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#OPINION Por José Luis Centeno S.: Pacto de sangre electorero

Una amenaza para la legitimidad de la plataforma unitaria

La reunión ampliada que Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, anunció por las redes sociales con supuestos representantes de la oposición, me hizo pensar en un ritual gitano.

Se trata del pacto de sangre, una forma de sellar una hermandad. Esa reunión no fue otra cosa que un pacto de sangre entre los aparentes opositores y los oficialistas, que dio origen a una alianza en favor del régimen.

El pasado 14 de febrero se celebró la séptima jornada de consenso para las elecciones presidenciales, dentro de la Gran Jornada de Diálogo Nacional con cuestionadas organizaciones políticas de oposición.

Encuentro en el que se suscribió un pacto de sangre, similar a los que realizaban los gitanos para establecer una hermandad más fuerte que la biológica, con estrictas responsabilidades mutuas.

El pacto de sangre entre el régimen y la simulada oposición es una amenaza para la legitimidad de la plataforma unitaria, que representa a la mayoría de los venezolanos que quieren un cambio político.

Además, este pacto busca socavar el Acuerdo de Barbados, firmado en agosto de 2023 entre el régimen y la plataforma unitaria, con el acompañamiento de la comunidad internacional, para garantizar unas elecciones presidenciales libres, justas y verificables.

En su lugar, genera confusión, división y desconfianza entre los ciudadanos, al presentar una imagen distorsionada de la realidad política del país.

Este pacto pretende hacer creer que existe una oposición dialogante, moderada y constructiva, que está dispuesta a negociar con el régimen para garantizar a quienes habitamos esta tierra de gracia sus derechos y oportunidades; cuando en realidad se desvirtúa el sentido y el propósito del diálogo, al venir acompañado de acciones que buscarían generar miedo, desánimo y apatía entre los ciudadanos, para que no participen ni se movilicen en las elecciones presidenciales.

La plataforma unitaria ha rechazado este pacto de sangre y ha ratificado a María Corina Machado como su candidata presidencial, pese a su presunta inhabilitación.

Asimismo, ha presentado una apelación ante la delegación de Noruega, que facilitó el diálogo entre las partes, y ha solicitado el pronunciamiento de los países acompañantes y garantes del Acuerdo de Barbados, para que se cumpla lo pactado y se respete la voluntad del pueblo venezolano.

El día del amor y la amistad, en la Asamblea Nacional de Venezuela, sellaron ese pacto de sangre. Con este gesto, los asistentes mostraron su compromiso y lealtad mutuos, así como su disposición a negociar un cronograma electoral que les favoreciera. Sin embargo, este pacto no refleja la opinión de la mayoría del pueblo venezolano.

¿Qué mejor forma de celebrar el día del amor y la amistad que con un pacto de sangre entre panas? Un pacto que solo beneficia a los que lo firman, y que perjudica a los que lo padecen. Es un pacto que no tiene validez, ni legitimidad, ni futuro.

Es un pacto que se romperá, tarde o temprano, por la fuerza de la verdad, la razón y la esperanza. Es un pacto que se convertirá, más que en un símbolo de unión, en un motivo de división.

Ese pacto de sangre es una acción que contradice los principios democráticos, éticos y humanos que deberían regir la política venezolana; especialmente, viola la dignidad humana, que es el valor inherente a toda persona, y que implica el respeto a sus derechos y a su libertad.

En ese sentido, involucra una banalización de la vida, del diálogo, de la política misma.

El pacto de sangre entre Jorge Rodríguez y la oposición minoritaria es una acción que nos invita a reflexionar sobre el sentido humano de la política.

¿Qué significa hacer política desde el respeto, la honestidad, la solidaridad y la democracia?

¿Qué implica asumir el compromiso de representar y defender los intereses y los derechos de los ciudadanos?

¿Qué valores y principios deben guiar la actuación de los líderes políticos?

Estas son algunas de las preguntas que debemos hacernos como sociedad, y que debemos exigir que se respondan como pueblo. No podemos permitir que se sigan haciendo pactos de sangre que atenten contra nuestra dignidad, nuestra libertad y nuestra esperanza.

No podemos resignarnos a ser espectadores de una política que nos excluye, nos engaña y nos oprime. No podemos olvidar que somos los protagonistas de nuestra historia, y que tenemos el poder de cambiarla, máxime, de la mano de Dios.

Por eso, frente al pacto de sangre, proponemos un pacto de vida. Un pacto que se base en el diálogo, la participación, la transparencia, la justicia y la solidaridad.

Un pacto que se nutra de la diversidad, la creatividad, la cooperación y el progreso.

Un pacto que se construya desde el amor, la confianza, la paz y la felicidad. Un pacto que refleje el sentido humano de la política, y que nos permita vivir como seres humanos.

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