En el campo de la matemática, resolver una ecuación no siempre es una tarea de directa resolución. Quizás, aquellas de una, dos o hasta tres incógnitas. Pero de ahí en adelante, el problema resulta bastante complicado.
Se hace necesario entrar a un mundo en el cual los procedimientos comprometen un denso conocimiento sobre manejo inferencial que obliga a introducirse en complejas relaciones entre variables imaginarias que superan racionalidades propias del ámbito tridimensional.
A la caza de problemas
En el terreno de la política, el problema no es menos engorroso. Posiblemente, peor aún debido a que la incidencia de una variable es capaz de arrastrar otras que, a primera vista, se hallan ocultas. Particularmente, dado su carácter incorpóreo o porque son imperceptibles por la acelerada velocidad a la cual ocurren sus cambios entre distintos estados de comportamiento o de reacción social.
Cuando se buscan dilucidar problemas que mantienen atascada la dinámica política, a propósito del significado que para las realidades representa los “nudos críticos” que complican cualquier situación, la misma ha de calificarse como “dilema de naturaleza política”. Similar a lo que es una ecuación matemática de múltiples variables cuya gráfica, pudiera revelar una función discontinua y diferenciada en sus rangos y dominios. Y peor aún, al mismo tiempo.
Precisamente, así pudiera comportarse una realidad política cuya complejidad la sitúa en el plano de una relación matemática comparable con el problema que confronta el gobernante bajo impugnación político-administrativa. Sobre todo, al momento de desentrañar el enigma que se le plantea de concurrir a caducos o aventurados mecanismos de resolución. A pesar que el análisis político puede deparar rutas de equilibrada intervención.
A modo de conclusión
Los condicionantes que habrán de determinar la resolución de tan complicada ecuación política, no sólo serán demostrativos de una relación directa entre la intensidad de la demagogia aplicada y la estridencia ejercida al ofrecer promesas que lucen de difícil cumplimiento.
Por otro lado, debe considerarse que estas condicionantes, seguramente, exhibirán una relación inversamente proporcional entre los factores de poder que exaltan el proselitismo y el tiempo de gobierno transcurrido. Lo cual sería contraproducente a los dictámenes de la precaria gobernabilidad alcanzada debido a que mientras más ofrecimientos existentes, menos apoyo de la población pudiera obtenerse.
Cualquiera que sea la ruta empleada a los fines de lograr el equilibrio capaz de amenguar la situación en cuestión, al problema político se verá más sujeto e inmerso en el lodazal de conflictos que el carácter de una supuesta irresolución con el cual se topa la realidad, arroja más incógnitas que las que, en principio, fueron estimadas. Supuestamente convencida la situación impugnada de las dificultades que se verían venir. Razón por la cual, en este orden de circunstancias, la teoría política, habla de efectos que darían cuenta de la incidencia de una ¿intrincada ecuación política?
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