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Opinión: Con especial acento Por David Figueroa Díaz



Siempre he dicho que una de las razones por las que muchas personas no manejan con facilidad el asunto de la acentuación de palabras, está en el hecho de la confusión entre acento y tilde, lo cual hace que algunos redactores habituales incurran en impropiedades cuya solución es sencilla.

En infinidades de veces he dedicado artículos para contribuir con la disipación de las dudas, y es justo reconocer que ha habido una mejora sustancial; pero aun así, quedan resabios, por lo que es necesario seguir insistiendo.

Es por eso que hoy, en atención a unas amables peticiones de consecuentes seguidores de este trabajo de divulgación periodística y redactores habituales, una vez más vuelvo sobre este tema.

Todas las palabras, con la excepción de aquellas de una sílaba, tienen una sobre la que recae la mayor expresión de voz, y en la que, de acuerdo con unas reglas, se coloca o se omite la tilde según el caso. Es decir, hay un acento prosódico y otro ortográfico. El ortográfico se le coloca a las palabras agudas cuando estas terminan en vocal o en las consonantes “N” o “S”; en las graves cuando terminan en consonante que no sea ni la “N” ni la “S”; y en las esdrújulas y sobresdrújulas, cualquiera que sea la letra en la cual terminen.

Aquí vale acotar que las palabras agudas son aquellas que llevan la mayor entonación de voz en la última sílaba; las graves la tienen en la penúltima; y las esdrújulas y sobresdrújulas en la antepenúltima. Para entender mejor el asunto y evitar confusiones, se debe tener presente que acento alude a tono, entonación; en tanto que tilde, a símbolo gráfico. Ese desconocimiento ha incidido para que hoy día muchos redactores tengan deficiencias en ese sentido.

Es relativamente sencillo, pues solo basta saber que acento es una cosa, y tilde, otra, además de que se debe tener presente que de acuerdo con la entonación, existen palabras agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas, tal como lo señalé en el párrafo anterior. Si eso no se maneja con facilidad, siempre habrá dudas que desembocarán en impropiedades.

La regla general para colocación de la tilde exceptúa a las palabras monosílabas que tienen más de una función dentro de la oración, y he allí la confusión en muchas personas que tienen el lenguaje como herramienta básica de trabajo. La Real Academia de Lengua, en aras de disipar las dudas, ha dispuesto que esa diferencia se marque con una tilde, lo cual ha dado origen a otro tipo de acento, conocido como diacrítico, es decir, que distingue la función de esas partículas en la oración. Con unos ejemplos tomados de varios autores, trataré de explicar de la mejor manera este asunto que, aunque sencillo, es una fuente inagotable de errores en la escritura, paradójicamente en personas a las cuales se las ha tenido como buenos conocedores.

“Mi” y “tú”, en caso de que sean pronombres personales, llevarán tilde; pero cuando cumplen función de adjetivos posesivos, no la llevan: “Mi casa es un refugio de paz”; “Tu trabajo te agrada porque sabes hacerlo”. En ambos ejemplos, “mi” y “tu” son adjetivos posesivos, y por lo tanto no llevarán el símbolo grafico. Pero si se escribe: “Para mí lo más importante es acudir a la asamblea” o “Tú conoces muy bien los riesgos que implica negarse a asistir”, fungen de pronombre personales, lo cual sugiere la tilde.

“Si” se acentúa cuando es pronombre personal o cuando es adverbio de afirmación: “Tardó en volver en sí”; “Yo sí voy a la fiesta”. No se acentúa cuando es conjunción condicional: “Si me acompañas, podré prestarte algunos libros”.

“Mas” lleva tilde cuando es adverbio de cantidad o comparativo: “Yo quiero más”; “Este libro es más caro que el otro. No la lleva cuando es conjunción adversativa: “Habían avanzado mucho, mas la meta todavía estaba lejos”.

“De” se acentúa cuando es tiempo del verbo dar: “Cada quien dé como propuso en su corazón…”. No se acentúa cuando es preposición: “Es tiempo de rectificar”

“Se” lleva tilde cuando es tiempo de los verbos ser y saber: “No sé qué le pasa a ese tipo”; “Sé tú misma, y olvídate de los demás”.

En la venidera entrega repasaré lo hoy mostrado y culminaré el capítulo con otros casos de monosílabos y otras palabras que, aunque no son monosílabas, antes se las tildaba y ahora no.

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