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Farándula

¡A propósito del día del locutor en Venezuela!, Por David Figueroa Díaz


Ayer se celebró en Venezuela el Día del Locutor, instituido para rendir homenaje perenne a Renny Ottolina, considerado como el número uno de la locución en ese país, con base en su larga trayectoria, en la que con mucho profesionalismo y perseverancia, dignificó el oficio.

Yo por supuesto, al saberme colega de esa destacada figura de la radio y de la televisión de mi país, hoy quiero referirme al oficio, con énfasis en lo tocante al uso del lenguaje, que es lo que manejo con relativa facilidad, y que desafortunadamente es mal utilizado por muchos que se hacen llamar locutores.

Hasta hace poco tiempo, para ejercer la locución en Venezuela, era indispensable poseer un certificado de suficiencia, que lo concedía el Ministerio de Transporte y Comunicación (MTC), previa presentación de un examen de suficiencia. No había pensum de estudios, por lo que el interesado se preparaba por su cuenta e introducía la solicitud para que le fuese asignado un jurado calificador, que por supuesto aplicaba el examen cuando existía un considerable número de solicitudes, y lo hacía en la ciudad en la que hubiera más aspirantes.

Después, esa responsabilidad pasó a manos de varias universidades, hasta que finalmente la asumió la UCV (Universidad Central de Venezuela), que creó un pensum de estudios y elevó el nivel de exigencia, lo cual implica que para ser locutor de estaciones radiodifusoras, es obligatorio asistir y aprobar un curso de por lo menos seis semanas, luego de lo cual se aplica un examen eliminatorio, escrito y oral. Se requiere ser por lo menos TSU (Técnico Superior Universitario).

Pero a pesar de que para ejercer el oficio es necesario estar facultado por la máxima casa de estudios, la piratería y la chabacanería se han apoderado de la radio y la televisión, con contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente. Y como el lenguaje oral es la herramienta básica de un locutor, he considerado prudente hacer este cometario.

Un buen locutor requiere del dominio de la sinonimia, para evitar la redundancia y la anfibología, muy común en los malos ejecutores de la radio en la actualidad, por lo menos en Venezuela. Se les olvida que un locutor es un educador a distancia; pero, ¿cómo podrá educar si su léxico es deficiente, si no tiene aunque sean nociones elementales de lenguaje oral y escrito?

A eso contribuyeron en gran manera los llamados medios comunitarios, concebidos originalmente para democratizar el acceso a ellos; pero desafortunadamente se desvirtuó la verdadera esencia de la radio y la televisión, pues los que ocupan los espacios estelares, son una verdadera calamidad en el uso del lenguaje, amén de que son fomentadores de antivalores. Eso ocurre ante la mirada indolente de los organismos encargados de regular el funcionamiento de los medios.

Redundancias, anfibología, palabras mal utilizadas y una pobreza crítica de léxico, son las características más sobresalientes de la mayoría de quienes, sin la debida preparación, son las «figuras» de la radio y de la televisión, y hasta podía decirse que están usurpando la profesión del locutor, pues amparados en el certificado de Producción Nacional Independiente (PNI), creen que están facultados para ejercerla.

Ante eso debo aclararles que el PNI no es una patente de corso para ejercer la locución, sino un registro de Conatel (Comisión Nacional de Telecomunicaciones), en concatenación con el Seniat (Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria) para controlar la venta de publicidad en los medios de comunicación masiva, y es por eso que abunda la chabacanería y el maltrato a nuestra lengua materna, claro está como lo dije antes: con contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.

Los «habemos» y hubieron mal utilizados; los «haiga» y por «haya» y otras barbaridades, son harto frecuentes, pese a que de manera sistemática las redes sociales y otros medios presentan recursos para disipar las dudas y adquirir facilidad en el manejo del lenguaje oral, que es, guste o no, la herramienta fundamental del locutor.

Un locutor debe manejar regularmente las reglas gramaticales, hablar y escribir medianamente aceptable nuestro idioma, con potestad ortográfica; debe conocer la semántica y poseer un nivel medio cultural, pues de lo contraria no estaría cumpliendo su función ante la sociedad, y en tal sentido sería recomendable que se dedicara a otra cosa. Lamentablemente, en Venezuela, la radio y la televisión están infectadas de ese terrible mal.

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