Poco o nada se ha entendido que gobernar es un asunto que involucra a todos. Esto ha derivado en situaciones que lejos de resolver problemas, los ha creado
tanto como ha potenciado a los que, por pesados, fueron acumulándose.
Mucho se habla de “política”. Desde conceptos que exaltan su praxis, hasta aquellos que la impugnan por impasible, injuriosa o insidiosa. Quizás, por tan cruda razón, hay quienes han fustigado su práctica cuando se apoya en futilidades.
Así, por ejemplo, Benjamín Disraeli, político y escritor británico, quien siempre cuestionó todo acto de gobierno público fundamentado sobre estolideces o pretensiones insensatas, expresó que “el ejercicio de la política puede definirse con una sola palabra: disimulo”. Un tanto para apuntar lo que envuelve al concepto de “hipocresía”. O de “falsedad”.
La historia, visor de la política
La historia política universal deja ver que muchas de estas situaciones, han catapultado realidades desde las cuales han explotado crudos y complicados problemas que sólo han devenido en desgracias. Sus impactos han retrasado el desarrollo de naciones, y de sociedades. Inclusive, han retrotraído procesos políticos causando graves consecuencias no sólo desde la óptica del tiempo. También, desde todo lo que habla de cultura social y de desempeño económico.
Existen países donde la apropiación por el poder en estos tiempos de bulliciosos compromisos, ha develado gruesas y serias contrariedades cuyos efectos han evidenciado resentimientos y un calamitoso revanchismo, al lado de un opresor sectarismo. Con forjados inventos que hablan de política, se malogran importantes preceptos jurídicos. Tanto así que, la perversión gubernamental, ha llegado a niveles de absoluta aberración política. Pero al mismo tiempo, tan insolentes comportamientos trajeron una espiral de violencia incapaz de ser contenida. Incluso, por las instancias gubernamentales, supuestamente representativas de la institucionalidad, la legalidad y valores morales.
Incursos, nuevos elementos de la política
Tales instancias o estamentos de poder, han incitado una impunidad cuyas consecuencias además de exasperadas y descarriadas, se tornaron incontables. Y peor aún, incontrolables por la grave anomia inducida, precisamente, por la carencia de justicia, libertades y solidaridad. Particularmente, dicha ausencia de solidaridad pareciera haber sido suplantada por una exagerada medida o cuota de politiquería. Como si la vida de un país dependiera de cuánto pudiera contribuir ese proselitismo exacerbado al desarrollo de las naciones. Sobre todo, a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
Hay gobiernos, que han venido actuando según aquel aforismo que reza: “piensa en sí mismo y nunca encontrarás la salida a tus problemas”. Lamentablemente, no han comprendido que no se gobierna con intenciones que sólo saben responder a motivaciones cuyas fuentes se corresponden con doctrinas alejadas de la idiosincrasia autóctona.
A modo de conclusiones
No han entendido que gobernar es un asunto que involucra a todos. Eso ha derivado en decisiones que lejos de resolver problemas, los ha creado tanto como ha potenciado a los que, por gruesos, se acumularon con los años.
Por ejemplo, el problema generado por la carencia o insuficiencia de medicamentos, que muchas padecen, es de tal magnitud que no tiene parangón. Hay realidades, que han vivido dichas crisis sin que hayan recibido un mínimo apoyo propio de solidaridad entendida como sentimiento y valor humano, político y moral.
Buena parte de tan cuestionadas situaciones, lucen extraviadas entre los avatares de políticas atascadas por las herrumbres estructuradas por proyectos enmohecidos. Además, utilizados como guiones de política emprendidas. Representan proyectos de gobierno acicalados por el sufrimiento y angustias de pueblos que no terminan de otear las posibilidades de vida que hay en el futuro de su gente. Aunque pueda estar acontecido y golpeado por saberse imbuidos en tiempos críticos. Y que aún así, o a pesar de todo, son tiempos en que – a pesar de todo- hay preocupaciones que esgrimen esperanzas.
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