno es uno de los tipos de La Carta, cómo impulsar el turismo sin dineros del Estado.

No se explica cómo activar el Agro y ni siquiera reclaman los firmantes que buena parte de la inflación obedece a que las carreteras del país están plagadas de “alcabalas” que no son más que “conucos” que se conceden a militares y policías porque no hay dólares en Miraflores y Maduro necesita solidaridad militante de las Fanb.

No se menciona cómo lograr que nuestros hospitales lleguen al menos a categoría de Tercer Mundo y no de rancho como ahora.

No se cita por ninguna parte que los gobernadores y alcaldes tuvieron 4 años sin hacer nada y la perspectiva es repetir la medicina porque Maduro no les aporta dinero.

No se señala en La Carta que no es posible ser productivos si la política lo asfixia todo.

No se enseña a los políticos a caminar y mascar chicle al mismo tiempo.

Ni Maduro ni ninguno lo sabe hacer.

Abogamos porque exista acercamiento de interlocutores serios con el gobierno. Lo hemos propuesto a varios líderes de oposición y a algunos del chavismo sin resultado porque el gobierno no acepta gente con ideas. Creemos en acortar distancias como recomienda La Carta, pero no bajo subyacencias inicuas, ni con intermediaciones capciosas. Se precisa “sinergia* entre quienes tienen ideas productivas y el gobierno, o Nicolás Maduro. Nada distinto tendrá resultado práctico para el país. 23 años han demostrado esto último.


(José Ángel Borrego, 0414-8187722)

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