CaigaQuienCaiga.net

#NoticiaOpinión

#OPINION Por Antonio José Monagas: “Como pollos sin cabeza”

Quizás, la frase “como pollos sin cabeza” no dice nada que coincida con la normalidad de la vida. Pero vista en el contexto de la política que siguen gobiernos cuyos descarriados ejercicios de política suelen evidenciar crisis de todo género y magnitud, dice mucho.

La frase que sirve de titular a esta disertación, no está completa. La expresión acabada, refiere el problema que se suscita cuando por apuros que suceden en ciertos momentos, hay que “correr como pollos sin cabeza”. 

En España, dicha frase es de uso coloquial fundamentalmente para dar cuenta de cuando, ante un caos sin parangón, en medio de un escenario político, los acusados e implicados en delitos sensibles de ser encauzados por las correspondientes leyes, tienen que “correr como pollos sin cabeza”. 

De lo contrario, la justicia actuará supeditada a sus competencias de rigor.

Es el mismo caso de quienes asumen decisiones aventuradas e influidas por circunstancias inducidas por la incertidumbre mal definida, o trazada por corruptos, codiciosos e improvisados.

En consecuencia, ellos son quienes se ven arrastrados por determinaciones erráticas y desquiciadas.

En el fragor de tan peligrosa situación, estos actores, a decir del folklorismo político local, “o corren o se encaraman”.

En el centro del caos

Es precisamente lo que está ocurriendo en Venezuela toda vez que entre las revelaciones del desconcierto en que se halla el país, gracias al fantaseado “socialismo del siglo XXI”, los gobierneros y quienes forman parte de la caterva  de aduladores, hacedores de desastres,  ladrones en servicio activo y politiqueros de oficio, han comenzado a correr “como pollos sin cabeza”. O por el éxito arrollador del 22 octubre en el marco de la Elección Primaria.

Por otra parte, la Corte Penal Internacional, CPI, está a punto de dictar sus primeras sentencias sobre el caso Venezuela. Ya tiene sus primeros libelos preparados en torno a los delitos de lesa humanidad cometidos por la cadena de mando a cuyas órdenes se pliega un ejército de asesinos, torturadores, violadores e impúdicos.

Asimismo, bajo su mando se ha dispuesto “dar de baja” a quienes hablan desde la ventana de la democracia. A quienes han apostado por la defensa de Derechos Humanos.

El Estado venezolano, deshonrado por un militarismo cuestionado y acusado de serios delitos, ha concentrado todas las variedades imaginables de poder en la sociedad.

Por consiguiente, convirtieron a Venezuela en un trágico y bochornoso juego por el poder. Habiendo llegado al extremo de repartirse trozos de la geografía venezolana y de instituciones estratégicas públicas, entre facciosos extremistas, politiqueros sediciosos y zalameros de profesión.

De esa manera, el país se cundió de la pestilencia propia de quienes por una cuota de poder, entregaron su dignidad. Si acaso la tuvieron alguna vez.

Sin embargo, es curioso advertir el discurso de cada uno de esos personajes de marras, en cuyas manos reposa la posesión y el destino de esas secciones de Venezuela.

Las mismas, cedidas a cambio de nada que pudieran ser de impetuosa utilidad al desarrollo nacional. Aunque el problema que de dichos delitos se ha potenciado, se ve en lo que expresan estos desvergonzados cuando deben aparentar el “sacrificio” que hacen. Hablan con hipocresía en nombre de la libertad, del progreso, de la revolución, la democracia y el bienestar. Todo presumen hacerlo para justificar que es por la causa del desarrollo. Pero ninguno conoce ni su concepto. Mucho menos, su sentido.

Correr o desaparecer

Cabría preguntarse, ¿Cuándo pudo Venezuela comenzar a ser la  forma de perversión social y desenfreno político que ha terminado siendo? Porque ahora el país es todo una realidad donde sobran los exabruptos, las improvisaciones, los desaguisados, las confusiones, las imprecisiones, las carencias, la inmoralidad, las mentiras, los secretos, los conflictos y los enredos.

Y tantas otros males que han logrado que Venezuela haya alcanzado que la sitúa a punto de desaparecer del mapa de la geopolítica internacional. Y peor aún. Con un régimen incapaz de ajustar las situaciones en virtud de los emplazamientos pautados constitucionalmente (Véase artículos 333 y 350) toda vez que el país se encuentre al borde del abismo.

O ya cayendo por el  despeñadero, como pareciera estar en este momento. Ello, con un régimen que sólo ha sabido desbaratar todo lo que está ante sí. Y en la vorágine de tan insidiosa crisis, ¿Qué podrían hacer los gobierneros, adláteres, furibundos y acólitos, si no es huir por la tangente del ángulo obtuso del cuadrado redondo de la revolución bolivariana? Pues lo más inmediato, es lo que está viéndose. O sea, correr “como pollos sin cabeza”.

Comment here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.