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Redes Sociales: Laberinto del que No queremos Ni podemos salir

Redes Sociales: Laberinto del que No queremos Ni podemos salir
Estamos en medio de un entramado tecnológico
  • Permiten la comunicación instantánea desde cualquier parte del mundo para socializar, compartir conocimientos, entablar nuevas relaciones, colaborar en proyectos e intercambiar ideas.
  • Pueden abrir oportunidades laborales si las usamos para mostrar habilidades y promocionar proyectos personales o empresariales.
  • Podemos usarlas para crear «Marca personal» en negocios online.
  • Las usamos para el trabajo que ejercemos regularmente a distancia o no.
  • Gracias a la inmediatez de acceso las redes sociales son tremendamente útiles para informarse y compartir. No sólo del acontecer noticioso internacional, sino acceder al mundo del entretenimiento: eventos, tendencias y contenidos que nos resulten interesantes.
  • Realizar «denuncia social», movilizando grupos comunitarios para expresar opiniones acerca de temas que les afecta.
  • Facilitan la elaboración de contenido creativo y su divulgación, que pueden generar proyectos y audiencia para retroalimentar el desarrollo personal.

Cualquier hábito en exceso puede ser «malo» y, según lo que se vea, o cómo se use puede ser «malísimo».

El uso las redes sociales ya está integrado a la vida diaria y nos da un poder al que no queremos renunciar más aun siendo «gratis».

Pero, el acceso a esas plataformas tecnológicas, como todo lo gratuito, en realidad, es facilitado a cambio de algo o con un propósito.

No pagamos con dinero por el servicio, pero sin querer y, aun siendo cautelosos, estamos facilitando mucha información acerca de nuestras apetencias, necesidades, temores y expectativas.

Esa información les da valiosas herramientas a los dueños de las aplicaciones ya que en todas nuestras interacciones aportamos datos con los que el algoritmo arma nuestro perfil de usuario. Así, conoce las carencias que deseamos cubrir para lanzarnos los anzuelos apropiados través de otros medios en los que confiamos, como «Amazon», «Netflix» o «Google».

Todos hemos recibido publicidad acorde con las compras que hemos realizado, las páginas que consultamos, los comentarios que hemos emitido, los contenidos que hemos compartido.

Aparte de lo que consumimos, propuesto por los algoritmos respectivos, está lo que muchos usuarios invierten a cambio de publicidad para ser reconocidos o por negocios online. Por ejemplo, en «Google Adwords» o «YouTube», para promocionar contenidos o productos.

Las aplicaciones que utilizamos influyen también en otros ámbitos importantes.

El sofisticado software de las redes sociales pone a rodar mensajes específicos para crear las matrices de opinión que le conviene a las grandes tecnológicas.

Ya no sólo para vendernos productos y servicios sino hasta promover cambios en nuestra actitud ante la vida.

Es el efecto que buscan los múltiples mensajes que circulan acerca de cómo debemos asimilar las frustraciones, el stress, de lo saludable que es no prestar atención a las noticias. Son directrices muy convincentes de que seremos más felices dejándonos llevar.

Una vez adormecidos esa élite nos dice, a través de sus potentes campañas de marketing, por ejemplo, a quién nos conviene votar.

Incluso se ha llegado a plantear la posibilidad de omitir los costosos procesos electorales tradicionales para ser sustituidos por las estimaciones que emitan los algoritmos de inteligencia artificial.

En la búsqueda del placer de ser reconocido, satisfacer necesidades de contacto social y afectivo deseamos continuar en el laberinto, aunque ese ente desconocido que está detrás de las redes sociales se esté convirtiendo en un tirano.

Nos crearon la necesidad de usar la tecnología en general y ahora pueden exigir que les facilitemos más interconexión de datos bajo amenaza de no seguir recibiendo todas las funcionalidades de las aplicaciones.

Ejemplo, en enero 2021, WhatsApp anunció nuevas condiciones que obligaban a sus usuarios a compartir datos con Facebook para no perder el acceso a dicha App.

Aplican censura al uso de ciertas palabras que los usuarios no pueden utilizar. Las sanciones implican perder contacto con sus seguidores por un tiempo determinado y con consecuencia nefastas para sus métricas de aceptación comercial ¡Eso es tener poder!

Pudiera decirse que está bien que limiten contenidos violentos o de sexo, pero sabemos que no aplica a todos por igual. Lamentablemente, existen cuentas de grupos terroristas, pederastas, grupos radicales en general y otros temas indeseables.

Redes Sociales: Laberinto del que No queremos Ni podemos salir

Con el tiempo hemos normalizado que las grandes tecnológicas tienen el poder y nos rendimos a sus pies. Nos relajamos y seguimos con las mismas redes sociales más las nuevas que nos quieran ofrecer. El monopolio sigue siendo el mismo, aunque cambien los nombres y los beneficiarios.

Ejemplo, en 2021, Elon Musk, uno de los más ricos del mundo, cofundador de PayPal entre otras empresas millonarias, recomendó Signal para sustituir a Twitter y tantos usuarios le tomaron la palabra que los servidores de verificación colapsaron. Luego, en octubre 2022 Musk compró Twitter, que ahora se llama «.

En 2021, Donald Trump recomendó Telegram y en pocos días aumentó enormemente la cantidad de usuarios. En febrero 2022 creó su propia App llamada «Truth Social» que compite con «X».

Abandonar, por ejemplo, Google sería terrible para muchos YouTubers que han invertido esfuerzo y dinero en hacer una marca, tener audiencia genuina, espontánea y consecuente en sus canales. Toda la autoridad comercial cultivada a lo largo de un tiempo considerable se perdería.

Una vez que tenemos miedo la élite nos cobran para quitarnos el miedo. Esto se parece a los procedimientos de los regímenes comunistas, tema que merece extensos comentarios aparte.

El control por parte de los medios de comunicación y las grandes tecnológicas viene desde mucho antes de la creación de las redes sociales.

Por ejemplo, los virus informáticos probablemente generados por los mismos que venden los antivirus para los dispositivos electrónicos.

Con la misma mentalidad, desde los orígenes de la radio, la TV y la prensa hemos lidiado con la publicidad manipuladora y hasta la subliminal ¿Cómo? Aplicando filtros a todo lo que vemos y/o escuchamos.

Esto es lo que va a hacer cualquier plataforma tecnológica que utilicemos porque es, y siempre ha sido, su objetivo en todos sus formatos: obtener el máximo beneficio de la gran masa de «tubos digestivos» que habitamos el mundo.

Aunque somos mayoría, estamos y estaremos manipulados por los magnates. Ocurría, incluso antes de que la tecnología avanzase tanto, ocurre y seguirá ocurriendo.

Aparte de tener la libertad de decidir qué poderoso nos manipula, tenemos criterio y sentido común.

Podemos reconocer que estamos atrapados por el deseo de satisfacer necesidades creadas por la tecnología, pero tenemos que ser capaces de elegir libremente sacarles provecho y desechar lo que nos perjudique de alguna forma.

Somos responsables de haber asimilado intensamente esas herramientas en todas nuestras actividades.

Ante el bombardeo demensajes que distraen, confunden, crean matrices de opinión sesgada, estereotipos, publicidad engañosa está nuestra capacidad de discernir qué asimilar, qué reenviar y qué no.

  • Leer el contenido completo. Puede que el titular omita, deliberadamente, una parte importante de la noticia o del hecho noticioso.
  • Pensar si puede ser cierto o no. Buscar en la web si ese contenido ha tenido eco en la mayoría de las publicaciones.
  • Analizar qué interés oculto pueden tener ciertos contenidos.
  • Verificar la fuente y la fecha de la noticia o situación mostrada. Estar atento al sesgo que cada medio de comunicación suele tener. Esta habilidad se desarrolla con el tiempo, leyendo entre líneas, relacionando los contenidos con lo expresado por miembros relacionados con esos medios.
  • Y, sobre todo, usar el sentido común.

Nuestra defensa, al utilizar las redes sociales, es aplicar un sano criterio selectivo, sacar provecho a esas potentes herramientas sin facilitar información personal sensible.

  • Las Redes Sociales: entre lo político y lo religioso (caracascritica1.wixsite.com)
  • Ver este enlace que muestra la película egipcia «l’altra par», de sólo 2 minutos de duración que, en enero 2022, ganó el premio al mejor cortometraje en el Festival de Cine de Venecia. Su director tenía solo 20 años. Describe cómo las personas se aíslan en la tecnología y olvidan una de las mejores cosas de la vida: la convivencia humana.

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