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La futura economía del hidrógeno Por Enrique Dans

Cada vez más evidencias parecen apuntar al papel del hidrógeno como forma de almacenar y transportar energía en el futuro, con más países intentando posicionarse como productores y exportadores, pero también con numerosas limitaciones y salvedades.

Algunas ideas parecen estar quedando cada vez más claras: en primer lugar, que por mucho que Toyota en su momento pudiera pretender, el uso del hidrógeno en el transporte ligero no va a tener ningún sentido desde un punto de vista energético, y como mucho, se utilizará como almacén de energía en el transporte pesado, en aviones, en ferrocarriles, pero ni siquiera en camiones o autobuses, en los que la alternativa de las baterías tendrá más sentido.

El segundo punto es todavía más importante, y se refiere al origen del hidrógeno: no importa cuánto se empeñen las compañías petroleras y sus lobbies, el hidrógeno que utilicemos tendrá que ser forzosamente hidrógeno verde producido a partir de instalaciones renovables, porque su alternativa, el llamado «hidrógeno azul» producido a partir de sus propios procesos productivos, es peor aún que el carbón.

Así las cosas, la propuesta de las compañías petroleras de jugar un papel importante como futuros productores de hidrógeno está dejando de tener sentido. Pero esto no quita que países como los Estados Unidos, India o Arabia Saudí, con mucho sitio para poner paneles solares, sigan pugnando por hacerse con un lugar importante en la producción de hidrógeno a partir de los excedentes generados por las instalaciones de energías renovables, que sin duda jugarán un papel importante en el futuro mapa de la energía y en una economía billonaria que sustituirá a la del petróleo.

Sin embargo, y para terminar de entender las reglas de un futuro mapa energético que tiene numerosas claves, entramos en una tercera derivada: resulta que el transporte a larga distancia de hidrógeno no tendrá, según parece, las mismas características que el transporte de combustibles fósiles o gas. La menor densidad energética por volumen del hidrógeno hará que su transporte deje de tener lugar mediante barcos, y tenga necesariamente que ser a través de oleoductos – dejaremos probablemente de llamarlos así – si queremos que tenga económicamente sentido.

Hablamos, por supuesto, de cuestiones aún en evolución: a medida que el hidrógeno se convierta en la reserva energética predominante, veremos nuevos desarrollos para obtenerlo o para almacenarlo y transportarlo que posibilitarán más grados de libertad. Mientras, países como el Reino Unido, Singapur y otros están optando por tender larguísimos cables transoceánicos para transportar electricidad obtenida en otros países de manera directa, sin pasar por el hidrógeno, en un esquema que haría parcialmente redundante el uso del hidrógeno.

Si algo está claro, es que el futuro es la electricidad obtenida mediante fuentes renovables, la más barata en su producción, en aquellos lugares del mundo adecuados para ello, y transportada en parte por cables y en parte mediante hidrógeno, que será también utilizado como almacén energético para salvar la intermitencia de la generación renovable, y como fuente de energía en transportes pesados como aviones, grandes barcos o ferrocarriles. En torno a este esquema va a tener lugar la mayor transición energética de la historia de la humanidad, absolutamente necesaria para que dejemos de quemar cosas y solucionemos el problema más importante que tenemos. El cómo se posicionen los distintos países con respecto a este esquema nos dará muchas claves sobre cómo será el futuro mapa de la energía.


This article is also available in English on my Medium page, «The future (and complex) hydrogen economy»

Enrique Dans

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