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Opinión: Comunismo y fascismo Por Marlon Jiménez García

No es fácil escribir sobre estos temas tan arduos y complejos; sin embargo, involucrarse en ellos nos lleva,indescriptiblemente, a analizar y considerar las posiciones de investigadores notables sobre esos, tan relevantes, temas. François Furet y Ernst Nolte; ambos coinciden es que a pesar de su influencia determinista en los procesos involucrados; los dos, el movimiento fascista se nutrió del anticomunismo y el comunismo se nutrió del antifascismo; por eso sus semejanzas teórico – prácticas son mucho más que sus diferencias.

Observemos sus semejanzas: Partido único, economía dirigida,, no hay separación de poderes, hay censura, hay pena de muerte, hay campos de reeducación, hay control de población en domicilios y en desplazamientos, no hay libertad de prensa, hay detenciones sin orden judicial, no se permiten críticas a la doctrina oficial, hay una organización piramidal del partido, no hay libertad religiosa real u oficial, los símbolos del partido son omnipresentes, constitucionalmente el ejército está al servicio del partido, son imperialistas y amenazan a sus vecinos. Las diferencias estriban en el contexto geopolítico de su radio de acción y de la forma dominante de gobierno (archipiélago de Gulag y campos de concentraciones).

Lo más importante es que ambos, en el análisis diacrónico, han traído tragedias viscerales para la humanidad y modificaciones radicales en las generaciones presentes y futuras; en el caso de Europa, donde mayormente se han escenificados ambas, ello ha contribuido a una enseñanza permanente en el ámbito de aplicación de la consciencia ciudadana.

En el mundo, existe una deuda pendiente con las víctimas de los crímenes cometidos por los comunistasy fascistas. Recordarlas parece de mal gusto. Los miles de muertos durante la persecución religiosa perpetrada en España durante la II República y la Guerra Civil sufren un silencio ominoso que sólo rompen las misas que se celebran por sus almas y algunas voces que insisten en recordar que el comunismo es una ideología que tiene las manos manchadas de sangre. Casi nadie recuerda, fuera de la Iglesia, a los sacerdotes, las monjas, los frailes y los laicos asesinados muertos a causa de su fe. Eso hace esa ideología perversa que combina odio, violencia y mentira. Primero señala al enemigo de clase -el campesino ucraniano, el patriota polaco, húngaro o de los países bálticos, el judío religioso o incluso el sionista, el disidente, el sacerdote católico, el pope ortodoxo…- y después dirige contra él todas las formas de violencia concebibles. Lo detiene, lo tortura, le confisca los bienes, lo deporta, lo encarcela, lo condena a trabajos forzados solo o con su familia, lo mata, cubre de basura su nombre, lo difama, lo calumnia, lo injuria, lo condena al olvido. En efecto, para que la violencia y el odio funcionen, es necesaria la mentira. prodigan en acusaciones de “fascismo”,“negacionismo” y “complicidad” con otras ideologías totalitarias; he allí el nefasto legado, sólo evocar sus consecuencias arden las pasiones; la irracionalidad y la iracundia sólo es paralizada, por el notable ascenso del “silogismo y la consciencia social” que nos permite llegar a decisiones eficaces en la construcción de un nuevo porvenir basado en la paz.

Por supuesto, la verdadera complicidad de los comunistas con la Alemania nazi entre 1939 y 1941 es discretamente soslayada, por lo que aún queda vigente en el pensamiento de sus actores.

Tal vez radique en la mentira la fuerza más poderosa del comunismo y del fascismo; paradójicamente, su mayor debilidad. En efecto, el odio y la violencia pueden ser formidables, pero no se puede matar a todo el mundo ni se lo puede convertir en enemigo (o, al menos, no a todos al mismo tiempo). Hasta que a cada uno le llegue el turno, es preciso recurrir a la mentira bajo las formas de la propaganda y el adoctrinamiento. Para vergüenza de tantos intelectuales europeos y del resto del mundo, el comunismo y el fascismo reclutaron para su causa a muchos de ellos desde Hollywood hasta la orilla izquierda del Sena. Todavía goza de prestigio en determinados círculos de una pretendida élite cultural de Occidente superpoblada de «artistas y bohemios».

Sin embargo, incluso la mentira propagada por tantos escritores, poetas, actores, músicos y profesionales de la militancia política tiene sus límites.

En nuestra realidad, nos importa más los efectos del comunismo. Desde el propio nacimiento del comunismo en su verdadera acción política, con la revolución bolchevique, es la “mentira y la guerra” los constituyentes más importantes en la gestación de su filosofía ideológica, más allá, inclusive, que el propio “manifiesto comunista” de Marx y Engels. Allí, destacan: Lenin, Stalin y luego Mao, Ming, Pol Pot, Fidel; los socialistas-fascistas Hitler y Mussolini, y los neocomunistas del Chávez y del Maduro. La obra de Luciano Pellicani “Lenin y Hitler, los dos rostros del totalitarismo”, Unión Editorial, Madrid, 2011; nos hace un estudio profundo, analítico y realista, demostrando la “hermandad de sangre” existente entre nacismo y comunismo.

La inspiración de esta obra, radica en la coincidencia estratégica de ambas corrientes, en la utilización de la mentira y de la guerra como fuente inspiradora para llegar al poder y mantenerse en el mismo. La decisión de Hitler y de Mussolini de declararse socialistas, es intentar, a través de la idea de la justicia social, contar con el apoyo de sus pueblos, cuando la verdad, es la perpetuidad en el poder.

El “Comandante eternamente enterrado” usó un mensaje engañoso, demagógico, como su principal bandera política; logró engañar a una gran cantidad poblacional, pero en su “gestión” fue dejando una estela gigantesca de su verdadera intención, perdiendo en tiempo y espacio, respaldo de ese mismo pueblo que lo apoyó. El difunto, dijo: “ésta es una revolución armada y preparada para la guerra”; armó a los subversivos urbanos y rurales que le apoyaban. Su lenguaje era eso, mentira y guerra. El Maduro, Procubano, lo emuló, pero con un diseño estratégico de incontinencia verbal.

Las mentiras del Maduro con respecto a EEUU, creando un conflicto ficticio lo hicieron quedar como un “personaje ridículo, o el HAZMERREIR del continente”; con Guyana, donde ni los “chulos cubanos” lo apoyaron y hasta el mismísimo residente del averno se revolcó en la urna (de la arrech..); y ahora con Colombia se quiere crear a través de la mentira y de la guerra, situaciones de apoyo al régimen, cuestiones que ha trascendido a la consciencia nacional y han logrado un rechazo absoluto de la ciudadanía venezolana y de la colombiana; ha salido a la opinión pública la cantidad de venezolanos que el régimen comunista financió para legalizarlos y poder votar en las próximas elecciones de Colombia.

Salir del comunismo y del fascismo de la “revolución del siglo XXI” no es una consigna propagandística, es una postura institucional de todos los que amamos la democracia y las libertades ciudadanas en todo su esplendor. La calle, ahora más que nunca es la salida. Nada más ayer el USURPADOR habló y dejó plasmada la duda de hacer o no hacer elecciones, dijo probablemente, puede ser para el año 2024, 2026 o 2030; es decir, NUNCA.

 

Profesor Universitario

Marlons.jimenez55@gmail.com

@marjimgar

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