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La maldad que dura cien años Por Humberto González Briceño

En Venezuela llevamos un cuarto de siglo haciéndonos la misma pregunta: ¿Por qué el chavismo sigue en el poder a pesar de haber arrasado con todo? .

A pesar de la ruina nacional, del rechazo mayoritario de los venezolanos y del supuesto aislamiento internacional. No basta con invocar al “aparato represivo” o a la “debilidad opositora” para explicarlo. Hemos ensayado teorías, combinaciones y hasta fórmulas mágicas, pero ninguna resiste el peso de la realidad.

Tal vez convenga, como quien busca las causas de una metástasis, volver al modelo original: Cuba.

Allí se diseñó el laboratorio de supervivencia que el chavismo adoptó con fidelidad dogmática y refinó con pragmatismo petrolero. La pregunta pertinente sería entonces: ¿cómo ha sobrevivido un régimen dictatorial en la nariz de los Estados Unidos durante más de seis décadas? Y al responder, quizás entendamos por qué el chavismo amenaza con instalarse medio siglo, como su maestro caribeño.

Las diferencias son obvias: Cuba es una isla sin recursos estratégicos, obligada a subsistir mediante la represión interna y el contrabando ideológico.

Venezuela, en cambio, nada sobre un mar de petróleo. Pero las semejanzas son más inquietantes: la confiscación absoluta de las armas por parte del Estado, la conversión de las Fuerzas Armadas en una guardia pretoriana leal a la élite gobernante, la domesticación de la sociedad civil, la persecución selectiva de líderes incómodos y, sobre todo, el control implacable de la esperanza.

No estamos frente a una pandilla de improvisados que asaltó el poder y lo retiene a golpe de brutalidad.

Estamos ante una red militar-policial pragmática y sofisticada, que administra la represión con la frialdad de un contador y combina la intimidación con la cooptación, el chantaje con la dádiva. El chavismo no improvisa; calibra. Y, como todo buen alumno, aprendió de su tutor cubano a blindarse desde dentro, a fragmentar a sus opositores, a eternizar el miedo.

Si Cuba logró sobrevivir con escasez, aislamiento y sin petróleo, Venezuela cuenta con la ventaja estratégica del oro negro, capaz de lubricar lealtades militares, comprar voluntades internacionales y financiar el aparato de control interno. La tiranía venezolana, por tanto, parte con ventaja en la maratón de la eternidad.

La conclusión, si es que hay alguna, es amarga: lo que mantiene en pie al chavismo no es un misterio metafísico ni la supuesta mansedumbre del pueblo, sino una maquinaria militar-policial aceitada con recursos infinitos.

Una máquina que aprendió de Cuba cómo sobrevivir al precio que sea. El problema ya no es explicar por qué siguen en el poder, sino imaginar qué podría detenerlos. O consolarnos pensando que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

@humbertotweets

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