Les confieso que nunca me han aportado nada sustancial los llamados debates electorales. En el país los ha habido y creo que de ellos solo uno parece haber dejado un aprendizaje, fue el realizado en Octubre de 1963 entre Rafael Caldera y Uslar Pietri, pero entonces yo tenía 10 años y ese día jugaba metras con mi amigo José Ramón.
El primero que presencié con interés militante, fue uno que me llenó de vergüenza: el debate entre Tinoco candidato y portador del desarrollismo como estrategia ofensiva frente al modelo de Estado de Bienestar en su deriva populista que había implementado AD y Copei desde 1959 y José Vicente Rangel candidato del MAS quien lo había designado candidato a la presidencia y que ya en ese debate mostró en toda su plenitud sus falencias intelectuales
Hubo otros algunos celebres y otros realmente mediocres. Los hubo sorprendentes, como aquel protagonizado por precandidatos opositores cuyo desarrollo fue uno de los más sorprendentes, pues, uno de esos protagonistas, Leopoldo López, le hizo la señal de costumbre a Pablo Pérez a María Corina y Diego Arria y a otros y en medio del debate se decidió por Capriles, sorprendiéndonos a todos.
Esta semana los norteamericanos montaron el debate Trump- Biden. Tal vez uno de los más caóticos, confusos y errático de los últimos tiempos.
Trump hizo el papel de si mismo y arremetió muy temprano contra Biden, sabiendo que la estrategia de 2016, cuando se enfrentó a Hillary Clinton, le dio resultado empezó con lo mejor que sabe hacer: insultar a su oponente.
Biden no se defendió mal y sus grandes aportes fue llamar mentiroso y payaso a Trump y recordando al Rey de España en un choque contra Chávez le dijo: Te vas a callar hombre.
Nada más…gris sobre gris. Dicen los entendidos, y yo estoy totalmente de acuerdo, que probablemente de significar algo este debate en la orientación del voto de los norteamericanos lo harán por el color de las corbatas y por la calidad del traje de los candidatos, poque de verdad fueron las rayas de sus respectivas corbatas lo mejor de una noche muy poco estadista
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