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Reportaje de El Nacional sobre las camaroneras en Zulia: MEJORA para unos pocos, daño para todos

El lago de Maracaibo ha devenido en un entramado de piscinas enormes en las que crecen camarones naranja oscuro, los preferidos por los comensales en Europa y Asia. Congelados y empacados, el codiciado crustáceo se vende en hasta 6 dólares el kilo

Las granjas camaroneras ocupan extensas áreas en los antiguos manglares del lago de Maracaibo. Han cambiado completamente el paisaje y el sistema ecológico. Si bien generan importantes beneficios económicos, también tienen un impacto negativo en la zona geográfica. Se reflejan en la flora, en la fauna y en el agua. El verdín es el más vistoso, pero los que no aparecen a simple vista también”«construyen zonas muertas”

El lago de Maracaibo ha devenido en un entramado de piscinas enormes en las que crecen camarones naranja oscuro, los preferidos por los comensales en Europa y Asia. Congelados y empacados, el codiciado crustáceo se vende en hasta 6 dólares el kilo. «En el lago de Maracaibo tenemos el mejor clima del mundo para producir camarones y se han montado grandes plantas de procesamiento», dijo Cesar Labarca, gerente de planta de Confremarca, la empresa que desde 2022 tiene capacidad para procesar diariamente 200.000 kg de camarón.

Refrán africano: el agua sucia no se puede lavar

Los manglares son ecosistemas de comunidades vegetales con adaptaciones en su morfología, fisiología y ecología para sobrevivir en condiciones de alta salinidad, fuertes mareas, suelos fangosos, poco oxígeno y temperaturas altas. Tienen una gran capacidad para captar y almacenar carbono y prestan una función de amortiguamiento a las zonas costeras contra la erosión eólica y el oleaje, también tienen una productividad primaria muy alta: son hábitat de muchas especies de peces, moluscos, crustáceos y demás en etapas juveniles; y también mantienen la calidad del agua: son filtros de sedimentos y de excesos de nutrientes. Son servicios gratis del ecosistema. No necesitan nada, solo no romper su equilibrio.

Grandes cantidades de nutrientes y materia orgánica en los sedimentos pueden causar estragos directos a organismos de producción primaria como la flora y fauna bentónica del sustrato. Una alta carga orgánica de nutrientes y elementos producen el crecimiento desmedido de microalgas en la columna de agua que impide el paso de la luz para procesos fotosintéticos a los organismos del sustrato. Una eutrofización, que supone pérdidas económicas para actividades acuícolas y pesqueras.

Las camaroneras, el nuevo petróleo del lago, pero con menos ganancias y peores desastres ecológicos

La elevada presencia de fósforo y nitrógeno, óxido de azufre, metales pesados y otros contaminantes atmosféricos dan lugar a las cianobacterias, las cuales, en cantidades masivas disminuyen la luz solar y el oxígeno en el agua y causar la mortandad de otras especies acuáticas.

La alta carga de nutrientes y materia orgánica rebasan la capacidad de asimilación de los pocos manglares y sus hábitats. El manglar, que de manera suicida se destruye para construir piscinas acuícolas, es imprescindible para mantener la calidad del agua. Sin los bosques de manglares la producción de camarones desaparece.

Si bien la acuicultura supone un amplio mercado en la seguridad alimentaria y una actividad económica bien remunerada y un negocio muy rentable a corto plazo, no es sostenible y causa daños irreversibles a los sistemas ecológicos.

La suicida destrucción del bosque de manglar,  minimizan las ganancias a mediano y largo plazo. Aunque el manglar se puede reforestar, muchos de los daños causados por las camaroneras son tan irreversibles como los ocasionados por la industria petrolera. Se abren destruyendo muchos ecosistemas sin tener en cuenta las repercusiones de no contar con los servicios ecosistémicos que destruyen y que la mayoría de las veces son insustituibles.

Los manglares en las riberas del lago están contaminados por derrames y basura plástica en la comunidad indígena de Capitán Chico, en Maracaibo. Foto cortesía de Jeanfreddy Gutiérrez

El cultivo comercial del camarón en Venezuela comenzó a finales de la década de los años noventa con 8 unidades de producción. Entre 2006-2015, se consolidó como actividad económica importante. Poco más de 32 granjas se dedicaban a su producción y comercialización.

En la actualidad existen 43 empresas registradas utilizan aproximadamente 12.500 hectáreas de piscinas. 65% operan en el Zulia y el resto en Trujillo, Anzoátegui, Sucre, Nueva Esparta, Mérida y Falcón. La asociación que agrupa a las empresas camaroneras anunció que están desarrollando otros 16 proyectos para alcanzar las 16.000 hectáreas y una producción anual de 27.000 toneladas. No se refiere al verdín ni a la destrucción de los bosques de manglares, pero sí a las 12 plantas procesadoras con una capacidad instalada de 400 toneladas diarias. En conjunto se estima que la industria dedicada a la cría, engorde, procesamiento y comercialización del camarón genera sobre los 87.000 empleos directos e indirectos en Venezuela.

Camaroneras, un teorema de desaciertos

La acuicultura sustentable del camarón requiere el desarrollo y prácticas operacionales que aseguran una industria económicamente viable, ecológicamente adecuada y socialmente responsable. La sustentabilidad solo se puede alcanzar si los efectos de corto y largo plazos sobre el medio ambiente y la comunidad son reconocidos y mitigados adecuadamente; si se mantiene la viabilidad económica y biológica de largo plazo; y, si son protegidos los recursos costeros de los cuales ella depende. No pueden hacerse grandes estimaciones de producción y ganancias si el lago de Maracaibo está invadido en 70% por bacterias cianofitas y cada día se destruyen hasta 4 hectáreas de manglares. Una vez perdido o extinguido el capital natural no es posible reconstruirlo.

La viabilidad económica está directamente influenciada por la sustentabilidad. Las prácticas que no sean ecológicamente adecuadas fallarán económicamente en el largo plazo, o conducirán al fracaso de las operaciones de acuicultura, individuales o regionales. Es una regla de tres simple. Los productores has mostrado gran satisfacción porque el gobierno no les ha puesto obstáculos a ningunas de las intervenciones ambientales perpetradas. No se ha exigido ni un superficial estudio de impacto ambiental y siempre el Ministerio del Ecosocialismo se ha mostrado muy colaborador.

Los empresarios son optimistas. Dicen que si se mantiene un ambiente propicio las “actuales condiciones” (¿inacción ambiental?), en 2024 se habrán incorporado otras 2.500 hectáreas para alcanzar una producción estimada de 60.000 toneladas anuales.

Sus peticiones más urgentes son que cesen las imposiciones tributarias arbitrarias; excesivo burocratismo que entorpece y retrasa la emisión de permisos de exportación del camarón y la nacionalización de materias primas. También requieren el suministro oportuno de combustibles y del servicio eléctrico; que se les garantice seguridad jurídica y personal; mejorar las vías de comunicación y el funcionamiento de puertos marítimos y aeropuertos. Por último, generar políticas públicas que corrijan los desequilibrios económicos y fiscales.

Sin bioseguridad ni nadie que la imponga

En Venezuela y en Ecuador, pero también en México y Brasil, la ausencia de mecanismos gubernamentales que controlen eficientemente el cumplimiento de los protocolos ecoambientales conduce a la declinación de la calidad del agua, enfermedades del camarón, conflictos entre usuarios y, finalmente, a la reducción en la productividad o al abandono de las camaroneras.

En el lago de Maracaibo, se deben agregar otras actividades humanas: derrames petroleros, el drenaje de agua servidas y eyección a estuarios de residuos sólidos de minas de carbón.

El impacto ambiental de las camaroneras más importante es que se instalan en ecosistemas frágiles que generalmente proceden de la conversión de los ecosistemas de manglar. Un suicidio antes de empezar la carrera. Los otros impactos incluyen:

  • Salinización de suelos e intrusión de agua salada en los acuíferos de agua dulce,
  • asentamiento de tierras por extracción de agua subterránea,
  • desviaciones de flujos por taponamiento de las piscinas,
  • descarga de efluentes con desechos y alimentos de camarones, químicos usados en el control de pestes, desinfección y estimulantes de crecimiento, e
  • introducción de nuevas especies y enfermedades en el ecosistema.

Los estudios científicos han determinado desde 1995 que la contaminación proveniente de las camaroneras es un riesgo importante para la misma industria. Si hay un sobrecargo de camaroneras, los efluentes de las piscinas podrían contaminar al estuario y literalmente “matar a la gallina de los huevos de oro”. Los efluentes de las camaroneras pueden estimular el florecimientos o blooms de bacterias cianofitas y causar mortandades de peces

En enero de 2017, el entonces ministro para la Acuicultura y Pesca, Ángel Belisario Martínez, anunció la creación del Consejo Consultivo de Bioseguridad, para la revisión de los factores que puedan afectar el desarrollo de la producción acuícola nacional. Fue un anuncio falso. No se constituyó ni se le establecieron responsabilidades. Apenas adelantó que la idea era tocar “todos los aspectos que puedan afectar la preservación de nuestros espacios acuáticos, para prevenir y no tener que bajar la producción”.

Lea reportaje completo aquí https://www.elnacional.com/venezuela/las-camaroneras-el-nuevo-petroleo-del-lago-pero-con-menos-ganancias-y-peores-desastres-ecologicos/

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