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Opinión

#OPINION Por Antonio José Monagas: La economía, temor incontrolado.

La economía venezolana pareciera funcionar al garete. A pesar de los esfuerzos por corregir sus deformaciones. Sin embargo, lo atrás puntualizado en tan cortas palabras, no sería la respuesta atinente que pueda permitir una explicación ajustada a lo que determina la teoría económica.

El profundo problema que confronta la economía venezolana, pudiera subrayarse como factor categórico de la crisis de dominación y de acumulación que padece Venezuela. Tiene distintas aristas que, aun cuando confluyen finalmente en el más descomunal caos padecido por el país en lo que lleva de vida republicana, cada arista ostenta una causalidad particular. Tanto, que cada una destaca razones de diferente tenor. Pero no por ello, dichas aristas dejan de tener un denominador común que arrastran en su desplazamiento.

Un inicio revelador

Para comenzar la correspondiente disertación en lo que la brevedad de estas líneas permite, es innegable referir las implicaciones del dólar como divisa y base de toda transacción comercial que tenga al país. Bien sea como fuente, o intermediaria de negociaciones que devienen en la regulación propia de las finanzas y cuentas nacionales. Cabe igualmente referir las incidencias de las políticas económicas en el conjunto de acciones trazadas por el régimen opresor, muchas de las cuales lucen desarticuladas del resto.

Sin embargo, tales políticas públicas comprometen el comportamiento de mercados específicos. Principalmente, el cambiario. Asimismo, el bursátil y el resto de escenarios donde el intercambio de rubros, intervención de los factores de la producción y compra-ventas de demás categorías de servicios e insumos que contribuyen a dinamizar o inmovilizar la economía, ejercen su papel.

Desde luego, esto hace que los mismos adquieran sentido mercantil, tanto como precio y valor comercial. Paralelamente, significación política. He ahí el grueso de los problemas que de todo ello deriva.

La peligrosa injerencia de la política

No obstante, la política actúa desde distintas vertientes. Todas ellas, definidas no sólo supeditadas a las coyunturas o circunstancias suscitadas alrededor de cada terreno o situación- problema. También, de los intereses en tanto fuerzas que impulsan decisiones dirigidas a fijar las medidas definitorias que establecen las jugadas que posibilitan el avance, o determinan el enroque o tranca según la razón propia del proceso económico en curso.

Precisamente, acá luce bastante peligroso un discurso político inspirado en emociones por cuanto su retórica  y narrativa ignora lo que una palabra, mal pronunciada, puede causar en el ánimo de los factores participantes  en el desarrollo natural de la economía.

De hecho, es capaz de inducir el pánico causante de la más insospechada tribulación en términos de precios y costos. Y de acceso al correspondiente mercado. Acá surge otro de los problemas capitales toda vez que se determina el grado de crecimiento o estancamiento de la economía.

En el fragor de lo que de este desorden aviva, la capacidad de resolver problemas de producción, tanto como de detener la aguda inflación que ello provoca o la carencia de insumos de utilidad social inmediata, es prácticamente nula. Es decir, las realidades de la economía conspiran a favor de la ineficacia de gobernantes ineptos. O sea, carentes de los elementos de manejo de la crisis que consume a la economía.

Es el problema estructural que tiene aprisionada a la economía nacional. No hay duda al inferir que la aplicación del control de cambios por el alto gobierno, se desvirtuó del exacto sentido que la teoría económica señala. Fue entendida o asumida como vulgar mecanismo político de contención del poder por el cual el gobierno manejaría el acceso al poder y el resguardo de sus ejecutorias de modo discrecional. Ello sirvió de excusa al hecho de “justificar˝ las estrechas condiciones económicas reinantes en el país. Fue ahí, cuando se comenzó a hablar de “guerra económica”. Cabe agregar que estas condiciones, vinieron acentuándose con el tiempo. Particularmente, desde mediados del primer decenio del siglo.

Una economía a la deriva

Pareciera que el caos generado en el país por tan infructuosas políticas económicas, sin consistencia alguna, habría sido la resultante de un fraude cambiario que lejos de prescribir la funcionalidad de la economía, dado el correspondiente retraso de desarrollo que ya corría en Venezuela entrado el siglo XXI, propendió a complicar, trastocar y convulsionar las condiciones que pauta la teoría económica de cara a las continuas exigencias que su dinámica plantea.

El gobierno nacional, en su empeño de mantener su vetusto modelo económico “socialista”, bastante cuestionado por inhibidor de la producción nacional y obstaculizador de toda intención de inversión propuesta en términos del concepto de “libertad económica”, provocó el “naufragio” de interesantes proposiciones de empresas que buscaban expandirse sin que un régimen cambiario o desactualizadas políticas públicas mutilaran sus intereses mercantiles o conveniencias comerciales.

A decir de las realidades actuales en Venezuela, todo estaría apuntando a vivir un país movido por determinaciones, cuyas bases operativas, se aferren absurdamente a condiciones primitivas de una economía cuya noción esté desalineada de los requerimientos propios del desarrollo. Pareciera entonces que las medidas económicas gubernamentales, se han diseñado como fuente de un estorbo que frene todos los procesos asociados con la funcionalidad del país.

Así que en virtud de la desaceleración de la economía, causada por ideales políticos cerrados a los postulados que explican las leyes de la libre oferta y la demanda, puede inferirse que la economía ha sido el centro de la azarosa aprensión que ha inhabilitado el desarrollo económico y social del país. En medio de tan contradictorias condiciones, habría alguien que pudiera señalar el temor infundado que por estos reveses sufre la economía nacional. Por eso valió intitular la economía: temor incontrolado.

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