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#SOLIDARIDAD Una pesadilla dentro de un sueño: la historia de una comunicadora venezolana que lucha contra el cáncer

La periodista Nayive Molina, oriunda de Venezuela y parte del equipo de La Esquina TX, nos relata en primera persona su historia de resiliencia.

La vida da giros inesperados y depende de nuestra actitud y manera de pensar sobrellevar toda situación por compleja que sea con el firme propósito de seguir en pie, viviendo, respirando y agradeciendo.

Tuve una vida maravillosa en Venezuela, mi país; una carrera, una vida, justo “al norte del sur donde el cielo es siempre azul donde las flores nacen sin que sea preciso primavera” como dice la letra de las canción del cantante italo-venezolano, Franco De Vita; pero un día todo se acabó, el estrés y la situación que se avecinaba era cada vez más fuerte; el país se venía abajo, el sistema de salud cada vez más paupérrimo, la inseguridad, el hambre, la desatención, las constantes fallas en los servicios básicos iban mermado la poca calidad de vida que quedaba, mientras que la galopante corrupción era descarada, situación que provocó la migración más extraordinaria conocida antes en mi país.

“Surgió la oportunidad de salir de Venezuela a través del Parole Humanitario y el maravilloso gesto de un primo y su pareja”, cuenta Nayive Molina, periodista de La Esquina TX. (Foto: cortesía de Nayive Molina)

Venezuela recibía migrantes, no era costumbre que sus connacionales salieran a otras naciones en busca de seguridad alimentaria, de salud, de integridad física, de educación,  entre otras.

En mi caso el estrés se hizo presente y pude darme cuenta por las primeras afecciones en el plano psicológico por un trabajo donde todo el tiempo era amenazada por dos funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) quiénes me decían que si me equivocaba en mi trabajo, me llevarían al “Helicoide” (el centro de tortura más grande de Venezuela ubicado en Caracas) porque un error significaba que estaría atentando y conspirando en contra del país y contra el dictador en mando, Nicolás Maduro.

Una tarde, intentando comer en mi oficina, comenzó a atascarse comida en mi esófago, no hubo manera de bajar el poquito de alimento que se había quedado atorado y así pasé 3 días.

Para entonces casi todos los hospitales del país y de la capital venezolana estaban sin insumos, sin especialistas (gastroenterólogos), ni equipos médicos, solo dominaba una gran incertidumbre, en mi país aquel que quiera ser atendido por alguna situación de salud, debe tener buenas relaciones con políticos o funcionarios de alto nivel

Está emergencia médica me sucedió en 3 ocasiones más; para la fecha, surgió la oportunidad de salir de Venezuela a través del Parole Humanitario y el maravilloso gesto de un primo y su pareja quiénes nos pidieron a través de este programa del gobierno estadounidense, por la cuál logramos llegar a este maravilloso país al que sólo conocíamos por las películas, y la mala reputación que “el gobierno bolivariano” vende constantemente de esta nación.

Muchos fantasmas había en mi cabeza, en Venezuela su sistema político se encargó de “envenenar” la visión de los EE. UU. y sus ciudadanos, “satanizando” absolutamente todo.

Con mucho sacrificio y esfuerzo logramos llegar a EE. UU. de manera legal mi familia y yo, pero mi salud seguía desmejorando. En dos ocasiones más ya viviendo en Houston, se me volvió a atorar alimento en el esófago pero está vez me atendieron gracias a que llegando aquí, logramos tener un seguro.

Recuerdo que el gastroenterólogo me dijo que tenía que ir a consulta, pero estaba recién llegada, le tenía miedo al idioma y aún estaba temerosa por ser nueva en esta nación, la segunda y última vez de esta emergencia, el gastroenterólogo me practicó exámenes médicos.

El especialista me dijo que tenía parte de mi esófago enrojecido y que tomó muestras a través de una biopsia.

Una semana transcurrió y yo me sentía algo apagada, sin fuerzas ni energía, con depresión.

El día llegó, de hecho, el médico me mandó a llamar para ir urgente a su consulta pues había visto “algo que no le agrado, y que ambos debíamos decidir qué hacer”. Pero, ¿Qué podía ser? ¿Por qué me sentía tan mal? Y un miedo gigante comenzó a dominarme.

Mi hermano mayor (a quién tenía 8 años sin ver por la situación que tenemos en nuestra nación) me llevó y yo entré, el doctor amablemente me recibió con una traductora y me dijo “lamento decirle que usted tiene cáncer de esófago“.

Yo sentí que la tierra se abría a mis pies, que todo se puso en pausa, hubo un silencio inmenso en mis oídos y en mi cabeza. Cáncer, pensé… ¿Yo? ¿Cáncer? Y le dije “¿está usted seguro que esos son mis resultados? Con todo respeto, usted pudo haberse equivocado, doctor. Yo no puedo tener cáncer. Apenas tengo 44 años y acabo de llegar a este país”.

Nunca pregunté “¿por qué a mí?” El silencio era más grande, era un miedo increíble, una tristeza profunda me embriagó. 

¿Cómo le digo a mi hijo, a mi esposo, a mi hermano mayor, a mi hermana menor, a mis sobrinos? 

Dios mío, tiene que ser un error, precisamente había llegado al país de las oportunidades. Aquí podíamos comer tranquilos todos los días sin preocupaciones, podíamos salir tranquilos a la calle, ya yo estaba viviendo un sueño impensable, vivir en Estados Unidos, y esta pesadilla se atravesó en mi sueño para despertarme de la peor manera.

Fueron noches enteras mirando el techo, fueron muchas lágrimas y oraciones desesperadas al cielo.

En marzo de 2024 recibí mi diagnóstico. Durante unos meses no me hice tratamiento de quimioterapia ni radioterapia, que fue la recomendación primaria de los oncólogos.

Yo quería intentarlo por el lado natural, y así hice, hasta que desde el mes de junio comencé a tener problemas para tragar, el tumor había crecido considerablemente al punto de tapar 100 por ciento mi tráquea; pasé dos meses y medio sin poder comer (a veces pienso si hubiese hecho ambos tratamientos, hoy otra sería la historia).

En ocasiones preparaba agua con limón y sal para poder sorber un poco y no dormir con el estómago vacío.

“Con mucho sacrificio y esfuerzo logramos llegar a EE. UU. de manera legal mi familia y yo, pero mi salud seguía desmejorando”, Nayive Molina, periodista de La Esquina TX. (Foto: cortesía de Nayive Molina)

Toda esta situación fue poco a poco mermando mis fuerzas y, con ellas, el peso de mi cuerpo y mi masa muscular. Yo tenía miedo de enfrentar la quimioterapia y radioterapia, pues, en Venezuela, mi padre y un tío muy querido murieron por este tratamiento aplicado hace años.

Pensaba que no quería que se repitiera la historia en mí, deseaba con el alma que conmigo terminará la historia del cáncer en mi familia.

Los médicos de aquí me pidieron un voto de confianza. Me dijeron que el tumor había crecido y que el cáncer pasó de estadío 1 a 4. 

Era el momento de tomar la decisión, teníamos una ventana abierta y debíamos aprovechar de inmediato y en septiembre empecé el tratamiento. Estoy escribiendo esta nota justo desde el hospital Baylor St. Luke’s donde me están realizando el tratamiento.

Una quimioterapia semanal y cinco radioterapias es mi tratamiento hasta la primera quincena de diciembre.

Mi hogar queda a una hora, y tenemos un sólo vehículo; dependo de familiares, vecinos y amigos para que me lleven al hospital porque es muy difícil llegar, es mucho el dinero de los viajeros diarios y aún me faltan 3 semanas de tratamiento, por lo que decidí comenzar una campaña (Go Fond Me) para recibir ayuda de todo aquél que haya pasado por esta situación o quién desee ayudarme para poder cumplir diariamente con mi tratamiento y salir airosa de esta dura prueba y pueda vivir, trabajar, ser productiva para este país, además de  ejercer mi pasión, mi carrera de periodista en este país, y sonreír junto a los míos en esta navidad.

Si consideras posible colaborar con mi causa, dejo los datos de zelle y un Go Fund Me para que, desde lo que creas, puedas realizar un aporte para poder continuar vibrando en esta vida. Tengo fe.

Felices Fiestas.

Nayive Molina, resiliente de cáncer de esófago

Para ayudar a Nayive Molina, visita gofund.me/54df2e5e

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