La travesía hacia la libertad interior.
Foto: La escultura “Ángeles inconscientes” representa a 140 migrantes y refugiados de varios períodos históricos que viajan en un barco, e incluye a indígenas, la Virgen María y José, judíos que huyen de la Alemania nazi y personas de países devastados por la guerra. Exhibido en la Plaza de San Pedro
Cuando nuestra voz interior se asoma para manifestar la fortaleza de nuestra voluntad, siempre existirá la posilidad de liberarnos de las circunstancias que nos constriñen, y de este modo empezar de nuevo, sin temor alguno a lo que el futuro nos depara.
Era la segunda semana del mes de diciembre de 2021. Una llamada a las 10 de la mañana iluminaría las semanas restantes de ese año.
“Buenos dias. Le estoy llamando de U.S. Customs and Border Protection. Aquí hay alguien que dice que lo conoce. ¿Podría decirme si sabe su nombre?.”
“Dayana!”, respondí de inmediato, añadiendo sin falta su apellido.
“La persona que usted indica viene acompañada de alguien más. Podría usted indicarme si también la conoce?”
“Ifigenia. Es mi ahijada.”, le comuniqué de inmediato.
El oficial al otro lado de la llamada me indicó que estaban procesando la información, pero que estuviera pendiente porque ese día o al día siguiente serían liberadas para que pudieran atender su proceso de asilo ante una Corte de Inmigración de los Estados Unidos.
Una llamada para la solidaridad.
A mediados de octubre de 2021, Dayana llamó escribió a mi esposa para pedirle nuestro apoyo en lo que ella consideraba más complejo. Había tomado la decisión de salir de Venezuela junto a su hija de 9 años, Ifigenia, para lo cual iba a tomar un vuelo desde Bogotá hasta Ciudad de México, para luego pasar la frontera hacia los Estados Unidos.
Nuestra amiga deseaba saber si podía dar nuestros datos entre los agentes de inmigración en los Estados Unidos, porque le habían dicho que era un requisito para que no la dejaran retenida.
Mi esposa le dijo que le parecía un riesgo enorme que emprendiera esa aventura con una niña de 9 años.
“Ha sido ella la que me convenció de hacerlo!”, me respondió.
En febrero de ese 2021, Mariano, el esposo de Dayana, había sufrido un colapso mientras estaba trabajando. Lo llevaron a un centro de salud, donde le diagnosticaron una inflamación de la vesícula. Le programaron una operación de urgencia para el día siguiente.
En la noche presentó una complicación mientras estaba recluido en el Hospital. Una aparente miocarditis lo había descompensado repentinamente.
En horas de la madrugada Mariano falleció. De un paro cardíaco. Pero la enfermera jefe le dijo a Dayana que era un cuadro típico relacionado con el COVID-19.
La cremación costaba 800$. Pero Dayana no tenía forma alguna de completar esa cifra. Vendió algunas prendas de oro que le quedaban, reuniendo apenas 350$. Pero en medio de esa enorme penuria no faltó el apoyo para cumplir con ese penoso proceso de depositar los restos de su esposo en un nicho con su lápida.
Aunque todo sucedió tan rapido para Dayana e Ifigenia, dos semanas después parecía que era un siglo.
Atender la venta de repuestos de su esposo era un reto inmenso, no solo porque la crisis económica y la pandemia hizo desaparecer el inventario, sino porque además, Mariano realizaba la tarea titánica de que Dayana tan solo tuviera que ocuparse de temas administrativos para poder ocuparse de la educación de Ifigenia. Algo que hasta ese momento requería su dedicación exclusiva, porque las escuelas estaban cerradas y las clases eran virtuales, y todas las tareas escolares se realizaban en la casa.
Un día abril Dayana llegó con Ifigenia de visita a nuestra casa, estaba atribulada. Nos dijo que tenía que cerrar la tienda de repuestos. Que los gastos eran insostenibles.
“A Ifigenia se le rompieron los lentes. 180$, imagínate, apenas pude completar los 3 cuotas para comprarlos.”, explicaba con un poco de angustia.
Voluntad para reiniciar.
“Comadre”, empecé a explicarle, “La vida puede ser un camino lleno de altibajos, y a veces podemos sentirnos atrapados en una situación que nos agobia, que no nos satisface. Eso es común cuando hemos experimentado una pérdida significativa, hemos tenido una ruptura en una relación importante o hemos sufrido un revés en nuestra carrera o en nuestros negocios. En estas situaciones, es fácil sentirse desanimado y sin esperanza. Pero aunque puede ser difícil, dentro de uno se encuentra depositada una enorme fuerza que emerge con el chispazo de nuestro ímpetu. Es la voluntad. Y su más radiante manifestación es cuando se la emplea para comenzar de nuevo, con la intención de superar cualquiera de estas dificultades.”.
Y continue explicandole:
“La voluntad es una fuerza poderosa que nos impulsa a hacer cosas que pueden parecer difíciles o incluso imposibles. Cuando llegamos a la comprensión interna de comenzar de nuevo, estamos diciéndonos a nosotros mismos que no vamos a dejar que nuestras circunstancias actuales nos detengan. En lugar de sentirnos atrapados, nos comprometemos a encontrar una nueva dirección y avanzar hacia nuestras metas.”
Y en verdad es así. La voluntad de comenzar de nuevo implica aceptar que las cosas no están funcionando como deberían, y que nuestro rumbo va encaminado hacia algo que no deseamos que se imponga en nuestra vida, lo cual nos lleva a la convicción de que necesitamos un cambio. Esto puede ser aterrador, ya que puede significar enfrentar lo desconocido y abandonar lo que es familiar. Pero cuando tenemos la voluntad de hacerlo, podemos superar nuestro miedo y encontrar la fuerza necesaria para avanzar.
La voluntad también implica estar dispuestos a trabajar duro para lograr nuestros objetivos. Comenzar de nuevo puede ser un proceso difícil y puede requerir mucho esfuerzo y sacrificio. Pero cuando estamos comprometidos con nuestro objetivo y estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para alcanzarlo, podemos superar cualquier obstáculo que se nos presente.
Sentados allí, revisamos algunas opciones para reinventar el negocio de venta de repuestos, lo que nos lllevó a la idea de cambiar a un modelo soportado en las ventas on line, y utilizando un sevicio de delivery para poder entregar los repuestos, utilizando el garage de su casa como deposito, para poder cerrar el local que estaba generando gastos imposibles de pagar.
Punto de cambio a una nueva realidad.
Era el mes de octubre de 2021. Pese al gran esfuerzo que empleaba Dayana para avanzar en su negocio en línea, lo cierto es que los gastos la tenían abrumada. Su carro se había dañado, y las reparaciones sumaban unos 1.200$ que simplemente no tenía de donde obtener.
Los desvelos y la desolación comenzaban a alterar su carácter. Había noches que se encerraba a llorar en el baño para que Ifigenia no la viera así. Habían comenzado al fin las clases y por fin las eternas mañanas haciendo las tareas con su hija le dejaban un poco de espacio. Pero no tenía claro el rumbo.
La tarde de un viernes, Ifigenia llegó como un torbellino. Su mejor amiga se había marchado para Estados Unidos con su familia, viajando por avión hasta México. Remataron todo lo que podían vender, y se fueron a Colombia para salir desde Bogotá.
“Sí hay opciones mamá.”, le dijo Ifigenia a Dayana.
“No las vemos porque estamos aferradas a lo que conocemos. Tenemos que irnos.”, siguió argumentando, aunque su mamá poco entendía lo que estaba ocurriendo. Subió por las escaleras, y en 15 minutos bajó con una mochila en la que apenas cabía algunas prendas de ropa.
“Esto es todo lo que necesitamos mamá, una mochila con ropa. No te aferres a nada, porque ese peso no nos va a dejar arrancar hacia todo aquello que es nuevo y nos espera.”, imputó Ifigenia a su madre, esperando una respuesta inmediata que, sorpresivamente, surgió desde el interior de Dayana.
“Y así es que decidimos irnos a los Estados Unidos. Vendí el carro. Salí de todo lo que puedo vender. La casa esta difícil, y eso que la estoy vendiendo en 20.000 dólares”. De esta forma Dayana le explicó a mi esposa el giro que la había encaminado al sueño americano, “Aunque sueño es lo que a los inmigrantes les da por las jornadas de trabajo que tienen que ir a hacer”, concluyó.
Entre mi familia reunimos y compramos los pasajes de avión de Bogotá a Mexico para Ifigenia y Dayana.
El 8 de diciembre, esa famila de dos comenzó su periplo para llegar a México y de allí pasar a Texas.
Sin miedo a reiniciar.
“Señora, usted me va a disculpar, pero yo no veo aquí ninguna situación que indique que usted sea una persona perseguida. No he comprendido a que le tiene usted temor de regresar a su país.” El funcionario de la CBP le había increpado a Dayana cuando estaba entrevistándola para determinar si había una causa válida para presentar su caso ante la Corte de Inmigración.
“Puedo hablar”, dijo Ifigenia después de levantar la mano para que con su alta estatura, el funcionario pudiera verla.
“Adelante.” dijo él.
“Sabe que es lo que nos espera si volvemos a Venezuela. La muerte. Ella nos acecha, nos amenaza, nos persigue. No es posible verla, pero se siente.”. “Pero cuando la muerte se llevó a mi papá hace diez meses, ni siquiera pudimos ver que estaba allí.”. “Cuando un vecino vino a ayudarnos a llevar a mi papá a hospital, porque no hay ambulancias, la muerte estaba poniendo trampas para llevárselo.”. “Cuando mi mamá llegó al hospital y le pidieron que saliera a comprar los insumos para poder atenderlo, y mi mamá apenas tenía dinero para comprar lo que le pidieron, la muerte le daba una zancadilla para que supiera a lo que se estaba confrontando”.
“Cuando mi papá falleció y no teníamos dinero para hacerle un entierro decente, la muerte se burlaba de la muerte misma”. “No podemos regresar porque la muerte nos espera, y eso es a lo que nos enfrentamos.”.
El oficial no podía creer lo que estaba escuchando.
“Pero si es una chiquilla de 9 años. ¿Qué es lo que estas dos criaturas han vivido?”, se preguntó a sí mismo.
Ifigenia parecía salida de una película de autosuperación.
“¿Usted cree que adelante nos espera un camino libre de cosas malas?. No lo sabe. Nosotras tampoco.”, continuó mientras giraba con su mano un mechón de cabello.
“Pero es un camino hacia alguna parte en nuestro futuro. Llegamos aquí sin miedo a reiniciar. Yo soy la culpable de haber convencido a mi mamá que tenemos que comenzar de nuevo y que nuestros miedos y dudas detengan nuestro impulso”.
“¿Quiere saber que me hizo pedirle a mi mamá que viniéramos aquí?” , le preguntó al oficial. “La presencia de la muerte. Estaba en su mirada. En las lágrimas que ya no tenía.”. “Si es difícil sin mi papá, imagínese que sería sin mi mamá.”. Para ese momento, Dayana no pudo contener el llanto que tenía ya varias semanas sin soltar.
“Llegamos aquí con solo dos mochilas que ni siquiera nos vamos a llevar. Pero si salimos de aquí, saldremos vivas para empezar otra vez.”.
La llamada.
Eran cerca de las 3 de la tarde.
Recibí la llamada de Dayana. Habían salido del Centro de Procesamiento. Tenía que comprar los boletos de avión, para que las dejaran partir.
Un poco después me llamó un hombre que me dijo en, en ingles nativo, “Hoy me pasó algo extraordinario. Algo que ocurre muy pocas veces en la vida. Sepa que he pedido a Dios muchas bendiciones para su ahijada y su madre. Ellas son bienvenidas para ser libres, sin miedo, a los Estados Unidos”.
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