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#OPINION Por Antonio José Monagas: La comunicación social en tiempos de odio

Lo que acontece a diario, no siempre sorprende al venezolano ya acostumbrado a los empellones de un régimen que traspasó la línea de la dictadura para ingresar a la zona de tiranía. 

Un ámbito donde la arbitrariedad supera toda medida o norma establecida a favor de la impunidad y del terror sembrado a punta de represión. Sigue el patrón que ha guiado la “siembra” del recuerdo del último presidente militar que zarandeó la institucionalidad y la democracia con látigo de espina zurda. 

Sin embargo, debe reconocerse que lo sucedido a consecuencia de las visitas de una Comisión (Ad hoc) de CONATEL a cualquier estación de televisión o de radio no deja de sorprender, desde luego, molesta a toda una comunidad de venezolanos de libre pensamiento.

Los resultados de tan “simuladas” visitas, derivan en los resultados que los venezolanos, rechazan. En fin, todo apunta a ordenar la salida del aire de la señal del canal o emisora visitada. No suficiente con todo eso, la arbitrariedad, acusada por la presencia no-grata de militares y policías, le agrega un toque de represión disfrazada al acto ordenado por el régimen. Tal cual, es lo que busca el régimen dar cuenta del poder que esgrime cada acto de abierta y procaz violación. Tan injustas y arbitrarias medidas de retirar la señal a las emisoras visitadas, cuyo número es bastante alarmante, suele exhibirse acompañada de la figura de confiscación de transmisores y demás equipos utilizados para generar las respectivas señales  auditivas o visuales.

Omnipotencia comunicacional

La hegemonía comunicacional construida sobre golpes, amenazas y chantajes, no soporta  que una televisora o estación de radio continúe animando libertades de conciencia y de expresión. Tal como lo refiere la Constitución Nacional. Además, del concepto de democracia según el cual la deliberación y el debate, adquieren sentido cívico. Asimismo, dado el impulso edificador de talento profesional y talante cultural en la ciudadanía.

A pesar del mal momento que respira la ciudad o población donde se ubica la emisora clausurada por orden disparatada del régimen usurpador y violador de derechos y libertades, la esperanza de que tan brusca medida sea resarcida, se convierte en sentimiento local, regional y hasta nacional de reproche contra el régimen y sus gobernantes. 

Ojalá que tan crudas interrupciones, transforme dicho malestar en impulso de crecimiento organizacional y de desarrollo institucional. Todo ello, en provecho de visibilizar el desgobierno que, por ahora, padece Venezuela.

Pareciera que todo lo que ha presumido ser equivocación por parte de un gobierno obtuso, es la degradación de la moralidad y de la ética pública. Son momentos en que se advierte que medidas de tan perversa intención, fracturan cruda y desvergonzadamente la democracia. Por supuesto, con las armas de la demagogia. 

La gestión gubernamental se reduce a un ejercicio de revanchismo político. El régimen se esfuerza en contrariar lo que predica cuando hace proselitismo. Lo hace torciendo el ejercicio de libertades y derechos fundamentales. En otras palabras, es haciendo la praxis de la comunicación social en tiempos de odio.

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