Todos escriben, todos hablan, todos analizan hoy el “ataque cinético” sobre una embarcación venezolana, que todos, han llamado “buque”, algunos lo han llamado “barco”.
Inicialmente, al leer el tuit de Trump, donde informa al mundo el susodicho ataque, algunas personas, un tanto distraídas, creyeron que se trataba de un homenaje del presidente norteamericano a Carlos Cruz Diez, pero yo, que sé de la ignorancia supina de Trump, les aclaré rápidamente, que estaban confundidas, pues Trump, no se refería al arte cinético cuyo exponente principal es Cruz-Diez, él se refería al ataque a una embarcación venezolana- según informó en un tuit presidencial, cargado de drogas y con 11 narcoterroristas pretendían introducirla en EE. UU- mediante “un proyectil no explosivo donde la fuerza destructiva proviene de la energía cinética liberada durante el impacto del proyectil”.
La nota de esta semana, un tema que estoy muy lejos de manejar, lo que pretende es aclarar que hay diferencias más que notables entre un buque o un barco y una lancha, entre una lancha y un peñero y entre este y un barco. Eso con independencia de cuantos motores fuera de borda tiene la embarcación en cuestión.
Aunque reconozco que lo importante en este caso es la narrativa que se construye, pues depende de la fuerza, poder y espacio institucional de quien la construya para que esta se convierte en un hecho.
En el caso de la embarcación destruida por la armada norteamericana, las narrativas construidas, tanto, desde la dictadura como la presentada por la administración Trump tienen vicios, pues ambas se alejan de la realidad.
Con respecto a la versión ofrecida por el régimen de Maduro, en principio, pensé que sería desmentida poniendo, en todos los medios que controlan, versiones como: “se trata de venezolanos que se proponían hacer turismo en República Dominicana o Puerto Rico o Curazao, Aruba o Trinidad” en fin, cualquier destino del caribe o, esta otra: “se trataba de humildes pescadores que iban detrás de un cardumen de sardinas”, pero no. Además del consabido “criminal ataque del imperialismo contra la sagrada patria de Bolívar” se decidieron, para estar a la moda, por la Inteligencia Artificial, el video fue producido con IA, dice el ministro Ñañez, que no fue más que una Ñoñez, pues esta versión ha sido desmentida rápidamente y el video montado por Trump ha sido verificado cien veces como verdadero.
La versión que ofrecida por Trump y sus funcionarios remata que los “narcoterroristas” pertenecen al Tren de Aragua, reapareciendo, este, en la narrativa presidencial de manera estelar, pues en las últimas semanas había sido desplazado por “el Cartel de los Soles”.
Este tuit es replicado por múltiples funcionarios de la Casa Blanca (altos, medianos, bajo y hasta de ninguna importancia), sin dar detalles, todos subrayan, una y otra vez, que la destrucción del bote fue realizada bajo las órdenes directa de Donald Trump, así lo informó Marco Rubio y el representante Carlos Giménez.
Yo les confieso que cuando escuché las noticias de este evento me dije para mis adentro: “al carajo ya los norteamericanos volaron el “Negra Matea” (que antes se llamaba “El Pilín León”)”. Pero, luego cuando vi el video me dije, pero esto no es un barco, esto parece un “peñero” en el que, alguna vez, fui a “Los Cayos” dejando el estómago en el “Caribe, en el Caribe Sur”.
Sobre los ocupantes de la lancha que fueron asesinados “11 anónimos calificados, en un tuit presidencial, sumariamente como «narcoterroristas»” se tiene poca información, que ha sido dada a los medios por sus familiares. Son como fantasmas, de ellos, dice Alejandro Rodríguez, en un buen artículo “Tiburones en el Guaire…” publicado en El Nacional del jueves 4/9: “11 personas consumidos por el fuego y el agua. 11 vidas, borradas del mundo por orden de un presidente que, minutos después, lo anunciaría al mundo no con la solemnidad de un acto de Estado, sino con la jactancia de un matón de patio de colegio”.
Si pueden leer ese artículo, háganlo, para matizar, las respuestas que estoy seguro muchos ya están emitiendo: “Quien los manda”, pues asumiendo que los 11 ocupantes del bote, en cuestión, no eran angelitos, me pregunto, si Trump tiene el derecho de quitar la vida a quienes califica arbitraria y sumariamente de “terroristas”.
Pero, bueno, las narrativas construidas nos sirven para determinar que el régimen de Maduro carece totalmente de credibilidad. Las repuestas dadas por el régimen son las de mismas siempre. El guion de costumbre, que nos dice que aquella capacidad de Chávez para comunicar y para convertir sus palabras en cosas, no existe más. La deriva autoritaria de Maduro revela que la narrativa oficial carece de toda autoridad comunicativa.
Por otra parte, las notas que se leen y los informativos de las cadenas de televisión acogen el lenguaje oficial norteamericano, de que efectivamente, es un barco o un buque lo que ha sido destruido mediante un ataque preciso de la Marina norteamericana. Para, los venezolanos, que viven fuera del país, especialmente en los EE. UU hablan, emocionados de la “voladura de un buque o un barco”, pensando, tal vez, que ese es el inicio del “desenlace”. Son aquellos, que han jurado por Trump y han confiado en él como ““salvador” de Venezuela, lo que es un error monumental. Su personalismo y arbitrariedad lo vuelven impredecible» (Elías Pino Iturrieta “Jurar por Trump”).
De los venezolanos, que viven dentro del país, que son la mayoría, no sé si la sensación es la misma, presumo que, no es que sean indiferentes, pero la gente, las mayorías sobreviven y, procuran moverse lo más eficientemente posible en medio de una crisis que ya forma parte de su identidad.
Mientras tanto, yo, vuelvo al video y lo veo una y otra vez, y me digo, que es increíble como se impone una representación de la realidad. Pues, no tengo duda alguna, lo que explota en ese oscuro mar es una lancha, un bote, un peñero, pero la narrativa dominante ha travestido esa pequeña embarcación de “Titanic”.
El caso, es que el evento ha sido celebrado e informado como una gran victoria ( y vienen por más, dicen).
Pero que vaina, digo yo, veo un número creciente e importantes nombres de venezolanos que apuestan y juran a Trump, pero en realidad como bien señala Jorge Alejandro Rodríguez, en la nota ya citada: Venezuela esta en medio de un fuego cruzado, entre “dos patologías simbióticas: el matonismo imperial de un caudillo de reality show encaramado en la Casa Blanca y la descomposición criminal de una satrapía tropical que ha convertido a una nación en su feudo personal”.
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