En el vasto y a menudo hilarante circo de la política, existe un espectáculo que nunca deja de sorprendernos: la dulce ironía de la abstención.
Imaginen este escenario: un ciudadano, con una profunda convicción en la inutilidad del voto, decide quedarse en casa el día de las elecciones.
«¡Mi voto no cambia nada!», exclama, mientras se acomoda en su sofá con una bolsa de tostones a ver una serie de esas policiales.
Pasan los meses, y la Asamblea Nacional, ese misterioso ente que algunos confunden con el club de la pelea, aprueba una ley que prohíbe el uso de cornetas musicales en los parques.
Nuestro abstencionista, que ama pasear por el parque con su musica favorita a todo volúmen, se siente ultrajado.
«¡Esto es un atropello a mi libertad!», grita, olvidando convenientemente que su voz no se escuchó en las urnas.
Pero la cosa no acaba ahí. La asamblea, en su infinita sabiduría, decidió aumentar los impuestos a las bebidas azucaradas.
Nuestro abstencionista, adicto a los refrescos, se siente estafado.
«¡Estos políticos de miérrr…!», se lamenta en un tono más fuerte, mientras mete en su carrito de compra apenas dos botellas de litro y medio de su bebida favorita.
Y la vida sigue su curso.
Nuestro abstencionista, ajeno a la ironía, se queja de las leyes que le afectan, sin darse cuenta de que su abstención fue un voto silencioso a favor de esas mismas leyes.
Porque, en el fondo, la política es como un boomerang: siempre vuelve, y a veces, te golpea donde más duele.
Así que si este 25 de mayo sientes la tentación de quedarte en casa el día de las elecciones, recuerda que serán los 277 diputados a la Asamblea Nacional los que discutiran y aprobarán las leyes que marcarán tu día a día, y muy seguramente no serán de altavoces o refrescos.
Te invito a tomar conciencia porque, aunque a veces parezca un circo, esa AN tendrá el poder de convertir tu vida en una comedia de humor negro y quizás termines diciendo con desespero «¡Hasta cuándo tanta jerga!».
Sandy Ulacio
Periodista / Analista político
@Soulacio
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