Cuando quiere descubrir la debilidad en alguien, asígnele responsabilidades y descubrirá hacia dónde dobla la cerviz. Y aunque todos los seres humanos sienten debilidad ante alguna situación, el problema no precisamente es saber los defectos de otros. Pues en todos existen. Sino más que eso, es dar cuenta de las razones que pueden llevar a otros, incluso a modo propio, a contrarrestar las tentaciones que conducen a la soberbia, a presumir de lo que no se tiene o de lo que no se es.
Si bien este problema pasa por el análisis con base en la fe, en el sentido emocional y espiritual de lo que ello implica, igualmente dicho problema se asienta en el mundo de lo vanidoso en donde la soberbia actúa como factor de aceleración de todo cuanto puede contribuir a enrarecer ideas y actitudes. Este es el ciclo de la soberbia.
El paroxismo del problema
A tales extremos puede llegar dicha situación, que la debilidad en la persona se convierte en arrogancia para así construir una fe ideológica a la medida de las expectativas personales. Es el problema que asalta a quienes, en el ejercicio de la política, se encorvan ante la enfermiza pasión de sentirse superiores a los otros.
Por eso, las personas afectadas por una superioridad pesada, suelen encubrirla con discursos piadosos o frívolos. Además, asumen una actitud insolente que nunca reconocen. Para ellos, sus opiniones valen más que las del resto, y la soberbia se convierte en norma, pues creen “sabérselas todas”. Sus razones son argumentos para despreciar a quienes son capaces de mostrar alguna resistencia a sus propuestas. Es el problema que afecta a los presumidos.
La testarudez en el centro
El complejo que detentan, alienta la petulancia de la cual se valen para atropellar al débil, sin comprender que más débiles son ellos. Presumen conocer al mundo en todas sus dimensiones. Y desde cualquier perspectiva que lo enfoquen. Casi siempre, se esconden en la testarudez.
No escuchan a nadie. No creen que en algún momento necesiten la ayuda de otros. La soberbia les hace intentar adquirir lo que a primera vista consideran necesario, sin que la decisión tomada sea objeto de consulta alguna. Para este tipo de personajes, todo marcha perfectamente. No entienden que mientras más dejen ver su terquedad, más desnudan sus debilidades.
En conclusión
Su vida pública la fundamentan sobre pretensiones que resultan al final ser simples excusas empleadas para disculparse ante lo que no logran realizar. O no terminan de hacer, debido a que confunden todo lo que visionan o creen saber sin razón alguna. Por lo cual comprometen el alcance del costo social y económico que su enmarañada determinación anima.
Así que mientras muchas realidades se vean colmadas por gente por este género de pasiones que oscurecen el horizonte, no habrá garantía alguna para contar con ellos ante la necesidad que marca la ruta “salir cuanto marasmo esté a la vuelta de la esquina”. Y todo ello, por causa de lo que menos se sospecha, la soberbia usualmente en el débil.
Comment here