No es fácil construir un concepto de “igualdad” que pueda lucir asequible y contundente. Sobre todo, comprensible desde el contexto de la política. La igualdad es el fundamento de los derechos y puntal de la libertad. Incluso, de la fraternidad. Además, vinculada a la democracia, al ideal de ciudadanía, al respeto. Así, como a tantos valores morales y políticos.
Quizás por la abstracción que pauta su definición donde cabe cualquier tipo de injusticia, se ha prestado para confundir a muchos. Particularmente, a quienes nutren su discurso político con tan complicado concepto. Tan cierto es este problema que se ha engrosado con el devenir de los tiempos, que su significación ha venido viéndose desplazada por el discurso expuesto por ideologías que exaltan el liberalismo social, el socialismo democrático o el republicanismo, entre otras.
Sin embargo, las ideas que pululan alrededor de ciertos criterios políticos que buscan sustentar la manida “justicia distributiva”, podrían resucitar el concepto de igualdad. Especialmente, por cuanto la “igualdad” se entiende como el valor que anima la justicia distributiva. Especialmente, toda vez que su sentido político apunta a realzar el significado e importancia de lo que comprende el “reparto de las cargas” y los “beneficios sociales” a partir de los cuales busca compensar el aporte de cada individuo en el desarrollo social y económico que toda sociedad encara.
Por ahí van los tiros que podrían remozar el concepto de “igualdad’. Esta vez, ajustado a las intemperancias que se cometen en el curso de la dinámica de la política, de la economía y de la sociedad
Conflictos potenciales
Aún así, la conducción de esta situación, analizada desde el entendido de los problemas que se deparan al calor de los procesos políticos, sociales y económicos que surgen naturalmente de la cotidianidad de toda sociedad, se dificulta día a día. No sólo por la intervención de factores que tienden a desfigurar la viabilidad que, en teoría, busca el ejercicio de la política.
Desde luego, indistintamente del carácter político que esquematiza su praxis. También, por la disparidad que infunde el choque fáctico entre el ejercicio de la política y los paradigmas que rigen la movilidad social.
De hecho, el profesor de Ética en la Universidad de Barcelona-España, habla de que la preeminencia de la justicia distributiva se inspira en una paradoja. La misma refiere que: “mientras que la democracia promete igualdad ciudadana, el mercado desiguala considerablemente los recursos materiales”. Y es ahí donde se avivan las diferencias y las desigualdades entre los ciudadanos.
El miedo en medio de la igualdad
Justo el miedo determina el lugar donde, entre los criterios de la política, comienza a confundirse la libertad con aspiraciones de desarrollo personal. Es ahí donde luce obvio el miedo cuando se incita la igualdad toda vez que su insuficiente comprensión propende a inducir el recelo que dicho problema potencia. Tanto política, como económica y socialmente.
No obstante, esa incoherencia, ha dado lugar al término “igualitarismo” a manera de contrastar lo que desde el fondo de tal situación emerge. Y de lo cual, la política de nuevo cuño, (entiéndase los nuevos esquemas de autoritarismo, disfrazados de socialistas emergentes) se valen para introducir como parte de prácticas impositivas, excusas y pretextos que bien se amoldan a discursos desde los cuales se condenan prácticas usuales del mercado. Así, como la reivindicación (disimulada) de políticas de derechos humanos. Todo lo cual, complica los esfuerzos que apuntan a rescatar el ejercicio de la igualdad como valor político.
En conclusión
En el marco de incongruencias así asomadas al amparo de discursos que rayan con el populismo, se enquista el miedo que inhibe los esfuerzos por continuar abonando luchas políticas en la dirección de evitar continúen cometiéndose errores de tan caótica magnitud.
No será fácil que en nombre de tan aludido y prometido “igualitarismo”, pueda formularse una relación que logre juntar los ideales de igualdad y libertad en una ecuación política. De lo contrario, seguirá viéndose contradictorio que, a pesar de lo reiterativo de la promesa de valorar la igualdad en términos de una justa y debida proporción a los efectos de su aplicabilidad, habida cuenta de la diferencia entre “igualdad de resultados e igualdad de oportunidades y condiciones”, el problema que dicha confrontación provoca, seguirá trazando el perfil de las siguientes realidades políticas. Indistintamente de cualquier situación que se precie de “democrática”
Pero a pesar de las diferencias que de su comprensión hayan podido derivarse, es conveniente precisar un nuevo concepto de “igualdad”. Por supuesto, a los fines de establecer procedimientos que se distancien del problema que crean los desmanes conceptuales y operativos al momento de descubrir o descifrar lo que oculta el discurso (político) de la “igualdad”
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