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La canonización Por José Luis Centeno

Un evento que trasciende lo religioso y refleja valores humanos fundamentales en una sociedad marcada por desafíos.

La reciente canonización de José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles, efectuada el 19 de octubre de 2025 en el Vaticano, representa un momento emblemático en la historia social y cultural de Venezuela.

Este hecho ha trascendido el marco estrictamente religioso para convertirse en un reflejo profundo de los valores humanos que aún prevalecen en nuestra sociedad, en medio de tiempos de incertidumbre y desafíos. Ello nos reafirma la convicción de que vivimos en una Tierra de gracia.

Ambas figuras, reconocidas por su entrega altruista y compromiso social, se han convertido en símbolos de esperanza, solidaridad y bondad, rasgos que parecen fortalecer el alma pública del venezolano, en un contexto donde la crisis, la desesperanza y la fragmentación social lucen como predominantes.

La canonización de José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles no sólo los eleva a un plano espiritual, sino que también revaloriza comportamientos de empatía y compromiso que emergen en nuestra cotidianidad. Ergo, revela cómo los altos niveles de conciencia social y cultural en Venezuela aún laten con firmeza.

La veneración a José Gregorio Hernández, el médico de los pobres, refleja un reconocimiento colectivo a la importancia de la atención desinteresada y humanitaria, principios que todavía inspiran a muchos a seguir luchando por una sociedad más justa y empática. La Madre Carmen Rendiles, por su parte, nos recuerda que la entrega y el compromiso pueden generar cambios profundos en la comunidad.

La presencia de estos santos en el imaginario social venezolano, en un momento donde la fe, la esperanza y la solidaridad parecen ser los últimos baluartes, subraya cómo la religiosidad implícita en este hecho (la canonización) ayuda a consolidar un sentido de identidad y pertenencia.

Tanto así, que la misma comunidad que los honró en vida, ahora los hace santos, no sólo como un acto de fe, sino también como un acto de reafirmación de los valores humanos que aún quedan vivos en Venezuela.

La historia de nuestro país, con todos sus altibajos, muestra que en medio de la adversidad todavía germinan semillas de bondad y que, en su origen, la verdadera grandeza de un pueblo se mide por la profundidad de su compromiso con los valores esenciales del ser humano.

En definitiva, la canonización de estos dos venezolanos fue más que un acto religioso: es una manifestación de la inteligencia emocional de una nación que, pese a todo, sigue creyendo en la fuerza del amor, la empatía y la solidaridad.

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