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Una cuestión de número Por el Soc. Ender Arenas Barrios

Que ser valiente no salga tan caro

Que ser cobarde no valga la pena.

 Joaquín Sabina.

¿Cómo explicar que una mayoría, como es el caso venezolano, sea gobernada por una minoría?

La explicación inicial es que esa minoría se hizo sustancial, cuando fue capaz de producir cambios sociopolíticos, incluso, antes de llegar al poder.

En algún momento, un marxista, llamado Lenin, sugirió un nombre para ese fenómeno político: “mayoría de efecto estatal”.

 En Venezuela, esa minoría se ha hecho consistente en el poder, en parte gracias, a los que en un momento determinado presumieron de ser los representantes legítimos de las mayorías en el antiguo Congreso elegido en 1998.

En ese centro de poder, “esos representantes” actuando con una enorme irresponsabilidad política, se subsumieron, real y formalmente, al poder ejecutivo.

No solo ellos. También, gracias a 8 magistrados de 15 que formaban parte de la antigua Corte Suprema de Justicia en 1999, actuando con una enorme cobardía, aprobaron la virtual liquidación de la Corte Suprema de Justicia.

De esta manera, Irresponsables y cobardes fueron los sepultureros de los soportes fundamentales de la democracia: el poder legislativo y el poder judicial.

Aunque es bueno señalar que no toda la responsabilidad deberíamos atribuírselas a un liderazgo político y judicial que no estuvo a la altura para enfrentar la crisis del desgaste sufrido por la democracia desde finales de los 70, también, debe apuntarse la participación de la gente, esa que suele llamarse “pueblo” y del que se dice que nunca se equivoca y su palabra es la palabra de dios fue un factor de primer orden en la instalación de un régimen que derivo hacia el autoritarismo una vez llegado al poder.

“El pueblo” fue seducido y entusiasmado por la narrativa de un demagogo y a su poca o escasa cultura política y que había hecho “una norma” del llamado “voto castigo”, expresado más o menos de la siguiente manera:

“si este fulano y su partido no hace un buen gobierno cuando termine los cinco años, votamos por otro partido y lo cambiamos”.

Chávez le dio un golpe en la cabeza a esta creencia y desde entonces, en Venezuela vivimos el microcuento de Monterroso:

“Cuando despertó (en este caso cuando despertamos), el dinosaurio todavía estaba allí”.

Pues, bien, a partir de allí, el chavismo, llegó a imponer como normas mayoritarias lo que eran normas minoritarias que expresaban los intereses de lo que en ese entonces se tenía por un movimiento revolucionario y que ha terminado por ser la expresión de una minoría populista de izquierda profundamente corrupta.

El mantenimiento en el poder del chavismo por más de veinte años, ahora en la etapa madurista, a pesar de su terrible déficit de gobierno que ha resultado en la ruina del país, en el definitivo deslave institucional y en la imposición de una dictadura dura y pura, es explicado, en parte, como ya lo han hecho muchos analistas y observadores de la política a los errores cometidos por una oposición, que ha actuado de manera errada por ausencia de una adecuada lectura del país y por las diferentes agendas, algunas de ellas ocultas, que se han materializado en cada sector opositor impidiendo la conformación de una verdadera unidad por la recuperación de la democracia.

Estos factores han incidido en el fracaso de lo que hasta ahora se ha hecho desde la oposición que, no obstante, ha sido mucho: enormes manifestaciones, como la del 11 de abril de 2002, intentonas golpistas, las violentas manifestaciones que dejaron cientos de muertos y detenidos, conocidos como  “La salida”, el intento golpista del 30 de abril de 2019, dirigido por Juan Guaidó y Leopoldo López.

Además, la oposición ha organizado referéndums revocatorios, ha realizado jornadas de futbolito, bailantas, firmazos, ha participado en un sinnúmero de elecciones, etc.

Hasta llegar a la convocatoria hecha por MCM a una manifestación multitudinaria para el 9 y 10 de enero de 2025, reclamando el respeto a la voluntad popular que le dio la victoria a la oposición el 28 de julio de 2024. El objetivo de esta convocatoria era convertirla en una “sublevación popular”, pero, resultó en una convocatoria fallida.

Confieso, que, en este último evento, yo tenía puesta todas las esperanzas para impulsar cambios sustantivos que condujeran a la recuperación de la democracia.

Sería el “momento constitutivo” de una nueva historia.

Este, “no es simplemente una fecha de memorización en los libros de historia o un cambio de mando con banda presidencial incluida. No, es mucho más dramático y duradero, es ese punto de inflexión en el que una sociedad decide, de una vez por todas (al menos por unas cuantas décadas) como quiere ser o como va a tener que ser”

Un gran “acto fundacional” en nuestra historia y dado que igual que “ayer”, hoy somos una colonia, pero, esta vez de varios centros de poder:

Rusia, China, Cuba, Irán y los cárteles del narcotráfico, comparé este momento con los eventos del 19 de abril de 1810.

Este gran “momento constitutivo”, no era un momento mágico, estaba precedido de pequeños actos igualmente constitutivos:

Las primarias del 26 de octubre de 2023 y las elecciones del 28 de julio de 2024, donde había resultado electo Edmundo Gonzales Urrutia.

Pero, la convocatoria realizada por MCM, dueña del relato y de las masas, fue desoído por la gente y por la dirigencia partidaria que no movió a su gente lo cual habla mucho del enorme resentimiento político que ha cultivado contra la líder más importante del movimiento político opositor.

La decepción me ha hecho reflexionar sobre la no respuesta de la gente ante la convocatoria hecha por quien, sin lugar a duda, políticamente los representa.

Lo hice a partir de una lectura de Norbert Lechner (1939-2004). Para él, la política está hecha de deseos y miedos y, en este sentido, debemos interrogarnos de los sentimientos involucrados en la lucha política y para comprenderla, en su exacta dimensión, es necesario echar una mirada política a los temores y anhelos que provoca el estado de cosas que existen y nos envuelven como una densa atmósfera.

El autor nos habla de la necesidad de indagar sobre “el significado político del sentimiento de miedo, desamparo y desencanto” y el impacto que estos tendrán en la conducta política de los interpelados para la acción política.

En este sentido, no ha sido que la gente fue inmune al llamado de MCM, solo que ha tenido y tiene miedo, miedo que el régimen ha instalado como una peste en el espíritu y cuerpo del venezolano, a partir, de la cancelación de todas las mediaciones democráticas y el uso de la violencia y la represión desnuda para mantenerse en el poder. Demás esta decir que ese miedo paraliza.

Para finalizar esta nota debo confesar que, como a muchos, el desencanto me embarga y, a ratos, pienso que moriré donde ahora vivo y entonces, como dice Lechner, “escribo de lo que duele”, de lo que me duele. Pero, repito, eso es a veces.

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