El espectáculo es digno de un circo de lona estropeada. Bufo, grotesco, chocarrero, producto de la desesperación. Después de las primarias opositoras – que llenó las calles de todas las ciudades y caseríos-, se reafirmó un liderazgo indiscutible, de brisa esperanzadora. Desesperados, la minoría usurpadora, fueron por lana y salieron retratados: solos, en pena, deambulando, atragantados de miedo.
Soldados obligados, policías en fila. Tiro en el pie.
Notable la diferencia en la consolidación del nuevo liderazgo. Documentado. Contraste evidente. Imposible tapar el día radiante con esta nube solitaria, aturdida. El barco hundido. Gritan órdenes a la nada, desconectados; los enchufados dando vueltas, cual trompo loco.
Cuenta la leyenda que en Miraflores comenzaron los desprecios e insultos, la insolencia, el descoco, la desfachatez, acusando las estructuras partidistas, tampoco existen. Son fachadas, a las cuáles solo se asoman, uno que otro colectivo, para ver si le dan algo en repesca. Es como el último día de Hitler. “Para donde nos iremos Cilita”.
El cascaron llamado Psuv, es otra carpa descampada, que se maneja desde un programa de TV, que ya nadie ve, por una televisora destruida, utilizada para sicariar, con expresiones irrespetuosas, actuación de mago en las fiestas patronales de antaño. De antaño, porque hasta eso se llevó el chavismo por delante.
Extraño fenómeno: soles apagados. Los del cartel. Divagando, tristes, penando. Descompuestos, estratosfera, manicomio.
En las barriadas, donde eran invencibles, ya declaran a los medios internacionales: “Estamos muy enojados para votar por esta gente”. Se acabó “patria o muerte”. Ahora, no venceremos, correremos. El castrismo y el chavismo son fantasmas que deambulan junto al trasgo de la abstención, que este 3 de diciembre recorre las calles y avenidas del país. Ausencia total. Han superado su propio récord, decaimiento constante y progresivo. Solo queda disfrazar la jornada. El papel aguanta y las máquinas troqueladas en el casino revolucionario también. Los insomnes no duermen, ignoran que el 90 por ciento de la gente ha despertado.
El patronazgo, “clientelismo desde arriba”, que se nutre de recursos públicos, abusando del poder, se confió en el reparto del que terminan apoderándose los falsos movilizadores. Los buses daban vueltas sin pasajeros, en un carrusel infinito. “Los Broker”, empresarios que ganan por la mediación, tipo Alex Saab, prefieren guardarse todo, como avío, guarnición insaciable, no desaprovechan la oportunidad para que las arcas sigan recibiendo del cuantioso expolio, del botín crecido, sin freno.
Solo sufragó el Chavismo institucionalizado, el 6 por ciento de la nómina vigilante, chequeada por los caporales cubanos. El resto clientelar, recibe pero no vota. El intercambio ya no le sirve. Le entregan una desnutrida bolsa clap. No tiene gas, ni electricidad para cocinar las escasas lentejas. El clientelismo electoral no existe. Las promesas caen en saco roto. Después, de dos décadas y algo más, no hay ideas programáticas. La revolución es para disfrutar unos pocos, principalmente las élites militares, bolichicos y alacranes. Los programas sociales andan en los bolsillos de la alta dirigencia. También las obras públicas. Nada que mostrar que no sea la ruina y la miseria.
El carisma es un atributo escaso. ¿Cuál ideología ?. La confianza y la lealtad son fantasmas que acechan.
“Millones de votos”. Falsos. Una treta más en la danza demoníaca del indeseable ocupante de Miraflores
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