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Opinion: El Usurpador y su Uniforme Por Luis Velázquez Alvaray

Bancamiga

No conforme con usurpar la nacionalidad venezolana y los altos cargos del país, además de llevarse por delante los sagrados preceptos constitucionales y legales, este personaje de opereta, aprovechando el carnaval, aparece ahora disfrazado de comandante en jefe, en medio de un festín de militares mediocres y sinvergüenzas, que le rinden pleitesía a este autor del malandraje y obviamente de la mala educación.

El mundo militar es pisoteado con insolencia y altanería. Una institución profesional, suele ser asaltada, por falsos comandantes, de mala catadura, apoyados por las cúpulas de bandidos y trúhanes.

Un caso que el mundo recuerda ingratamente es muy parecido al que nos ocupa, producto de una locura similar. Se trata de otra tiranía: la de Idi Amín Dada, en Uganda, hace ya algunos años.

De escasa escolaridad y personalidad distorsionada, el africano, fue asistente de cocinería hasta nombrarse comandante en jefe. El sinónimo tropical, es mandadero de los cubanos, hasta atreverse a usar un uniforme, que para la carrera militar posee un simbolismo de infinita proporción.

Muchos puntos en común: torturadores, asesinos brutales, autor de masacres de los grupos originarios, saqueadores de las riquezas naturales. Ambos crean patotas de milicianos analfabetas, para que les rindan pleitesía. Sentencian a los civiles en tribunales militares, genocidas, fanáticos de Hitler, retan a Estados Unidos y el resto de países occidentales.

En 1975, Amín se otorga el título de Mariscal de campo. El usurpador espera los carnavales de 2020, para disfrazarse de comandante en jefe. El de Uganda también se hizo otorgar un título de Doctor en una universidad como la llamada Bolivariana. Apasionado de los uniformes para cada ocasión que se le ocurriera inventar. Todavía no se ha logrado contabilizar los muertos, torturados y presos que dejan los dos tiranos.

En la reunión donde se presentó con la nueva indumentaria, Fue Padrino el primero en intervenir, para lisonjear al usurpador, lo cual recuerda la novela el “zarco” de Ignacio Manuel Altamirano:

¿Cómo le va comandante en jefe?

– Estamos correteando al imperio.

– Pero si caerá el imperio?

– Sé que al ver la tropa organizada, como la nuestra, desaparecerán.

Entre sus adentros, atusándose los bigotes, recordó la noche de abril, donde nadie le ganó la galopada hacia su escondite. Tal vez compita con Diosdado en rapidez.

– Ni siquiera nos esperaron dijeron esa vez sus colectivos.

El impostor militar, que asesina inocentes, tortura y encarcela, ahora cuenta entre sus nuevos atuendos guantes de faena, para ocultar la sangre inocente que corre por sus manos.

– voy a ofrecerles a todos escopetas, fusiles y machetes, para enterrar el imperialismo. También les daré mosquetes con su mecha y su capsula fulminante.

– Comandante aquí tenemos una campana. Cuando suena la orden es esconderse. grita uno de propatria

– Eso no son los deberes. Daré órdenes y deben ser cumplidas.

– Así es mi comandante en jefe, ripostó Padrino.

La Profesora Rosa Navarro Duran, de la universidad de Barcelona, narra episodios estupendos en un texto sobre el humor en la historia. Por ejemplo señala a Lázaro de Tormes, como un personaje que viste un hábito de hombre de bien para parecerlo. O “debes hablar como vistes/ o vestir como respondes” le decía Flerida al príncipe Duardos en la obra de Gil Vicente.

En el mundo militar las condecoraciones simbolizan la excelencia en la vida, en la institución; desde alférez hasta el grado obtenido como profesional de las armas. Cervantes tuvo la genialidad de “convertir en espejos las armaduras de un militar” de mala estirpe, que fue condecorado.

Muchos investigadores se han preguntado: ¿cuándo un militar debe gozar de estas prebendas? Obviamente, deben existir actos destacados dentro de esta difícil carrera, respetando la academia y sus signos principales. En este caso cabe preguntarse ¿es el usurpador el que lleva el uniforme, o es el uniforme el que lleva al usurpador?

Los títulos y prebendas no se inventan. Son producto de un gran esfuerzo humano que la sociedad reconoce, después de cumplirse los requisitos que ella misma señala. El problema aquí es la complicidad y desvergüenza de quienes estarían llamados a hacerse respetar y que han vendido su honra al salvajismo y el saqueo constante.

En las democracias los uniformes militares son regulados por ley. En Venezuela, con una constituyente falsa como el uniforme usurpado, esta podría decidir confeccionarle al usurpador un disfraz para cada ocasión. Así por ejemplo:

Uniforme diario: que puede ser una síntesis castrochavista, más las insignias del ya referido Idi Amín.

El de gran etiqueta: Para asistir al auditórium de la pisoteada escuela militar, a matrimonios como el celebrado por su amigo- enemigo, Jefe de la constituyente cubana.

El de gala: para recibir a los rusos y a los emperadores del terrorismo mundial.

El de campaña: para tomarse una foto con un machete en la mano y 4 colectivos y” colectivas” de lugartenientes.

El de instrucción: para reunirse con “los soles” y recabar información sobre la ruta del principal polvo de exportación del país. Igual para chequear los envíos de oro en las maletas de Delcy y los barcos de Carneiro.

El de etiqueta: para las reuniones con la banda de los enanos y el resto de asesinos judiciales, y decidir las sentencias que se anunciaran por el canal de tv de los mismos enanos.

Finalmente, como el usurpador es amante de los malos chistes, que sus sargentos le ríen por obligación, sería importante recomendarle el último de las redes:

El miliciano comandaba la tropa, en una forzadísima marcha de 2 kilómetros:

-¡Uno dos, uno dos, uno dos!

Entre los últimos de la fila un colectivo del 23 repetía:

-¡¡¡ Eso es, eso es, eso es!!!

-pero que te pasa le increpó uno de los policías de Bernal:

– estamos vueltos nada y tú los animas más.

-¡no, no! Lo que digo es, eso es. Eso es los que vamos a quedar cuando la gente diga basta: “uno o dos”.

El gesto de arrogancia, con cara de Evo Morales, cesará con el uniforme que la justicia le depara: anaranjado como el de Guantánamo.

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