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¿Se repite la historia? De Chávez a Bukele: el viaje del populismo al poder absoluto

Con su revisión constitucional para gobernar de forma indefinida, el líder salvadoreño retoma la hoja de ruta de los dirigentes chavistas:

Control total sobre los contrapesos, represión en las calles y estado de excepción.

La diputada derechista, Marcela Villatoro, viajó al futuro para advertir a los salvadoreños de su destino incierto durante la semana que cambió la historia de El Salvador

«Esta noche la democracia en este país ha muerto».

La reforma constitucional impuesta la semana pasada por el bloque gubernamental permitirá la reelección indefinida en el país centroamericano, además de estirar el periodo legislativo hasta seis años.

La misma senda del poder absoluto iniciada por Hugo Chávez y remachada por Nicolás Maduro, que ahora transita Nayib Bukele con sus propias herramientas y las redes sociales como motor imparable.

Y con una verborrea insaciable, asociada a ese populismo de moda en las Américas.

«El 90% de los países desarrollados permiten la reelección indefinida de su jefe de Gobierno y nadie se inmuta. Pero cuando un país pequeño y pobre como El Salvador intenta hacer lo mismo, de repente es el fin de la democracia», respondió el presidente influencer días después.

Palabras tan similares que las podían haber dictado Chávez, Maduro y otros como Daniel Ortega, que ha usado una ruta muy parecida en Nicaragua tras regresar al poder en 2007. O Evo Morales, quien se quedó a mitad de camino tras fracasar el pucherazo electoral de 2019 en Bolivia, pero que previamente había vulnerado la Constitución e impuesto un referéndum sobre la reelección, cuya derrota no le impidió presentarse a las elecciones.

El poder les hace insaciables en un continente donde llueve sobre mojado. 

«Pasamos de caudillos a dictaduras militares», asegura vehemente para EL MUNDO el analista César Báez.

«La no reelección se posicionó en su día como contrapeso para proteger a la democracia.

Sin embargo, en las últimas décadas eso ha cambiado, desde la izquierda y la derecha, basado en una interpretación electoralista de la democracia.

¿Tiene la Constitución poder suficiente para contradecir a la voluntad popular si la gente apoya a un mismo presidente por mucho tiempo? Ese es el dilema», se cuestiona el analista.

Chávez abrió una senda que ha llevado a Venezuela a convertirse en una dictadura sangrienta, atornillada por la fuerza bruta de las armas y las alianzas internacionales con rusos, iraníes, chinos y cubanos.

Bukele se ha lanzado por el mismo camino iniciado por Chávez, pese a sus críticas constantes contra el chavismo.

«Tanto Bukele como Chávez son dos clásicos prototipos de liderazgo populista: con carisma, llegaron por la vía democrática y, paulatinamente, uno desde la izquierda y otro desde la indefinición que se puede catalogar de derechas por sus alianzas, transformaron las instituciones y la cultura política.

Ambos son líderes carismáticos, prototípicamente populistas, con personalización del poder y reelección ilimitada», retrata para este diario el historiador Armando Chaguaceda.

Un mismo recorrido con similitudes enormes.

«Bukele comenzó concentrando poder y capacidad de toma de decisiones en sí mismo, para lo que se auxilió mucho de las redes sociales y las tecnologías de la comunicación. Y luego avanzó por el camino del control de los demás poderes del Estado, incluso influyendo en gobiernos locales.

Ahora vemos claramente cómo tiene la pretensión de continuar en el poder: primero con la eliminación del candado constitucional con la reelección, y luego con la extensión del periodo de ejercicio presidencial«, detalla Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica.

En 2007, Chávez desafío al país y a la tradición democrática de los venezolanos al plantear un referéndum para aprobar la reelección indefinida y un conjunto de leyes socialistas.

Sufrió una inesperada derrota («victoria de mierda» de los líderes universitarios, como él mismo la definió). Dos años después repitió, y ganó con todo tipo de ayudas y arbitrariedades el plebiscito de la reelección.

Las leyes socialistas las impuso a golpe de decreto. En ese momento, la revolución todavía tenía popularidad.

«Para Chávez fue fundamental copar todas las instituciones con partidarios leales antes que con funcionarios competentes. Bukele consigue en su popularidad una justificación para todo esto. Ya pasó una modificación de los distritos electorales que le dio 57 de 60 escaños en el Parlamento, lo que le permitió remover a todos los jueces de la Corte Suprema e instalar oficialistas leales, que fueron los que le permitieron correr en su primera reelección a través de una interpretación de la Constitución. También impuso un estado de excepción desde 2022 que sigue vigente. Aunque Chávez procuró reformas a la Constitución, Bukele sigue ese rumbo en un estilo menos dogmático-ideológico, más pragmático», constata Báez.

La exiliada nicaragüense Cuadra conoce de primera mano los peligros de esta vía al poder absoluto, en su caso con Daniel Ortega empeñado en construir una Corea del Norte en medio de Centroamérica.

«En el caso de Ortega estamos ante un líder de origen revolucionario que regresa al poder por la misma vía que se fue: las elecciones. Pero no es un líder carismático, sino un hombre de aparato, un radical de izquierdas que sí genera un culto y una propaganda, pero sin el carisma de los otros dos. En los tres casos, el denominador común es la concentración del poder, pero Bukele lo hace creando desde cero, alrededor de su persona, un movimiento muy nuevo que se convierte en partido», profundiza Chaguaceda.

Bukele, alcalde capitalino por el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), no consiguió la candidatura presidencial por su antiguo partido, así que se lanzó a crear uno nuevo.

El boliviano Evo Morales, apartado a fuerza de escándalos de su Movimiento Al Socialismo (MAS), porfía en la actualidad para ser decisivo en las elecciones del 17 de este mes, pese a que ha luchado para ser reelegido hasta el último momento.
El líder chavista, Nicolás Maduro, y el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en 2015. AP
Chávez intentó extender su socialismo del siglo XXI con la mezcla de carisma empujado por miles de millones de dólares de la bonanza petrolera.

Tanto exprimió la cartera de los petrodólares que cimentó la ruina nacional. En cambio, Bukele ha conseguido ser el político más admirado de las Américas, hartas de corrupción e inseguridad, sin gastar un dólar, pero gracias a las redes sociales y a sus supuestos éxitos en las materias que más preocupan a los ciudadanos.

«Chávez era un producto de las tradiciones del siglo XX: populismo y castrismo. Bukele es el primer mandatario del XXI», sentencia Chaguaceda.

Los métodos de Bukele, el mejor aliado de Donald Trump al sur del Río Bravo, gustan en países como Argentina y Ecuador, y además le salen replicantes por todas partes, dispuestos a conquistar a los electores con megacárceles, mucha mano dura, estados de excepción a la medida y gritos constantes contra la corrupción.

Hasta en Costa Rica, una de las tres democracias plenas de América Latina junto a Chile y Uruguay, el partido bukelista Avanza se prepara para debutar en las presidenciales del año que viene.

En Chile, Bukele cuenta con una favorabilidad de más del 70%, por algo es el líder más popular de la región. Al ecuatoriano Jan Topic y sus recetas llegadas de El Salvador no le dejaron competir, pese a estar avalado por su pasado de mercenario en la guerra de Siria.

El ex alcalde, Arturo Fernández, se hace llamar el Bukele peruano, su principal arma en la carrera presidencial del año que viene. Y sólo son unos pocos ejemplos.

«Bukele estableció un modelo que vende como su marca personal de estilo de Gobierno. En el exterior ven ese modelo como algo replicable para sus países, aunque por otro lado se denuncie un modelo nocivo en términos de democracia y derechos humanos», contrasta Cuadra.

Las recetas de Bukele están de moda, pero la tentación autoritaria va mucho más allá del salvadoreño.

«¿Qué pesa más? ¿El papel [la Constitución] o la gente? Si millones de colombianos quieren que Gustavo Petro continúe gobernando, ¿tendría más peso un artículo que reposa en papel hace 30 años que la voz viva de un pueblo?», vocifera el pastor evangélico Alfredo Saade, jefe de gabinete del izquierdista Petro, que también sueña con una reelección prohibida en Colombia. Y no es el único.

¿Cuáles serán los próximos pasos de Bukele, marcados previamente en la hoja de ruta Chávez/Maduro? 

«Lo siguiente debería ser un aumento en la persecución política, más presos políticos, más prensa independiente exiliada, mayor control gubernamental sobre la economía, distribución clientelar de cargos públicos, fusión entre el partido y el Estado y, finalmente, sumisión de la Fuerza Armada y de los órganos de seguridad, que pasarán a estar directamente vinculados al presidente», adelanta Báez.

Las mismas consecuencias que teme la diputada Villatoro, quien abre esta crónica.

Tomado de El Mundo de España

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